Esteban arrugó el ceño, sentado en el escritorio de su oficina. Durante todo el fin de semana no pudo dejar de pensar en Leonor. Le preocupa imaginar que en realidad vive un infierno al lado de su hermano mayor. Pese a mostrar lo contrario en la cena. Sabe como ella es capaz de simular y esconder sus propios sentimientos y guardarse todo. Eso es algo que nunca le gustó de su ex prometida.
Evelyn, a diferencia de Leonor, es muy transparente y no es capaz de esconder lo que piensa, es por eso que se sintió más atraído por ella.
Leonor siempre le pareció una mujer complaciente, educada de tal forma para ser su esposa que no era capaz de tener identidad propia, que callaba pese a sus desplantes, que no se queja cuando la trataba con indiferencia, que sonreía incluso cuando le cancelaba las citas sabiendo que ella ya había llegado al lugar de encuentro.
Imaginarse, vivir una vida así con Leonor lo desesperaba. Era como una simple muñeca, bonita y elegante, obediente, pero una cáscara vacía por dentro. Odiaba ver como se tragaba su orgullo y como jamás fue capaz de enojarse ni sacarle en cara nada de su forma de tratarla, por más que él intentaba hacerla enojar.
No entendía como su madre pretendía que quisiera una mujer así como esposa, e imaginaba un futuro atrapado en una vida cotidiana y aburrida al lado de Leonor.
Pero desde que vio a su hermano aparecer aquel día en el registro civil para casarse, cuando la tomó de la cintura como reclamándola suya, y la hizo entrar a su auto llevándosela de su lado, no ha podido dejar de pensar en Leonor.
Aunque nunca la quiso para ser su esposa, eso no quería decir que no se preocupaba por ella, y se acostumbró tanto a tener a su alrededor que el no poder verla como antes lo hace sentirse más inquieto.
Desde la cena en casa de sus padres, no olvida como su sonrisa le pareció más bonita ese día; como su tranquilidad y paciencia, que antes se le hacían insoportable, ahora las añora; e incluso su intento de querer complacer a los demás le despierta ganas de querer protegerla.
Y aunque fingió llevarse bien con su ahora esposo. No cree en nada de eso, su hermano es un tipo serio, sin sentimientos, que solo le interesa trabajar y mantener la empresa, y que nunca antes había mostrado interés en casarse. De seguro, Iván la maltrata dentro de esa casa oscura, ahogándola en su soledad y egoísmo. Leonor debe pasarse encerrada en la habitación, lamentándose de su destino, pero lo peor para Esteban es pensar como debe ser infierno cada noche en donde debe complacer a su cruel hermano.
—No había huellas visibles en su cuerpo que muestren el maltrato que está padeciendo, pero de seguro bajo esa ropa se puede ver la tortura en la que está viviendo...
Apretó los dientes, porque quien la empujó a esto fue él. No solo la abandonó en el altar, sino que además la empujó a los brazos de un hombre sin corazón capaz de destruirla. Si Leonor es miserable, la culpa es suya.
Se llevó las manos a la cabeza, debe buscar una forma de salvarla de esa situación, hablar con ella, darle el valor de huir de ese monstruo. Debe ayudarla a lograr anular esa boda.
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La taza de té fue tomada por la joven mujer mientras deja de lado el libro que acababa de empezar a leer. Arrugó el ceño contemplando el atardecer. Aunque el rojo del cielo de la tarde, con las nubes que lucen como una pintura fantasiosa, no puede disfrutar el paisaje como quisiera. Algo no deja de inquietarle. Desde aquella cena en casa de sus padres no ha podido volver a encontrarse con Iván, ni siquiera cruzar unas palabras más que un saludo cuando por casualidad se han encontrado en el pasillo.
Iván no ha aparecido ni en el desayuno, ni en el almuerzo, ni tampoco en la cena. Solo Antonio ha aparecido a avisarle que su jefe no va a poder acompañarla a comer debido a su trabajo. Pero Leonor siente que Iván en realidad la está evitando.
¿Será que algo de lo que pasó en ese encuentro con sus padres o su Esteban provocó que él se sintiera incómodo, tanto como para no querer darle la cara?
—Señora Leonor —Antonio apareció justo cuando la mujer se había colocado de pie con intenciones de entrar a la casa, ya que el aire fresco le provocó dolor de cabeza—, esta noche tampoco el señor va a poder acompañarla a cenar, tiene temas pendientes que mañana deben estar listos.
—Entiendo —respondió con seriedad—. Tampoco cenaré, no me siento bien, iré a la cama.
—¿Necesita un médico?
Leonor detuvo sus pasos y sonrió negando con la cabeza.
—Es solo un dolor de cabeza, con un poco de sueño bastará.
No es mentira lo que dijo, en verdad si le duele. Así que luego de subir a la habitación se colocó su piyama y se metió a la cama, intentó seguir la lectura del libro que estaba leyendo, pero no fue posible. Se tomó una pastilla para el dolor de cabeza y se acostó.
Intentó dormir, olvidarse de sus ideas, porque Iván sí la evita, de seguro no es porque le molesta su presencia. Ya buscará la ocasión de hablar con él y poder entenderlo.
—Él no es como su hermano...
Entrecerró los ojos con amargura, porque Esteban siempre buscaba evitarla usando cualquier excusa, y en su caso, sí era que le molestara tenerla cerca. No era necesario que lo dijera, bastaba con ver su expresión, su actitud para darse cuenta. El tema es que por años quiso engañarse ella misma de que eso no era así, llegando incluso al altar creyendo que en el fondo él la amaba, aunque nunca lo demostró.
Finalmente, pudo dormir, pero solo para saltar de una pesadilla a otra, y cuando abrió los ojos horas más tarde solo fue porque sintió una sed desesperante.
La casa luce silenciosa, a estas horas ya todos deben estar dormidos. Se sirvió un vaso de agua, sintiendo como su cabeza arde, de seguro debe tener fiebre. Se siente tan torpe que sus manos no pudieron sostener el vaso y este se resbaló de su mano haciéndose pedazos en el piso. Fue una suerte que ninguno de los trozos de vidrios la hieran.
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Editado: 25.09.2025