María
Acababa justo de preparar el desayuno cuando la puerta se abrió y Vadim entró a la cocina. Parecía que acababa de salir de la ducha, porque solo llevaba pantalones deportivos y sostenía su camiseta en las manos. Me sentí un poco incómoda cuando vi su torso desnudo, y pareció notarlo porque se puso la camiseta.
—Buenos días—dije. —Todo está listo, ya podemos desayunar.
—Buenos días—me sonrió y se acercó a la mesa. —Huele maravilloso. Ahora sólo quiero comida casera. Siéntate conmigo. De verdad—me miró. —¿Hoy nos vamos juntos, no es así?
—Sí—sonreí. —¿A las nueve y media, correcto?
—Sí—asintió. —Por cierto, ¿qué pasa con el piano? ¿Vas a organizar el transporte? ¿Puedes hacer el pedido tú sola? Con los transportistas, para que lo coloquen donde haga falta. Quizás en la sala del primer piso, hay mucho espacio libre.
—Voy a necesitar encontrar alguna empresa de mudanzas—reflexioné. —¿Tienes alguna sugerencia? Yo luego llamo y me encargo de todo...
—Claro—asintió él. —Te paso los contactos ahora mismo—extrajo su móvil y al instante mi teléfono alertó de un nuevo mensaje. Había varios contactos. —He añadido un par, elige al que pueda más pronto.
—Bien, llamaré a estos, si todo va bien, ya hoy podré tocar un poco...—me emocioné, porque, sinceramente, había echado mucho de menos el piano. En casa me gustaba tocar antes de dormir.
—Perfecto, entonces esta noche podré escuchar algo—respondió Vadim con entusiasmo, terminando su tortilla y tomando café. —Estoy muy curioso de escucharte tocar.
—Cuidado, porque pronto podrías decir: "Basta, ya me he cansado de la música". Bueno, puedo tocar cuando estés en tu trabajo—le propuse.
—Dame al menos la oportunidad de escucharte—aclaró sonriendo. —No haremos ruido por la noche, pero por lo demás, tengo ganas de verdad.
—Entonces trato hecho—me levanté de la mesa. —Voy a cambiarme rápido, porque pronto nos vamos, y todavía estoy en bata.
—Yo también tengo que cambiarme de ropa de casa—él también se levantó. —Antes de que te mudaras aquí, podía andar en ropa interior... Ahora tenía que buscar algo de ropa para estar en casa.
—Disculpa—dije. —Te causo inconvenientes, pero espero compensarlo con la comida casera... Oh, por cierto, casi olvido—me acerqué al refrigerador y saqué una bandeja con albóndigas y arroz hervido. —He aquí el almuerzo, te prometí llevarte algo al trabajo.
—Gracias, María—miró dentro de mis ojos. —¿Hay una manera menos formal de llamarte? "María" suena muy formal, y me gustaría que estuviéramos más cerca.
—Llámame como prefieras—contesté. —Mi nombre completo es María-Magdalena, así me llamó mi madre en honor a la heroína de alguna película. Pero me parece demasiado largo y pretencioso...
—¿Y cómo te llaman tus amigos? ¿Masha, tal vez? ¿O algo diferente?—preguntó Vadim, interesado.
—Cuando estaba en la escuela, estudiábamos francés y mis amigas me llamaban "Mari" a la francesa—dije. —En el conservatorio algunos dicen "Masha", otros "María", otros "Marichka"...
—"Marichka" también te queda bien—sonrió, mirándome a los ojos.
—Gracias—correspondí con una sonrisa. —Así que puedes llamarme como prefieras, estoy bien con cualquiera de las opciones.
—De acuerdo—Vadim asintió y continuó mirándome a los ojos, diciendo. —Fue delicioso, Masha. Gracias. A pesar de todo, estoy realmente contento de que tú seas mi esposa.
—Yo también estoy contenta—me detuve, buscando las palabras más adecuadas. —Feliz de que hayamos encontrado un lenguaje común...
***
Diez minutos después ya estaba lista para salir. Me miré al espejo y pensé que debía ponerme un poco de maquillaje. Anteriormente, rara vez usaba cosméticos, solo para ocasiones especiales. Pero me sorprendí deseando ser atractiva para Vadim.
"Simplemente, para que no se avergüence de su esposa", me dije a mí misma, como si necesitara una excusa. "Nada más..."
Aplicaba rímel en mis pestañas y un ligero polvo en mi rostro, luego usé algo de lápiz labial. Finalmente, me rocié una pizca de perfume en las muñecas. Después, tomé mi bolso y salí de la habitación.
En el vestíbulo vi a Vadim.
—Ya estoy lista, podemos irnos—le dije.
Por un momento, me observó atentamente, pareciendo un poco sorprendido.
—Sí, vámonos—se alejó la mirada. —Te ves bien, Masha.
Sentí calor en mis mejillas. Por alguna razón, su mirada me resultaba agradable, aunque hasta hace poco temía su atención excesiva. Pero no había tiempo para analizar mis emociones, teníamos que ir al curso de capacitación.
¿Acaso me habré hecho ilusiones de que a él le agradaba? Después de todo, había dicho que tenía una amante... Así que su conducta era meramente cortesía.Decidí prohibirme pensar en Vadim, pero no lo conseguía...