La novia perfecta para un jugador

Capítulo III

Capítulo III

 

Todavía no sé cómo me las arreglé para evitar tener un ataque de pánico en el auto de camino al hospital. Quizá fueron los nervios o seguramente el llanto del pequeño -que ahora sé, se llama Joseph- lo que me distrajo. No puedo creer tampoco haber sido lo suficientemente audaz como para iniciar un viaje, por corto que éste fuera.

Patrick sin siquiera esperar a que yo me estacionara correctamente salió del auto, llevando a su hijo rápidamente hasta el interior del lugar, lo que gracias al cielo me permitió unos segundos para respirar profundamente; tenía que recomponerme porque de otra manera seguro me dejarían internada también. Podía irme, seguramente él no lo notaría, estaba demasiado ocupado.

Sin embargo, yo sé lo que es tener a un pequeño enfermo, conozco la desesperación e impotencia de la situación. El hombre está vacacionando, lo que significa que su familia -si es que la tiene-, no va a poder llegar aquí tan rápido como le gustaría. Con eso en mente, sigo el camino hasta el hospital, algunos de los enfermeros me saludan con un gesto que les devuelvo, creo que debido a mi palidez están considerando preguntarme cómo estoy, niego lentamente con la cabeza y continúo mi camino, al llegar a la sala de espera me encuentro con el enorme hombre que esperaba ver; sentado en una de las incómodas sillas, tiene el rostro en sus manos mientras que su pierna se mueve incontrolablemente de un lado a otro.

—Aquí están las llaves de tu auto. —suelto lo primero que se me ocurre, él levanta su mirada hacia mi dirección; esos ojos verdes oliva parecen traspasarme, es como, si de alguna manera pudiera ver a través de mí, me abrazo a mí misma, casi simulando estar protegiéndome... de él.

— ¿Qué?

Preocupación se marca por cada línea de su rostro. —Tus llaves —las extendí. —, ¿cómo está él?

—Gracias —dice tomándolas, sus manos son enormes en comparación con las mías. —. Nadie me dice nada. Solo pidieron completar un formulario, lo hice lo más rápido que pude.

—Va a estar bien. —digo con suavidad.

— ¿Cómo lo sabes? —pregunta, hay cierta exasperación en su tono. — ¿Cómo puedes parecer tan segura de ello? Hoy mi hijo ha estado en peligro dos veces, te recuerdo que estuviste allí en la primera oportunidad.

—No se me olvida —respondo con un suspiro.—. Lo siento, ¿está bien? Me disculpo por lo que sucedió con los niños, jamás me imaginé que ellas actuarían así, no acostumbran a hacer ese tipo de cosas. Fue horrible y potencialmente peligroso, así que lo lamento. Si te sirve de reparación, serán castigadas. —él no dice nada, solo me observa, definitivamente no tengo idea de qué hacer con esa mirada que me dirige, solo en cuanto noto que no tiene planes de responderme, retrocedo, dispuesta a irme. —Bien, si no quieres decir nada... yo...

— ¿Cómo te llamas? —pregunta de repente.

— ¿Disculpa?

—Tu nombre, ¿cuál es?

—Farah Prince.

—De acuerdo, el mío es Patrick Rutledge, pero creo que ya lo sabes, ¿no es así? —asiento, intentando no avergonzarme por ello. No tiene nada de malo que lo sepa, ¿verdad? ¡Es su culpa! Él es la estrella.

—No soy una fan obsesionada o algo. —aclaro.

Él resopla. —Eso es obvio. Una fan jamás se hubiese burlado de mí. —recuerdo cuando pisó el pis de Loki y casi me río nuevamente, su ceño se frunce inmediatamente, seguro al ver mi expresión.

—Sí, lo siento por eso también.

—No pareces sentirlo. —refunfuñó.

—Es que fue algo gracioso. —reí nuevamente entre dientes y él se colocó en pie, imponiéndose un poco con su tamaño. Su camiseta blanca, pantalones oscuros y zapatillas le hacían parecer un tipo normal, común, accesible. Pero su ceño fruncido era capaz de espantar a hombres más grandes que yo, extrañamente, no estoy asustada.

—Desde mi punto de vista, no. Te has reído dos veces de mí hoy. —dijo con sequedad.

—Lo que me elimina automáticamente de la categoría de fan enamorada, ¿no es así? —sonrío. Entiendo que tenga admiradoras, es famoso, todos ellos las tienen. Pero nunca me ha gustado lo suficiente un actor, músico o deportista como para convertirme en gran seguidora. Creo que para eso hace falta constancia, entrega y amor.

Él iba a decir algo, pero en cuanto hubo un movimiento a mi espalda caminó directamente hacia allá. ¿Yo? Lo seguí, por supuesto, también quería saber cómo estaba el pequeño.

El doctor que estaba atendiéndole es nada menos que Nick Simon, el pediatra de las gemelas, al verme sus ojos normalmente fríos se suavizan, hay un cariño especial aquí, también fue mi pediatra y nos conocemos de toda la vida.

— ¿Qué tal todo, niña? —se ve muchísimo más joven que sus sesenta años, es muy activo deportivamente, también.

—Excelente, ¿cómo está Joseph?

—Le vamos a practicar una serie de exámenes, cuando mucho en una hora van a estar listos. Pueden pasar a la habitación para acompañarle.

—No le gustan las agujas. —dijo Patrick, pasándose las manos por el cabello, la situación lo tenía tenso y no es para menos.



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En el texto hay: amor, dinero, otros

Editado: 01.10.2021

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