La nube entre las plantas

HostingTown

Pocos buenos comentarios se oyen sobre HostingTown. Algunos lo consideran el pueblo indicado para morar. Otros mencionan que es un lugar inhóspito y aterrador, y que lo único para lo que sirve es su conexión con Washington y SuckGharnMill, pues HostingTown es un lugar de cruce de varias rutas, simplemente una parada.
Así también fue para mí; yo en aquel entonces aún trabajaba como mesero durante las tardes; por la noche enviaba currículums para sacarle provecho a mi reciente título de biólogo y que pronto sacaría el de geología.

Mis padres me enviaron una carta en la cual me invitaron a ir a su casa para quedarme aunque fuera una semana con ellos, en Washington.
Aún a día de hoy me sigo estremeciendo e incluso tengo visiones al recordar esas toscas aguas café que se movían sin dirección concreta en todo el lugar con el fin de ahogar a los pueblerinos. Pero dos días antes de tales sucesos tan traumáticos, hice las maletas con lo justo y necesario, y tomé el autobús.
El conductor tenía un aspecto desolador, lo que invitaba a una atmósfera áspera y oscura dentro del autobús, llevaba zapatos desparejados: un mocasín y el otro era un zapato blanco sucio y maltratado, con una forma que recordaba a un pan con un hoyo. Lo que más me extrañó de aquel sujeto fue el contraste de su calzado y vestuario; limpio, planchado, y con un perfume exquisito.

En cuanto me subí, el ambiente áspero me invadió. Los pasajeros herméticos no paraban de mirarme como quien haya cometido asesinato. Tragué saliva y me senté en uno de los asientos de en medio, me orillé hacia la esquina con el objetivo de tener libre acceso a la vista de la ventana.

Conforme avanzábamos, el aire me carcomía, además, un olor a humedad estaba impregnado por todo el transporte, no se podía abrir las ventanas.
Me quité el suéter a causa del calor, rogué para que el viaje no durase mucho.
Aún al lado de la ventana continué observando el paisaje que se formaba. Según la ruta, íbamos entrando al pueblo desde la 119 (sur), luego iríamos al noreste y así llegar a Washington. El camino era rocoso y el autobús se tambaleó con constancia, lentamente el bosque se transformó en casas rodeadas de árboles por doquier. Era una vista preciosa, pero algo me asfixiaba incluso desde el interior del autobús.
No era bienvenido allí.

A diferencia de mis vecinos del transporte, la gente de afuera no era antisocial o reservada; Vi a un par de señoras intercambiando un saco de patatas por un manojo de dólares. También a una niña lindísima silbando alegremente por las calles mientras sostenía un balde con peces, era rubia y despreocupada dentro de su propio mundo. Incluso observé un camión con montones de pósters pegados, encima había un señor gordo con la mano alzada y la otra sostenía un micrófono.— ¡VOTEN POR JIM! —soltó el hombre. Algunas personas se reunieron alrededor del camión y lo escucharon.

Me vi sorprendido cuando de repente, la puerta del autobús se abrió y los pasajeros comenzaron a salir, todos salieron. Quedé solo, no obstante, no le dí más importancia y me quedé sentado, observé por la ventana como todos los pasajeros se iban en direcciones diferentes, ninguno fue recibido al salir por algún familiar o amigo.
Sentí una mano posada en mi hombro izquierdo, me sobresaltó y di la vuelta, descubriendo al conductor al lado mío de pie.
—Nos quedamos sin gasolina, lo lamento. Pero mañana continuaremos —me susurró aquel siniestro hombre con una voz áspera, como si arrastrara las cuerdas vocales.
Asentí, agarré mi maleta y entonces salí del autobús. Ahora estaba solo, en un pueblo desconocido que finge ser amigable pero oculta algo que sé, pero me es difícil sacarlo a flote.

Arrastré mis maletas y caminé hacia una tienda de abarrotes, que era el lugar más cercano a donde me encontraba.
Sonó el tintineo de la campanita y tres personas que estaban en la sección de revistas me voltearon a ver, pero rápidamente desviaron la mirada hacia las revistas. Pero noté como se quedaron inmóviles, tenían la mirada desenfocada y me veían sin mover las pupilas.
Fui a los refrigerios y tomé un ¿Qué era eso? ¿Un jugo-refresco? Era una bebida que nunca antes había visto, poco me importó y la llevé al mostrador.
—Hola, mucho gusto, soy Patrick Gharn. Nuevo trabajando aquí, ¿Se le ofrece algo más, señor? —Dijo un niño de nueve o diez años que apenas alcanzaba a ver por encima del mostrador. Lo dijo todo muy rápido y entusiasmado.

Era un alivio esa primera impresión, con todo lo extraño fuera me desesperaba demasiado, pero aquel niño era un buen suspiro.
—Amor, te dije que aún no estás listo para atender. Eres muy pequeño —intervino una mujer aparentemente de mi edad. Levantó al niño como a un hijo y le plantó un beso en la boca
¿Qué carajo? No mentiré que deseé echar a correr de ahí. Eso, de momento era el pináculo del pueblo, lo más raro y turbio en mi estancia, al menos de momento.
—Claro, bebé. Vuelvo en un momento —El niño le obsequió un beso en la boca, apasionado mientras enroscó su mano en la coleta del cabello de la chica. Luego ella lo bajó y me dirigió la palabra
—Disculpa, es muy travieso. Es mi...—
—No me interesa, ¿Cuánto sería?

Pagué por el jugo y entonces salí de la tienda, mantuve la misma mueca y expresión asqueada por lo visto.
En ese momento fue que apenas reparé en la gente del autobús, todos se habían bajado con prisa. Pero yo nunca había escuchado al conductor informar sobre el agotamiento de gasolina. Fue como si el destino siempre hubiese sido HostingTown en lugar de Washington.

Proseguí con buscar algún hotel para hospedarme hasta el día siguiente, lo cual hice con gran rapidez.
En contraste con las casas que eran demasiado antiguas y parecen sacadas de la era medieval, el hotel era mucho más moderno, tenía dos puertas de vidrio que se abrían a la par, una recepción muy bien decorada con luces amarillentas como de fiesta.
Me registré y fui a mi habitación designada.
13 metros cuadrados. Un buen pero ruidoso aire acondicionado. Una cama de 140 cm de ancho y 190 de largo, aunque mis pies por poco y no caben en todo el espacio.
Me quedé esperando con suma angustia el mañana.



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En el texto hay: sobrenatural, terror, horrorcosmico

Editado: 03.12.2025

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