La novia del monstruo

Capítulo 5

Leonor no reaccionó de inmediato, solo se quedó mirando los ojos claros de aquel hombre. Hasta ahora no había notado lo bonito que eran sus ojos. Sintió calor subirse a su cabeza por la cercanía y más por la sensación de esa mano, de mayor tamaño, encima de la suya.

Retiró la mano del piano, y de inmediato Iván se apartó de ella tosiendo con incomodidad. Solo había escuchado el sonido de las teclas del piano y había salido del despacho sin pensarlo a detener a quien lo tocaba. No pensó que fuera Leonor.

—Lo siento —musitó la mujer llevándose la mano a su regazo, la verdad es que tenía la idea que la mano de Iván podía ser fría y le sorprendió la calidez que emanaba de ella.

—No, soy yo quien se disculpa, no quise asustarte —exclamó cerrando el piano.

La mujer pudo notar como esos ojos bajaban su mirada por un segundo mientras miraba el piano, con un dejo de tristeza que no pasó desapercibido. Al parecer es más que simple piano, y si lo hubiera sabido nunca se hubiera atrevido a tocarlo.

—¿Ya has comido? —le preguntó Iván sin mirarla.

—No, estaba conociendo el lugar... ¿Usted ha comido? Digo ¿Tú has comido?

Es incómodo tutearlo, aunque ahora son marido y mujer, siempre lo vio como su cuñado, como aquel joven apuesto y lejano que nunca se acercó a ellos y solo saludaba por cortesía para apartarse pronto.

En realidad, pensándolo bien, ¿por qué aceptó casarse con ella cuando también es una desconocida para él? ¿Será por qué pensó que con los rumores de que su rostro quedó dañado ninguna mujer querría casarse con él y esto lo vio como una oportunidad?

Ella, en cambio, se casó por despecho contra Esteban y su hermana, y ahora con la cabeza más fría se siente mal de haber utilizado a Iván en un ataque de celos y rencor.

—Yo....

—Señor Cifuentes, disculpe la interrupción —apareció su asistente, Antonio, con el teléfono en la mano—. Tiene una llamada y debe atenderla.

—Bien —Iván tensó la mirada y el cambio de su actitud fue notorio—, voy al despacho a atender la llamada, procura que Leonor coma algo.

Y sin agregar algo más se alejó por el pasillo. Antonio no se movió de su lugar.

—¿Dónde quiere comer? ¿En la terraza, el comedor, en su habitación? —le preguntó mientras ella no despegaba la vista del hombre que se alejaba a la distancia.

—¿El señor Cifuentes no va a comer?

Antonio la miró con seriedad unos segundos. No pudo evitar pensar que la decisión de su jefe de casarse con alguien que lo llama "señor Cifuentes" denota la poca confianza de ella hacia él.

No deja de pensar que su decisión fue algo imprevisto. Recuerda ese día cuando Iván recibió la llamada insistente de su hermano menor, fue escucharlo sugerirle un matrimonio convenido para que aquel sonriera con ironía, pero en cuanto escuchó que la novia sería "Leonor Mayer" la expresión burlesca del rostro de su jefe se borró de inmediato y sin pensarlo aceptó casarse.

Por ello creyó que entre Leonor e Iván siquiera existiría un lazo de amistad, en su infancia o algo así, pero el exceso de cautela y cortesía de Leonor le hizo darse cuenta de que eso no es así. No existe ningún lazo de confianza, por lo menos de ella hacia él.

Entonces, ¿por qué el solo hecho de escuchar el nombre de esa mujer lo hizo aceptar este matrimonio sin pensarlo?

Iván no es alguien que toma decisiones precipitadas. Es uno de los hombres más inteligentes y capaces que ha conocido. Temerario e incluso cruel, si se trata de negocios. Por algo es el presidente de una corporación tan grande.

—No, él no suele comer a sus horas, come algo mientras trabaja —dijo finalmente respondiendo la pregunta de Leonor.

—¿Y eso está bien? Me refiero a que no se ha enfermado por no comer a sus horas.

—Supongo que se acostumbró a comer solo que a la final ya le da lo mismo sentarse a la mesa o no.

Leonor estaba a punto de reclamar y decirle que ahora no estaba solo, que ella estaba ahí también. Pero luego pensó que sería muy impertinente de su parte, al ser una recién llegada y cuestionar la forma de vivir de las personas de esta casa.

—Comeré en mi habitación, pero... —titubeó antes de continuar—, me gustaría cenar con mi esposo, ¿le puede decir ese mensaje?

Antonio alzó ambas cejas al escucharla.

No es un reclamo, pero ya que decidió casarse con él, quiere conocerlo más y ser una buena esposa. Contempló su mano sintiendo con desilusión como la sensación de calor del toque de Iván ya se había desvanecido.

—Está bien, se lo diré.

Dijo finalmente el asistente antes de retirarse. Leonor se cuestionó si estaba haciendo lo correcto, forzándolo a hacerle compañía, cuando en ese momento su teléfono comenzó a sonar. Era su madre quien la llamaba. Sintió angustia de pensar que podrían ser malas noticias, por lo que contestó de inmediato.

—¿Mamá? ¿Pasa algo?

—No, cariño, tranquila, es para avisarte que tu padre está mejor y quiere verte, a ti y a... tu esposo.

—¿A Iván?

—Estamos tristes de no haber podido estar contigo en tu boda.

La verdad es que fue lo mejor, solo fue una firma del contrato matrimonial, no una boda en sí, y conociéndolos se hubieran decepcionado.

—En cuanto tu padre vuelva a casa queremos hacer una comida familiar, espero que eso no sea un inconveniente, para tu... marido, como dicen que no le gusta salir de su casa.

—Sí, tranquila, veré si tiene tiempo, él trabaja mucho y...

—¿Te trata bien? —la angustia en el tono de voz de su madre no pasó desapercibida.

Leonor sonrió con suavidad.
—No te preocupes, él es un buen hombre, todas esas habladurías son falsas, es educado, me trata con respecto, es cálido...

Dijo esto mirando su mano.
—¿Cálido? —preguntó su madre.

Leonor sintió el calor subirse a su cabeza, había dicho eso último sin pensarlo. Es que la verdad Esteban nunca la trató con esa delicadeza, ni nunca su mano fue tibia ni cálida, incluso si lo piensa bien, se da cuenta de que las pocas veces que tomó la suya siempre se sintió forzado y frío. Y se había conformado con eso. Enamorada se encegueció aceptando un cariño que en realidad nunca existió.




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