Capítulo X
Patrick.
Tres días después de nuestra aventura en la pista de patinaje todo parecía -relativamente- tranquilo, aguardaba pacientemente para mi próximo movimiento con Farah. Esa tarde luego de nuestra conversación había decidido dejarla tranquila, tampoco quería parecer un maldito acosador, porque en realidad no lo soy. Entonces, cuando huyó como una gacela asustada de la pista no dije ni hice nada para fomentar algún tipo de contacto, en cambio, me centré en pasar un rato sorpresivamente agradable con las hermanas de la mujer; por lo poco que había conocido de las gemelas, me había quedado claro que eran unas niñas inteligentes, arriesgadas y muy audaces, pero al tratar un poco más también noté que pueden ser agradablemente encantadoras sin ningún tipo de intención secundaria. Es más, puedo decir para mí mismo que me siento orgulloso de haber compartido ese tiempo con ellas, como estudiantes son bastante receptivas; cuando enfocas su atención en algo que les gusta pueden definitivamente asombrarte gratamente.
Recuerdo que hace unos días Farah me preguntó cómo pude distinguir a las gemelas yo le dije que había sido suerte, pero claro, esa es una gran falacia.
No hubo fortuna en aquella conversación, sabía perfectamente a quién le estaba hablando, y aunque eso se deba a diversas razones hay una en concreto que puedo permitirme resaltar: Annie tiene la mirada dulce mientras que Alice la tiene llena de resentimiento. Es tan simple como eso, además de muy lastimoso. Farah todavía no ha notado el nivel de decepción con el cual su hermana pequeña ve la vida. Alice es, en definitiva, la gemela que puede convertirse en un absoluto peligro; la que su ira puede llevarla a engañar, mentir y traicionar.
Yo definitivamente sé de eso. Puedo reconocer ese brillo codicioso, la necesidad de ser más, las ganas de marcar la diferencia entre ella y su clon físico, es tan claro, por lo cual me molesta que nadie más lo note ni se preocupe de lo nocivo que podría ser la envidia, los estragos a ocasionar y lo lejos que podría llegar eso, causando a la parte confiada e inocente -Annie- un daño irreversible.
El escalofrío que recorre mi cuerpo es indetenible mientras que algunos recuerdos me avasallan; sé reconocer ya, tal expresión de rabia en el rostro de Alice, porque la tuve frente a mí mucho tiempo; quince años para ser exacto; entonces, cuando todo explotó fue demoledor y dieciséis años después la herida sigue abierta y punzante, las réplicas de tal terremoto siguen volviendo de vez en cuando, para traer a colación que estoy en deuda, mi perfección es solo una fachada que puede resquebrajarse en cualquier segundo.
Joseph está enfermo, de nuevo.
Desde hace dos horas que su temperatura se elevó, contacté con el médico, él no cree necesario llevarlo hasta el hospital, solo me recomendó un jarabe y vigilarlo atentamente para saber su progreso en toda la noche, lo cual, por supuesto conlleva una discusión con su niñera.
—Me quedaré con ustedes. —Dice al verme ingresar a la habitación, después de regresar de comprar todos los medicamentos recetados por el médico.
—Puedo vigilarlo yo.
—Eso lo sé, pero sería mejor si no tuvieras que hacerlo solo, ¿verdad? —Se encoge de hombros. —Además, si permites que las gemelas vean la televisión en tu alcoba, estarán encantadas y tranquilas. —No queremos alarmar a las niñas tampoco, han pasado por la habitación del pequeño varias veces en estas últimas horas, preocupadas por su incesante llanto, incluso Loki, con su pata enyesada ha lanzado uno que otro aullido lastimero casi como percibiendo la tensión en el ambiente.
—Te pagaré el doble por esto. —Prometo.
—Por mucho que te sorprenda, en este momento es lo que menos me importa.
—Pues debería, estás haciendo un trabajo. —Replico de los nervios, detesto que se ponga en ese plan, hace poco; cuando le pagué por su primera semana aquí, prácticamente montó un escándalo. Sí, estoy consciente que fue más de lo que habíamos acordado, incluso, más de lo que pago por la niñera habitual de Joseph. No obstante, después de lo sucedido en la pista tenía que dejarle claro que yo llevo las riendas de esto y que, si deja su absurdo teatro de no estar interesada, puede irle muy bien conmigo en todos los aspectos, ¿a qué mujer no le gusta que le regalen cosas? ¿Sitios caros y ropa fina? ¡A todas! Eso no tiene nada de malo, entonces, ¿por qué se comporta como si fuese el maldito fin de mundo?
Ella no dijo nada mientras que me acercaba a mi hijo para darle la medicina, no mentiré, estoy muy preocupado por él y representa un gran alivio que Farah, sus gemelas y su perro se queden para hacerme compañía, es decir, ella ha cuidado de esas niñas desde hace tiempo, debe saber qué hacer en estos casos cuando los bebés se enferman y los adultos estamos a punto de sufrir un maldito infarto.
—Tranquilo —susurra. —, no pasa nada, quizás es solo un resfriado. Los últimos exámenes no arrojaron nada grave.
— ¿A las chicas les ha pasado? ¿Estas fiebres? —pregunto al verla colocarlo en su cuna, sentándose a su lado permitiendo que él tome dos de sus dedos con su pequeña mano, decido ubicarme frente a ellos y Joseph me mira para tomar uno de mis dedos con su mano.
—Una vez, hace meses y a las dos juntas. Claro, ellas están más grandes, pero igual preocupa. Creo que no dormí bien en una semana.