La Novia del Billonario (#1)

Capítulo 23: Quemados

No podía dormir. 

La luz de la luna era la única iluminación, podía ver con claridad cada simple, pero caro detalle del techo de mi habitación.

Mis ojos estaban en el techo, pero mi mente en la conversación de Henry y su padre y en cómo él siente ese miedo por volver a ser traicionado.

Quise quitar de mi mente a Henry y pensar en alguna otra persona más. Pero entonces pensaba en Lucas… y eso era aún peor. Así que seguí pensando en mi falso novio. 

Dejándome llevar por mis sentimientos y esas ganas de sentirme complacida por alguien, mi mano bajó y con frustración hice lo que quería que ese alguien en especifico me hiciese.

Terminé jadeando e imaginando que pasaría cuando aquel contrato entre ambos terminase. ¿Qué demonios terminaría pasando conmigo?

Y después de lo que hice, por fin pude dormirme.

***

La mañana siguiente…

Hice mi misma rutina de siempre. Me bañé, arreglé mi cabello y me puse la ropa adecuada para ir a la facultad.

Al bajar para ir directo a la cocina, me encontré a Henry en ella abriendo apresurado las ventanas pero aquel extraño olor no desaparecía del todo.

-Pues, buenos días-dije tosiendo un poco con aquel olor a quemado.

-Buenos días-dijo él, gruñendo como un perro rabioso moviéndose rápidamente hacia la estufa y escondiendo algo detrás de él.

-¿Pasa algo?-me miró y chasqueó su lengua.

-Le dije al servicio que hoy yo me haría cargo del desayuno. Pero las cosas no salieron como quería.-me queria reir pero en vez de eso, me hice la sorprendida.

-¿En serio?¿Qué pasó?

-Estaba tratando de hacer un omelette. Y… puede que lo haya quemado. He tenido la suerte de no haber quemado el lugar entero-oprimi una carcajada.

-¿Y porque quisiste cocinar? Tu chef personal hace buena comida.

-Quería pedirte perdón por lo que pasó la vez pasada justo aquí. No debí haberte tratado así. Parecía que ya me habías pedido perdón en secreto pero solo quería estar seguro. Tenía pensado llevarte el desayuno a la cama y hacer ese tipo de cosas románticas.

No quise parecer sorprendida pero si lo estaba. Y también mi corazón.

-Te perdono, solo si me dejas ver tus defectos.

-¿Entonces me ayudarías a hacer un segundo intento de un omelette no quemado? Aprendo rápido-me guiñó uno de sus ojos.

-Suena divertido-dije con una gran sonrisa en mis labios.

Me puse cómoda, y aunque no lo mostrara, sabía mucho de cocina, solo que no tenía el tiempo suficiente como para mostrarlo. Enlisté todo lo que necesitábamos y Henry, con gusto, me asistió.

Ambos nos sentíamos relajados y estabamos perfectamente organizados, como si el hecho de cocinar juntos fuera de todos los días.

Cuando finalmente puse con sumo cuidado el omelette en la sartén, él me recompensó con una sonrisa brillante de mero orgullo.

-Bien-frotó sus manos.-No hay un extraño olor a quemado. No hay fuego. Y no hay gritos de espanto. Tengo que llamar a esto un éxito total.

-Gracias-le sonreí mientras limpiaba mis manos con una toalla de papel.-¿Pero sabes?-boté el papel en el basurero.- No es tan difícil hacer un simple omelette. La próxima vez, podrías hacerlo tú solito.

-Oh, eso si no lo sé. Tu sabes muy bien como hacerlo, yo no. Te podría observar todo el día cocinar… o hasta que me gane el hambre-me guiñó su ojo y me sonrojé al imaginarme de qué tipo de “hambre” hablaba.

-Eso es bueno, tal vez para la próxima vez cocine algo que tarde horas-sonreí y él abrió sus ojos sorprendido.

-¿Comida que tarda horas en prepararse? ¡¿Acaso estás loca?! ¿No se podría apresurar el proceso? ¿No solo se podría incrementar el calor para que sea más rápido?

-No si quieres volver a quemarlo todo. Sin paciencia, todo sería un desastre.

-¿Y entonces para cuando estará ese omelette?

Lo ignoré y preparé todo cuando el omelette estuvo listo y nos sentamos a comer. 

-Esta delicioso-dijo tapando su boca.-Ahora que ya terminamos de cocinar, ¿estoy perdonado? 

-Siempre lo estuviste-nos sonreímos el uno al otro y seguimos comiendo.

Al terminar, me hice cargo de lavar los platos. Después de darme la vuelta luego de secarme las manos, Henry estaba cerca de mi. Muy cerca.

-¿Ves qué rápido fue todo? Eso fue porque fuimos pacientes.

-¿Y que si no he querido esperar? ¿Y que si me he querido saltar la buena parte? No soy un hombre con mucha paciencia. Así que por eso se me hace un poco difícil… contenerme a mí mismo-su cercanía hacia que mi estómago rugiera por dentro. Y eso que acababa de terminar de comer.

-¿Ah, si?-Nuestras caras quedaban la una frente a la otra.

-Mhm..

-Entonces… ¿seguimos hablando de la comida o que?

Henry se separó abriendo y cerrando su boca con sus mejillas rosas, su cara llena de pena. Me acerqué para pararme de puntillas y darle un beso en su mejilla.

-Nos vemos, señor impaciente.

***

Más tarde, ese mismo día…

Clic, clic, clic.

No dejaba de tocar la bola de mi bolígrafo retráctil.

Clic, clic, clic.

Se me estaba haciendo difícil poder entender lo que el profesor Richards decía, algo que se me hacía raro.

Clic, clic, clic.

En algún momento mi relación con Henry llegará a su final. Me sentía asustada de que ese día llegase.

Clic, clic, clic.

¿Cómo me trataría Henry después de “esto” que tenemos? ¿Olvidaría que existo? ¿Así de fácil?

-¿Podría dejar de hacer eso señorita Gates, y contestar a la respuesta de la pregunta?-salí de mi mundo al escuchar la voz del profesor y ver que todos estaban viéndome fijamente haciéndome sentir nerviosa.

-No… no sé cual es. Lo siento-fui sincera y el profesor Richards, un viejo canoso, delgado, suspiró pesadamente.

-Haga silencio y por lo menos simule que presta atención-tocó el puente de su nariz para después ver a mis otros compañeros.-¿Alguien sabe la respuesta?




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