-No…-susurré para mi misma tratando de hacerme entender que aquello sí era una pesadilla.-Esto es un error, ¿verdad?-mire a mi profesor molesta.-Tiene que serlo, él… él está vivo-mi voz se fue desvaneciendo mediante miraba sus expresiones llenas de lástima.
-Nos lo acaban de decir hace unos pocos minutos, señorita Gates. Le dispararon anoche en un operativo. Su herida de bala fue demasiado fuerte que cuando llegó al hospital, lo hizo sin vida.-no podía creer lo que escuchaba. Todo aquello era una cruel mentira.-Lo mejor para nosotros fue que supiera esto por aquí y no por otros medios. Nos preocupamos por nuestros estudiantes, usted lo sabe.
-Yo ni siquiera… No… esto tiene que ser una broma. Tiene que ser un error, tal vez era para alguien más…
El profesor Richards negó con su cabeza
-¡Mi papá está vivo! Él está vivo.-dije más tranquila sonriendo lo más que pude.- Apenas acaba de recuperarse de su herida.
-Se que esto es difícil de escuchar, señorita Gates, pero…
-Usted no entenderá lo que estoy sintiendo, no lo hace.-Quise deducir que así era, pero no lo sabía en absoluto.
-Tal vez sí, tal vez no. Pero sea fuerte.-suspiro y me miró tranquilo.-Llame a alguien para que la lleve a casa. No se preocupe por las demás clases. Yo me encargaré de ello.
-Gracias, lo haré-le agradecí su ayuda antes de tomar y marcar el primer número que sabía que haría lo posible para estar donde estaba lo más rápido posible.
-¿Lucia? ¿Ha pasado algo?-La voz de aquel chico resonó a través de la línea haciendo que quisiera derrumbarme justo ahí y decirle lo que sentía.
-¿Podrías venir por mí a la facultad? Por favor.-le rogué y él me confirmó que lo haría de inmediato. Colgué el teléfono quedándome callada sin saber ni siquiera qué pensar.
Miré al profesor, quien me daba una sonrisa amable y reconfortante, preguntándome que tanto había hecho para merecer aquello.
***
-Está muerto, Lucas. Mi papá está muerto-las lágrimas salieron tan rápido que no pude detenerlas. Sus brazos me rodearon tan fuerte antes de que cayera.
Xavier, su amigo rubio, nos veía de reojo desde su asiento sin decir nada.
Sentí como mi mejor amigo me llevaba dentro del auto hasta que nos sentamos en los asientos de atrás. Me apoyé en su cuerpo todo el camino dejando que las silenciosas lágrimas y los sollozos salieran sin pena alguna. Lucas me entendía. Ambos lo habíamos sentido y eso hacía que me sintiera cómoda ahí dejándolo salir todo.
Pero la pena no me abandonaba con Xavier escuchándolo todo. Amablemente, Lucas le pidió que se pusiera unos audífonos y en su silencio profundo, el chico rubio paró el auto en la acera para ponerse sus audífonos tan fuerte que podía escuchar la canción de rap que estaba escuchando.
Siguió el camino y entonces me quedé quieta viendo la vista por la ventana escuchando la voz tranquilizadora de mi mejor amigo.-Todo estará bien, Lu-sentí un mareo al escuchar cómo me llamaba al igual que papá.-Todo estará bien-seguía repitiendo las mismas palabras que yo trataba de guardarme en mi cabeza y hacerme saber que así era.
El auto se quedó quieto entonces supe que ya había llegado a mi destino. Temía lo que me esperaba.
Le había dicho la noticia a Henry por mensaje y él solamente me escribió que me esperaría en casa. ¿Cómo íbamos a reaccionar a esto? ¿Qué haría yo al verlo? ¿Qué haría él?
Bajé del auto azul de Xavier Stevens murmurándoles a los dos un “gracias” por haberme hecho aquel favor. Caminé lentamente y vi que mi auto ya estaba estacionado en su respectivo lugar. Seguí mi camino hacia la puerta, entonces escuché por primera vez aquella voz burlona que en ese momento sonó melancólica y seria.
-Oye, princesa del gran castillo.-me di la vuelta observando al rubio que llamaba mi atención y me miraba fijamente.-Solo aférrate a lo que más quieres y podrás superar todo esto.-dijo Xavier entonces para después volver a ponerse sus audífonos y arrancar su auto.
Lo último que vi fue a Lucas despidiéndose por la ventana. Observé cómo se iban y entre varios sorbidos de mi nariz abrí la puerta. Tenía mi mirada en el suelo y cuando la levanté vi a Henry esperándome literalmente con sus brazos abiertos al entrar a casa.
No esperé ni un segundo más para refugiarme en sus brazos. Sintiendo su aroma familiar no pude evitar volver a sollozar.
Me perdía en su aroma pero también sentía su mano sobar mi espalda de arriba a abajo. Cuando quise empezar a llorar lo quise separar de mi cuerpo pero él me sostuvo más fuerte.
-No, Henry, ahora no-dije con mi voz seca y ronca.
-¿Por qué, luciérnaga?-con su mano alrededor de mi cintura sostuvo mi barbilla con su dedo observándome con sus ojos afligidos.
-Simplemente no quiero.-me solté fácilmente de su agarre y quise seguir mi camino a mi habitación pero su voz me detenía. Podía continuar sin complicaciones pero mi masoquismo era el que me retenía de continuar.
-¿No quieres decirme por qué? No te juzgaré.
-Henry, basta, no quiero enojarme contigo.
-Enojate conmigo, haz lo que quieras, pero solo dime porque no quieres que esté para ti justo ahora.-me di la vuelta y dije lo que pasaba con sinceridad ante sus palabras.
-Simplemente no quiero que me veas llorar.-solté viéndole sin dejar de sentir aquella presión en mi pecho.-Deseo que estés conmigo ahora pero no quiero que me veas y te des cuenta que en realidad soy alguien débil. Igual ya estoy muy grande para comportarme así, ¿no?
-Claro que no, Lucia.-negó con su cabeza viéndome molesto y confundido ante lo que había dicho.-Yo también me enojo, me alegro, me frustro, odio, amo, deseo, admiro, envidio, lloro, siento. Porque soy un hombre, Lucia. Porque soy una persona. No tendrías que sentirte mal porque quieres dejar salir lo que sientes llorando. No eres débil por llorar, al contrario, eres valiente al hacerlo.
Miré todas sus facciones, lo miré a él y entonces me sentí… Solo sé que sentí lo suficiente como para rodear mis brazos en su torso y dejar que mis lágrimas empaparan su camisa.