La nube entre las plantas

El nuevo diluvio

Impaciente por ver todo el espectáculo, bajé casi de un tirón las escaleras. Encontré al posible responsable de los crujidos de hace un momento, al menos creí descifrarlo.
Todo el primer piso se hallaba completamente vacío; no había ni una persona merodeando ni durmiendo en los sillones. Aunque las luces seguían encendidas en su totalidad. En el recibidor, apareció de repente un señor similar a los pasajeros del autobús; bigote que no era tan prominente, pues era cortado con regularidad, ojeras de mapache, y la parte de atrás del cuello estaba muy negra.
—¿Se le ofrece algo, señor....?
—Winsschinz —Atajé. Aunque quería irme de ahí, pues el señor me incomodaba con su voz similar al conductor; áspera y arrastrando las cuerdas vocales.

—¿Entonces no hay nada en que pueda ayudarle, señor Winsschinz? Qué nombre tan raro, caballero, si me permite decirlo
—Este pueblo es más raro.
Soltó una carcajada. Aquel hombre lucía amigable al igual que la mayoría del pueblo, aunque se nota que todos ocultan algo; algo inexplicable para los visitantes. Me palmeó el hombro mientras detenía la risa.
—Sí, claro. Eso es si no te acostumbras. Bueno, señor Winsschinz, un gusto. Yo soy Allen Gharn

Gharn, Gharn, Gharn. Por lo visto este pueblo es más pequeño de lo que creía. Pensé en contarle de mi encuentro con su hijo, o de la relación ilegal que sostenía el pequeño Patrick. No obstante, me mantuve callado; a veces lo mejor es no hablar de más.

—Cuénteme, joven Winsschinz. ¿Es usted nuevo, verdad? ¿Cuánto tiempo lleva aquí en HostingTown?
—Un... —Tragué saliva y continué: —Tres días. Iba en camino a Washington, pero el autobús tuvo que detenerse por gasolina.
—¿Tres días y el autobús aún no recobra gasolina?
Era obvio que notaría mi farsa al instante. Pero el señor Gharn era igual a los demás pueblerinos, no podía confiar en nadie.
—Ah, me di a entender mal, disculpe; mi destino siempre fue este lugar, pero justo el transporte se quedó sin gasolina. Fue una gran suerte que hayamos llegado a HostingTown.

Me sobresalté al oír el trueno a causa de la lluvia, uno que sentí con suma cercanía. Por instinto volteé hacia la puerta; me percaté que el agua rápidamente comenzaba a inundar también el hotel. El señor Gharn por su parte no se mostró afectado ante la situación.
Al ver la puerta cerrada, me percaté de la altura de la inundación de afuera: el nivel del agua me llegaba por dos cabezas más. Así de grave era.

La vigorosa y oscilante marea golpeaba con furor la puerta del hotel. Anonadado, no pude ni siquiera moverme. Mi instinto decía que debía subir las escaleras y refugiarme en mi habitación. Sin embargo, me era imposible reaccionar ante la inverosímil inundación de afuera.
Gharn tampoco hizo nada. Pero a diferencia de mí, él se mostró escéptico. No, él sabía exactamente lo malo en HostingTown pero no revelaba información a forasteros como yo. Se quedó quieto, esperando lo inevitable.

Todo sucedió tan rápido que cuando me liberé de mi propio encarcelamiento mental, ya era demasiado tarde.

****

No hay necesidad de hacer mención del terror que sentí al despertar de mi desmayo. Cualquier persona lo hubiera estado en el caso de encontrarse en mi misma posición.

Desolado, perturbador e inverosímil era aquel lugar; todo HostingTown sumido en un río enorme de un agua casi pantanosa, gritando mientras continuaba su recorrido por el pueblo. Pequeñas olas que golpeteaban el techo de la casa donde yo me encontraba sentado tras despertar. Olas toscas haciéndose más mortíferas y alcanzando un nivel muy por encima de la superficie.

La inmensa vegetación que caracterizaba a HostingTown ahora estaba recubierta de aquella inundación; las hojas de los árboles se desprendían y ahora flotaban individualmente. Algunos árboles-mucho más grandes- no se inmutaron y sorprendentemente sus hojas no cayeron, permanecieron junto al tronco. Parecían algas en mar, algas infinitas como tentáculos por todo el pueblo, esperando cualquier cosa para llevárselo a su abismal profundidad.

No obstante, algunos tejados se mantenían a considerable altura siendo los salvavidas de las personas. Pero no había personas en ellos, como si la propia naturaleza se hubiera tragado a la humanidad. Todos los techos eran de teja de arcilla, excepto el del hotel.

A decir verdad, no sé si todo lo que viví fue real o una ilusión, o incluso un castigo divino impregnado de pura maldad. Pero el techo donde yo estaba sentado, estaba cubierto de una especie de gusanos de color rojo, estos seres carecían de extremidades o funciones aparentes. Lucían como hierbas de campo, arrastrándose por todo el tejado. Eran incapaces de pensar, incluso algunos caían al río y quedaban a la deriva.

Maldigo con todo mi ser aquello que vi; cuando otras criaturas bajaron del cielo a gran velocidad, todas dirigiéndose a mí. Me levanté del suelo y retrocedí con cuidado de no pisar los extraños gusanos.
Los otros seres bajaron velozmente gracias a sus enormes alas inferiores, donde deberían estar las patas. Eran criaturas similares tanto al reino animal como al vegetal, pero sin ser ninguno en específico pues es una burla para lo conocido como ave y como plantas y hongos; tenían una forma elipsoide y al mismo tiempo triangular en donde debe estar la cabeza. Ojos negros que de ellos surgían cuerpos similares al de los gusanos del tejado. Tenían el torso cuadrado de color rojo sangre, no tenían brazos, pero lo más cercano a uno estaba en el centro del pecho, teniendo una aleta exactamente igual al de un pez completamente normal.

Seguí retrocediendo hasta llegar al último peldaño del tejado. La mala suerte me acompañó y entonces caí de espaldas directo al río. Mientras caía, me percaté de mi error:
Aquellas aves-plantas no me buscaban a mi, pues cuando descendieron por completo, comenzaron a tragarse a los gusanos-hierba. Vi cómo los otros también tenían en su cabeza elipsoide triangular una especie de cuernos, los seres los abrían; al expandir los cuernos, tragaban a los gusanos.



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En el texto hay: sobrenatural, terror, horrorcosmico

Editado: 05.12.2025

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