La nueva luz

Capítulo 6 - Día Uno


 


El sol apenas comenzaba a asomarse en el horizonte cuando el grupo nos dispusimos a emprender nuestro viaje hacia el reino del agua. La bruma matutina se cernía sobre el camino de tierra, creando un paisaje casi onírico. Amber lideraba el grupo con paso firme, mientras el resto caminaba tras ella, intercambiando miradas curiosas. La caminata sería larga y desafiante, pero la determinación brillaba en sus ojos.

—Tenemos que llegar al lado norte de Eilram. Allí está la salida del reino de tierra para ir al reino del fuego —explicó Amber, rompiendo el silencio. Su voz era clara y segura, pero había una sombra de preocupación en sus ojos.

—¿Crees que logremos llegar a la salida para el final del día? —consultó Rubí con curiosidad en su mirada.

—Es poco probable. Está algo lejos, y Sara es más lenta que nosotros. Tardaremos más de lo normal.

—Uy, qué lindas palabras —comenté con sarcasmo entre mis palabras al escuchar la conversación entre Amber y Rubí.

—Pues mentira no es —dijo Rubí, finalizando la conversación.

—Oigan… una pregunta, ¿por qué el reino del agua es tan importante? —pregunté con curiosidad. Jamás se me dio la explicación de por qué teníamos que ir a este lugar en especial.

—Verás, Sara. El reino del agua fue el primero en ser creado aquí, es el más antiguo. Al igual que es el reino con más conocimiento sobre los siete reinos, ya que sus antepasados recolectaron información por milenios, y todos esos documentos están guardados en la biblioteca real marina. Por eso necesitamos llegar a ese lugar en específico.

—Ya… —respondí con cautela.

Toda conversación se finalizó y no hubo ruido por un gran rato. Hasta que un gruñido en la lejanía se escuchó entre los árboles.

—Un wubu —murmuró Ezra.

—¿Un qué? —interrumpí el silencio con un tono de pregunta extrañada. Rubí rápidamente se volvió hacia mí y tapó mi boca para frenar cualquier tipo de ruido saliente de ella.

—Silencio. Esa criatura ataca por ruido —murmuró Rubí.

—Sara y Oliver, escóndanse. Tenemos que alejar a este animal para poder pasar —ordenó Amber entre susurros. Rubí me entregó al pequeño chico gato y me indicó dónde ir a esconderme. Obedecí y me dirigí entre unos arbustos a la lejanía tras un árbol alto de tonalidades verdes y moradas. Aún sostenía a Oliver entre mis brazos antes de soltarlo en el suelo para sentarlo.

—¿Estás bien? —pregunté con una leve preocupación por el niño.

—Sí, señora. Disculpe por cargarme, no puedo caminar bien —expresó con una clara vergüenza por sus palabras y mejillas rojizas.

El pequeño Oliver se sentó en el suelo, su mirada fija en el suelo mientras sus orejas felinas se movían inquietas. Me agaché a su lado, tratando de ofrecerle una sonrisa reconfortante.

—No tienes que disculparte, Oliver. Entiendo que ha sido difícil para ti —comenté suavemente, notando la tristeza en los ojos del pequeño.

Me miró, su expresión tímida y reservada.

—¿De verdad?

Asentí.

—Sí, de verdad. Oye… Amber comentó algo sobre tu situación antes de llegar a los rechazados. ¿Quieres contarme qué te pasó?

Oliver dudó por un momento, pero algo en mi mirada pareció hacerlo sentir seguro. Tomó una respiración profunda y comenzó a hablar, su voz apenas un susurro.

—Mi vida antes era… normal. Vivía con mi tío después de que mis padres murieron. Pensé que me quería, pero…

Hizo una pausa, tratando de controlar sus emociones.

—Me vendió a unos científicos cuando tenía seis años. Dijeron que querían ver si los humanos podían tener habilidades mágicas. Me hicieron unas pruebas horribles, querían que me fusionara con un felino mágico.

Escuchaba con atención, sintiendo una mezcla de tristeza y admiración por el pequeño.

—¿Qué pasó después? —pregunté con suavidad, queriendo que Oliver supiera que estaba allí para él.

—No funcionó como ellos querían. Solo me hicieron así. Su plan era que los poderes del felino se unieran también a mí —señaló sus orejas y cola—. Dijeron que era un fracaso y que tenían que deshacerse de mí para no dejar pruebas del experimento. Intentaron… intentaron matarme, pero logré escapar. Y después corrí hasta el bosque mágico para esconderme. Allí vagué por un gran…

Murmuró con su pequeña voz de infante casi quebrada.

—Me perdí varias veces y por eso terminé en el lugar de los rechazados. Allí me ayudaron con mis heridas y me acogieron…

Sentí un nudo en la garganta y mis ojos se llenaron de una intensa empatía.

—Oliver, eso debió ser aterrador. No puedo imaginar lo que has pasado. Eres increíblemente valiente por haber sobrevivido a todo eso.

Me miró, sorprendido y con una chispa de esperanza en sus ojos.

—¿Valiente? Pero solo huí.

—A veces, huir es la única opción. Te salvaste y eso es lo que importa. Has soportado más de lo que cualquier niño debería, y aún así sigues aquí, luchando. Eso es lo que te hace valiente —aseguré, tomando sus pequeñas manos en las mías.

Oliver comenzó a relajarse, sintiendo un poco de esperanza por primera vez en mucho tiempo.

—Gracias, Sara —murmuró, dándome una ligera sonrisita muy tierna para mí.

Sonreí.

—Siempre puedes confiar en mí, Oliver. Somos un equipo ahora. Y prometo que te protegeré… como pueda, ¿verdad? —expresé con un tono de chiste, y Oliver me contestó con una risita leve y baja.

Un rugido en la distancia rompió el momento, recordándonos el peligro que aún nos acechaba. Me tensé, pero mantuve la calma para no asustar a Oliver.

—Tenemos que quedarnos aquí hasta que los demás se encarguen del wubu —murmuré—. No te preocupes, estaremos bien.

—Lo sé. Los chicos siempre me han salvado de todo tipo de cosas —murmuró, observando hacia el lugar en donde se encontraba el grupo, antes de volver a sentarse en su lugar.

Oliver asintió, abrazando sus rodillas y apoyando la cabeza en ellas. Me senté a su lado, manteniéndome alerta pero también decidida a proteger al pequeño.




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