AMBER
14 años
Estaba corriendo alegremente por los alrededores del pueblo y de los rechazados. Adoraba este lugar; llevaba aquí desde hace aproximadamente 7 años, así que estaba familiarizada con el lugar.
—¡Vete! ¡Usagi feo!
Unos gritos y risas burlonas llamaron mi atención. Las voces se escuchaban chillonas y creía conocerlas; eran de unos niños que vivían aquí desde hacía no más de 2 años, pero ya eran un desastre completo.
Con sigilo me acerqué entre los arbustos para ver a qué se debía tanto escándalo. Mis ojos se toparon con una imagen que odiaba: esos chicos estaban molestando a un recién llegado. No lo conocía muy bien, pero muchos lo rechazaban o menospreciaban por venir del reino de los Usagis. Y se hacen llamar rechazados con honor. Cobardes. No me gustaba que trataran mal al chico, así que me apresuré a acercarme por detrás de los chicos. Tomé dos piedras pesadas y se las tiré con fuerza a los dos chicos que molestaban al otro.
—¡Ya dejen de estar jodiendo! ¡Largo!
Los niños empezaron a llorar y se largaron rápidamente corriendo, gritando que me acusarían con mi mamá.
—Con mi mamá, sí claro.
Murmuré con gracia. Yo ni madre tenía. Mis ojos se dirigieron al chico, con piernas tan débiles como gelatina. La vista me enterneció. Este chico era adorable, parecía un pequeño gatito. Me acerqué a él con una sonrisa amistosa.
—¡Hey! Hola, esos niños no te hicieron nada, ¿verdad?
El pequeño de cabello blanco levantó la cabeza y me encontré con unos tiernos ojos morados intensos, muy cristalinos por las lágrimas que brotaban de ellos.
—No... No... Gracias por tu... ayuda.
Habló con notable dificultad, aparte de que sus lloriqueos no le permitían hablar muy bien.
—Eres el nuevo, ¿cierto? ¿Cuál es tu nombre?
Pregunté con entusiasmo; haría a este chico mi amigo, como fuera.
—Ez... Ezra...
Murmuró algo rojito.
—¡Mucho gusto, Ezra! ¡Yo soy Amber!
Dije con felicidad mientras tomaba su mano para estrecharla y la agitaba al mismo tiempo.
—Sí... Gracias por la ayuda...
Después de decir eso, rápidamente se soltó de mi agarre y se fue corriendo.
—¿Qué pasó?
Me pregunté a mí misma después de que el chico huyera.
Ese tal Ezra desapareció de mi vista en cuestión de segundos. Yo me limité a ir a mi casa, ya era tarde; mis cuidadores ya debían estar preocupados. Caminé entre el prado floreado, la primavera ya estaba por llegar, y las flores y animales estaban saliendo, presumiendo su belleza. Mientras caminaba, no podía dejar de pensar en ese chico nuevo. Yo conocía a básicamente todas las personas que vivían aquí, y cuando llegaba una persona nueva me le acercaba, ¡pero este chico es demasiado tímido! Quería ser su amiga, pero él me la estaba poniendo difícil.
—Ezra... Recién llegado, es rechazado por venir del reino de los Usagis...
Analicé todo lo que sabía del chico, pero mis datos eran escasos. ¿Y si intento volver a acercarme a él? Pero ya básicamente me rechazó.
—Mejor lo dejo en paz.
Me rendí al llegar a la puerta de mi casa.
—¡Amber! ¿Dónde estabas? Ya anocheció. Estábamos preocupados por ti.
Me recibió mi "mamá". La verdad era solo mi cuidadora, pero ella insistía en que la llamara así, así que lo hacía con tal de que fuera feliz.
—Lo siento... Mamá, estaba intentando hablar con el nuevo.
Expliqué a mi mamá mientras dejaba mi abrigo en el perchero.
—Ah, ese niño, es extraño, ¿verdad? Bueno, no importa. Hay que esperar a tu padre para cenar, ve a bañarte.
—Sí, señora.
Subí por las escaleras viejas que rechinaban al poner un pie en ellas. Al llegar arriba, abrí la escotilla que me daba la bienvenida a mi habitación. Un lugar no muy grande, pero era mío, decorado con adornos sutiles de color verde, cosas lindas que me llamaban la atención y que había encontrado por ahí, y un ambiente acogedor.
Me dejé caer sobre mi cama, algo cansada por estar todo el día afuera.
Me bañé, como dijo mi cuidadora, me puse el pijama rápidamente y bajé rápido las escaleras para recibir a mi cuidador y disfrutar de la hermosa cena.
—¡Hola, papá! ¿Cómo te fue hoy?
Dije emocionada mientras me sentaba en la mesa, mientras mi cuidadora servía los platos de comida.
—Estuvo bien, atrapé un par de peces y los logré vender casi todos en el mercado nocturno.
Mi cuidador era un hombre pescador, muy bueno en lo que hacía, siempre me consentía y me mimaba cuando podía. Entre mis dos cuidadores, él era mi favorito.
Después de cenar, nos despedimos y nos dimos las buenas noches. Subí a mi habitación y me sumergí en el olor de las sábanas recién lavadas de mi cama. No fue difícil quedarme completamente dormida en poco tiempo.
Al día siguiente me desperté por el movimiento de mi cuidadora en mi cuarto.
—¿Ah..? ¿Miryam?
Pregunté con la vista borrosa, me froté los ojos para después estirarme. Cuando mi vista se estabilizó, vi que efectivamente era mi cuidadora.
—Buenos días, cariño. El desayuno está abajo, y hay un paquete para ti.
Me dijo mi cuidadora mientras limpiaba mi habitación.
—¿Un paquete? ¿De quién?
Pregunté mientras bajaba de la cama.
—De un tal Ezra o algo así...
Mi cuidadora no había terminado la frase cuando yo bajé a toda velocidad al piso de abajo, para encontrarme efectivamente con una pequeña caja de madera con una notita encima.
"Perdón por salir corriendo, fue grosero de mi parte. Gracias por ayudarme con los niños que me estaban molestando.
Ezra."
Decía la nota sobre la caja. Emocionada, abrí la caja para ver su interior, y mis ojos se encontraron con un lindo collar. Parecía hecho a mano, trenzado con algunas piedras que podían encontrarse en un lago, pero la piedra que lo adornaba en el centro era preciosa, brillaba mucho. No la había visto jamás, ni en libros. Bueno, para lo poco que leía, tenía sentido. Tomé el collar y me lo puse de inmediato. Me apresuré a comer para bañarme rápidamente.
Editado: 23.12.2024