La verdad es que Leonor conocía los rumores respecto a Iván Cifuentes. Lo poco que lo recordaba era un muchacho alto y serio que poco se relacionaba con ellos, ya que estudiaba en el extranjero. Recordaba que su suegra solía alabarlo mucho, e incluso era quien iba a heredar la compañía de su padre por ser el mayor.
Pero el accidente que lo dejó atado a un bastón de por vida y además le produjo heridas que deformaron su rostro, lo hizo alejarse de todos, encerrándose en una vieja villa familiar de la cual nunca ha salido. Rehuyendo las visitas e incluso el contacto con su propia madre.
¿Entonces porque acepto casarse con alguien que con suerte vio un par de veces?
—Hija, no estás obligada a hacer esto, tienes toda una vida por delante, ya verás que a tu padre pronto le darán el alta y volveremos a casa. No aceptaremos el matrimonio de tu hermana con Esteban. Ambos te han traicionado, nos han mentido, han jugado sucio.
—Mamá, ¿con quién realmente estaba comprometida siempre fue con Esteban?
Su madre abrió los ojos con sorpresa sin responder de inmediato.
—Había solo conversaciones, tu padre y el padre de Esteban eran muy amigos y por eso siempre decían que sus hijos iban a casarse. No hubo un compromiso formal hasta la petición de su amigo en su lecho de muerte. Pero desde un inicio ellos siempre pensaron en ustedes dos. Iván era mayor por siete años a ti y por eso no lo consideraron.
—Entiendo...
Cuando niña, al escuchar estos rumores, Leonor creo un mundo de fantasía alrededor de la imagen de Esteban. Las palabras de ambos adultos arreglando el supuesto matrimonio de sus hijos la hizo crear todo un fantasioso futuro juntos, desde su matrimonio, su vida e incluso los hijos que tendrían. Pero esas fantasías solo fueron de ella, no de él. Mientras su vida empezó a girar alrededor de la vida de Esteban, él, mirada hacia su lado, no a ella sino que a su hermana, Evelyn.
—Está listo —dijo su madre con resignación luego de terminar de peinarla.
—Mamá, no estés triste, todo estará bien.
La mujer no pudo evitar sollozar, secando sus lágrimas con su propio vestido.
—Ni siquiera puedo ir contigo a acompañarte en todo esto. Hija, tienes donde volver, no te olvides que un matrimonio no es atarse una cuerda al cuello, en casa te esperaremos.
—Está bien, lo prometo, si pasa algo, volveré. De todas formas, la familia Cifuentes solo necesita que entre a la familia, no que me mantenga en ella.
Aunque la verdad Leonor no se casa por la familia Cifuentes. Su decisión fue empujada por el propio despecho al ver a Esteban y a su hermana siendo tan cariñosos y felices, como si en esto no hubieran herido a nadie. Olvidándose de su dolor ante la doble traición.
Esteban con ella nunca fue así de cercano ni cariñoso. Fue amable y educado, pero manteniendo siempre una barrera divisora entre ambos. Debió haberse dado cuenta de eso antes de haber ido al altar y ser rechazada frente a todos.
Soltó un suspiro y su madre la tomó de ambas manos.
Su madre parecía a punto de decir algo cuando dos golpes en la puerta las hizo a ambas saltar.
—Señora, ha llegado el auto para buscar a la señorita.
Iván Cifuentes había mandado el vehículo que la llevaría a la oficina del registro para firmar el matrimonio. No habría boda, ni ceremonia, solo la simple firma del trámite para casarse.
Sus dos testigos serían su hermana y Esteban.
Su madre la abrazó llorando, repitiendo que no era necesario que hiciera, esto, que la familia Cifuentes se fuera al diablo, que no quería sacrificar a ninguna de sus hijas, haciendo sentir a Leonor como si estuvieran enviándola a un sacrificio del cual nunca volvería. Se demoró en calmar a su madre antes de al final acercarse al auto.
El conductor al verla se bajó a abrirle la puerta, contemplándola con una descarada curiosidad y una semi sonrisa. Es joven, alto, de cabellos oscuros, y una expresión relajada.
—Un gusto, señorita Mayer, desde hoy seré su chófer, mi nombre es Sebastián. Puede llamarme "Seba" "Bas" o como se le dé la gana.
—Muchas gracias, pero tengo mi propio auto y sé conducir —le respondió de inmediato.
El hombre soltó una risa ante la sorpresa de Leonor.
—El señor no la dejará tocar un volante, así que sí o sí, desde ahora dependerá de mi llevarla a donde quiera ir.
—¿Qué?
Y sin agregar más cerró la puerta para luego subir al lado del conductor. Leonor no puede creer el descaro del chófer.
Apenas subieron las maletas a la parte de atrás del vehículo, este inició su marcha. Quisiera preguntarle que quiso decir con eso, pero por ahora no lo hará, tiene tantas cosas que golpean su cabeza, que empiezan a cuestionar la decisión que ha tomado debido al rencor contra su ex prometido y su hermana, sin saber si acaso ella misma se ha empujado a la boca del lobo.
—Ya llegamos, señorita Mayer —exclamó al hombre abriéndole la puerta.
Reaccionó con sorpresa, se perdió tanto en sus pensamientos que el viaje se le hizo mucho más corto de lo que realmente era. Descendió de su vehículo y detuvo su mirada en el chófer.
—¿Dónde está tu jefe?
—Paciencia, él sabe cuando venir, entre y espere —fue lo que dijo antes de volver a subir al auto.
Leonor no entendió lo que quiso decir, la verdad es que esperaba al descender del auto encontrarse con su futuro esposo, pero salvo Esteban y Evelyn no había nadie más. Pero fue cosa de verlos a ambos para sentirse amargada.
¿Por qué se le ocurrió elegirlos como testigos? ¿Qué le pasaba por la cabeza al hacerlo?
Cuando ellos se dieron cuenta de su presencia de inmediato se acercaron a su lado. Tensó su rostro al notar como se tomaban de las manos y como parecían una feliz pareja de enamorados. Tragó saliva con amargura.
—¡Hermanita! ¡Muchas gracias por hacer todo esto por nosotros!
Señaló Evelyn dándole un fuerte abrazo que Leonor no respondió. Quisiera saber lo que en realidad piensa su hermana menor ¿Acaso no hay una pisca de conciencia por lo que le hizo? Ella sabía cuanto amaba a ese hombre, cuan feliz y ansiosa estaba por casarse con él, como había planificado su futuro a su lado, y cómo su vida giraba en torno a Esteban. Siquiera deberían ambos mostrarse arrepentidos y no con esa expresión tan feliz y enamorados, que es como si le abofetearan en el rostro.
Editado: 20.08.2025