-¿Cómo estuve?-Henry tomó mis manos entre las suyas. Estaba sentada en la misma mesa y había llegado justo a tiempo para cuando él terminara su discurso.
Me había perdido todo solo por ir y escuchar todas las tonterías de su primo. Sí que era una muy mala novia falsa. Ni siquiera podía quedarme a escucharlo solo por unos simples minutos.
-Tu discurso estuvo muy bien. Lo hiciste increíble-y hasta tenía el gran valor de mentirle en sus narices. Grandioso, Lucia.
-Gracias, es muy reconfortante escuchar eso de ti-me dio una sonrisa sincera que hizo que me hiciera sentir aun peor.
No tenía ni la menor idea de lo que había dicho en su discurso, apenas y había escuchado su introducción. Pero me reconfortaba un poco verlo feliz aunque fuese solo por mis felicitaciones.
Nos sonreímos el uno al otro y seguimos escuchando los discursos de las demás personas. Por un momento, aparté la mirada encontrándome con la de Andrew. No dejaba de verme y yo me sentía algo incómoda. Era tan oscura que tuve que tragar grueso para apartar mi mirada.
Aun dándole la espalda en mi silla, podía sentir sus ojos sobre mí.
-¿Pasa algo?-escuché a Henry susurrarme.
-No, nada-contesté y él no dijo nada más y nos pasamos la mitad del tiempo comiendo esa comida de ricos que estaba en el menú. Un hombre de unos cuarenta y tantos tocaba una dulce y hermosa melodía en el piano.
Me veía a mí misma de vez en cuando cerrando mis ojos y balanceándome un poco. De vez en cuando recordaba cuando Henry tocó el piano… y lo que pasó después de ello.
Trataba de concentrarme en lo que estaba haciendo en aquel lugar y no distraerme con aquellos pensamientos.
En algunos pequeños momentos, Henry y yo nos mostrábamos cariñosos el uno con el otro para el público. Justo como aquel en el que estábamos en una improvisada pista de baile en medio del lugar y nos balanceamos al son de la melodía del piano.
El cuerpo de Henry estaba detrás del mío y a veces no lograba concentrarme más cuando mis hormonas se alborotaban al verlo de traje y con esa colonia suya tan característica.
-Por cierto…-sentí su aliento cerca de la piel de mi cuello haciéndome estremecer un poco.
-¿Si?
-No había tenido la oportunidad de decirte esto-lo escuche con atención esperando que soltara la bomba.-Mis padres quieren conocerte… más a fondo.
-Eso es bueno. Creo que está bien-contesté algo dudosa.
-Quieren hablar con nosotros esta noche-enfatizó lo último.
-Bien, está bien-trate de sonar lo más tranquila posible cuando por dentro quería gritarle si lo decía en broma.
-¿Entonces te caen bien mis padres?-soltó una risa ronca cerca de mi oreja.-No me creo esa.
-Puede que al principio no pareciese que me llevara bien como tu madre. Ella es así porque cuida de ti. Lo sé.
-Sé que estás inquieta por conocerlos. No tienes que mentirme, Lucia-los dedos de Henry se pasearon por la curvatura de mi hombro. La gente nos miraba, así que ahí estaba la razón para lo que hacía.-Si te sientes perdida, yo me haré cargo y les hablaré-besó mi hombro dejando sus labios ahí por unos pocos segundos que parecieron una eternidad.-Solo debes de parecer como si estás de acuerdo contigo-tomó mi mano entre la suya.-Así que si no les caes bien… Ellos siempre van a creer que estamos enamorados del otro. Eso los convencerá de que nuestra relación está yendo de lo mejor y es genuina.
-Entiendo.
-Bien, entonces ya podemos irnos a su casa-se separó de mi cuerpo y me llevó junto a él a la salida.
Fueron unos pocos minutos los que pasamos en el auto de Henry hasta que llegamos a la mansión de los Kane. Si lo mirabas desde afuera apreciabas que era una mansión rústica de lujo y cuando entrabas te encontrabas en un lugar rústico lujoso casi solitario.
Y decía casi por las dos personas que nos esperaban en un sofá azul con cojines que combinaban perfectamente con su color.
-Lucia Gates-pronunció mi nombre el hombre de traje de ya una edad un poco avanzada. Se levantó de su lugar para llegar hacia mí y besar el dorso de mi mano viéndome con sus ojos demasiado familiares.
-El gusto es mío, señor Kane- contesté con educación.
-Llámame Hilmer, por favor, querida. Siéntense-señaló el sofá vacío que estaba justo al lado en el que estaba sentada Caroline Kane con su aspecto serio y bien arreglado.- ¿Y cómo fue que se conocieron?-preguntó el padre de Henry cuando se sentó, viéndonos a ambos con su pierna cruzada al nivel de su rodilla.
-Un amigo nuestro nos presentó en una cena-dijo Henry por mí.-Después de eso, intercambiamos números y un día la invité a un café-quise verme sorprendida ante la facilidad de Henry de mentirle a sus propios padres, pero no lo hice. También negar rotundamente que no me gustara el café. Pero me quedé callada más por la mirada que la señora Kane me daba sin dejar de tamborilear sus dedos en el brazo del sofá.
-Por lo menos espero que ella hubiera dicho que si de inmediato-el padre de Henry me sonrió divertido para después posar sus ojos sobre su hijo.
-No del todo. Siempre seguía insistente diciendo que no.-Henry pasó su brazo por mis hombros acercando su cuerpo al mío.-Así que tuve que engañarla hasta que finalmente aceptara salir conmigo.
-¿Cómo?
-Estoy bromeando, papá. Tampoco es que sea como tú-su padre lo miró molesto y Henry lo miró con burla. Parecía que le gustaba hacerlo enojar.- ¿Ahora es que ya no puedes tomarte ninguna broma?-su padre seguía viéndolo algo molesto.-Solo le seguí preguntando hasta que se cansara de decirme que no. Y entonces fue cuando le eche alcohol a su café.
-¡Eso no tiene nada de chistoso, Henry Pierce Kane!
-Perdón, madre-rodó sus ojos.-Solo trato de aliviar la tensión. Relájense.
-¿Y entonces qué fue lo que pasó?-siguió insistiendo en la misma pregunta el señor Kane.
-Después de haberle mandado miles de mensajes preguntándole lo mismo, dijo que sí. A partir de nuestra rara relación, todo nos ha ido excelente. Todo ha sido… perfecto-soltó un suspiro mientras pasaba sus dedos de forma delicada por mi brazo mirando la expresión en las caras de sus padres.