La novia del hombre de hielo

Capítulo 3

Al día siguiente, Margot entra a la habitación con un paquete en las manos.

- Te traje un vestido, - sonríe falsamente. - Hoy tienes que verte bien.

- Qué detalle de tu parte, - murmuro sin siquiera mirarla.

Estoy acostada en la cama con un libro en la mano. Aquí no hay nada más que hacer que leer, al menos así hago más llevadero el tiempo de confinamiento.

- Realmente me preocupo por ti, eres mi hijastra, - su voz se vuelve tan dulce que me da náuseas. ¿A quién intenta engañar? Jamás le creeré.

- Dígame, ¿de quién fue la idea de huir al monasterio? ¿Quién planeó esa fuga? No puedo creer que una chica de veinte años haya pensado en eso sola.

Me siento y cierro el libro de golpe, provocando un fuerte ruido. Observo atentamente el pálido rostro de mi madrastra. Margot parpadea nerviosa, sus labios se tensan en una fina línea. Ya no sonríe.

- No sé de qué estás hablando, - sacude la cabeza, haciendo que su fino cabello blanco cubra la mitad de su rostro.

Es muy hermosa para sus cuarenta años, o los que tenga. Sus dedos largos y bien cuidados retiran un mechón detrás de su oreja. Las largas uñas rojas contrastan bruscamente con su piel blanca. Esta mujer nunca conoció problemas ni dificultades económicas, vivía como en la gloria. Y siento un gran rencor hacia ella porque ocupó el lugar de mi madre y hizo que mi padre se olvidara de mí.

- No hace falta ser detective para entender que una madre amorosa escondió a su hija de un matrimonio no deseado, - me acerco a ella casi tocándola y siento cómo se tensa. - Inventaron lo del monasterio, pero Lara podría estar en cualquier parte. Tal vez ahora mismo está tomando el sol en algún lugar cálido. ¿Será que papá lo sabe?

- No importa lo que digas, él no te creerá, - sisea y retrocede. Ella misma quería alejarse porque el olor de su perfume es sofocante. Horrible aroma. - Eres una chica astuta, inventarás cualquier cosa para evitar el matrimonio. No entiendo por qué te resistes. Tendrás un futuro asegurado, no te faltará nada. ¿Acaso te gusta vivir en la vieja casita de tu abuela?

- ¿Entonces por qué su hija rechazó esa felicidad?

Margot se da media vuelta bruscamente y se dirige a la puerta, pero se detiene antes de salir y se vuelve hacia mí.

- Tú no eres madre y no sabes lo que es ver a tu hijo llorar todos los días. Ella no quería casarse con Yegor, amaba a otro. Y por más que le rogara, decía que no podría vivir en esa casa, que haría algo drástico. Perdió cinco kilos en un mes. Me asusté. Ni todo el dinero vale la pena si se pierde a un hijo. Tu padre es terco y confiado. No quiere perder parte del negocio. Para él, su trabajo siempre ha sido lo primero. ¿Acaso puedes culparme por amar a mi hija?

- Creo que hiciste lo correcto, - respondo serenamente. - Lara tuvo suerte de tener a su madre a su lado cuidándola.

En cierto modo, envidio a mi hermana. Ocupe el lugar de Lara porque hay alguien que se preocupa por ella.

- Gracias por entender y perdona por lo que pasó. Yegor no es malo, tú eres inteligente y creo que podrás llevarte bien con él.

- Sin duda, - sonrío maliciosamente.

Margot se va. Y por primera vez en seis meses, pienso bien de ella. Margot no es tan mala cuando se trata de su propio hijo.

Suspiro profundamente y me acerco al paquete que dejó la madrastra en la cama. Lo abro y veo un vestido rosa pálido. ¿Es una broma? ¿Es que acaso uso rosa? Este color es para rubias, precisamente a su hija le sentaría bien este vestido.

No puedo soportar ningún tono de rosa. Bueno, toda simpatía hacia Margot desaparece al instante. Arrojo el vestido al rincón y me dejo caer en la cama. Tomo mi libro y trato de leer, pero no puedo dejar de pensar en que mi vida se está desmoronando.

¿Podré entenderme con Yegor? Veremos. Cada vez me atrae más la propuesta de mi padre de llevar al novio al borde de la locura. Para que se aleje de mí si yo no puedo escapar.

Sonrío para mí misma. No será fácil. Y en realidad, soy una buena chica y no hago travesuras. Pero si es necesario...

Como dicen, si se acorrala a una bestia, hará cualquier cosa. Incluso si esa bestia es un gatito solitario.

No hago nada hasta la tarde. Sigo acostada con mi libro, tratando de olvidar que pronto llegará mi futuro esposo.

Cuando Margot vuelve a entrar y me dice que es hora de vestirse, la ignoro. Ni siquiera voy a tocar ese vestido. Si voy a mostrar mis dientes, debo empezar ahora.

Me pongo unos pantalones deportivos y una sudadera con capucha más grande de lo necesario. No me peino, solo recojo mi cabello en una cola y me pongo la capucha. Cómodo y cálido, que se atrevan a decirme algo.

Justo a las siete, entra mi padre.

- ¿Qué llevas puesto? - se sorprende mirándome de arriba abajo. - Dina, ¿en qué te has convertido? Cambia de ropa rápido, Yegor ya te espera en la sala.

- Me he convertido en una chica que realmente quiere no gustarle a su prometido, - levanto la barbilla con terquedad y coloco mis manos en las caderas. - Y así bajaré por mi propia voluntad. De lo contrario, tendrás que sacarme a la fuerza. Y Yegor se dará cuenta de lo cerca que está el momento en que se romperá el trato de tu lado.

Papá resopla y se acaricia la barbilla.

- ¿Decidiste actuar ya? - percibo un tono de aprobación en su voz. - Bien hecho. Mi chica. Sabía que no me defraudarías. Eres igual a tu madre, terca y decidida.

- Mi determinación es forzada, no tengo otra opción.

- No exageres, - hace un gesto con la mano. - Casarte con Yegor no es una catástrofe. Es un buen hombre, serio, y ahora dirige el negocio de su padre. Vivirías en abundancia y no te faltaría nada.

- ¿Te has puesto de acuerdo con Margot? Repiten lo mismo, - bufo y me dirijo a la puerta. - Vamos ya, nuestros invitados nos esperan.

Bajo las escaleras al primer piso. La primera en verme es Margot, quien palidece. Por supuesto, está en shock; pensaba que me pondría su vestido rosa.




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