La nueva niñera de Anya

Capítulo 3: Addison

Capítulo 3

Addison

Estoy en medio de un sueño extraño, de esos que no son pesadilla pero del que quieres salir. Delante de mí están Marie, Sugar y Margot, todas esperando que les explique qué hago aquí, y no lucen contentas. Parece que mi presencia no les es grata. Sin embargo, cuando intento explicar quién es mi tía, mi boca se siente embotada y no puedo hablar. Ellas exigen una respuesta y la gente en el mercado se empieza a acercar.

Cuando creo que va a haber un linchamiento y el sueño se va a convertir en una pesadilla, mi móvil suena.

Me despierto de golpe, con la cara enterrada en la almohada, y ahora entiendo por qué no podía hablar en el sueño si en la vida real tenía la boca apretujada contra la almohada.

Despabilando, veo el número desconocido en la pantalla. En primera instancia creo que puede ser alguien de Chicago, pero el código es de Texas, así que no puede ser nadie de allá.

Ha de ser el tipo que necesita una niñera.

Le di mi número a Logan anoche cuando terminó de arreglar los desperfectos de la casa y me prometió que le hablaría bien de mí a su amigo. No me emociona ser niñera, después de todo los únicos niños que he cuidado fueron los de mis ex amigas y eran períodos cortos de tiempo, así que no tengo mucha experiencia. Pero, maravillosamente, me llevo bien con los niños, creo que puede deberse a que soy bastante inmadura y tengo la capacidad de hablarles como si fueran adultos y no como niños.

Los niños odian que se les hable como si fueran niños porque los hace sentir tontos.

O eso me dijo la hermana menor de mi ex, que es una maestra de infantes.

Voy a confiar en su criterio en este ámbito de la vida.

Rogando al cielo no sonar como si me estuviera despertando, contesto la llamada:

—¿Hola?

Buenos días —responde una voz ronca con acento marcado al otro lado de la línea—, ¿es usted Addison?

Vaya, si así es su voz, no quiero imaginar al vaquero.

—Sí, ella habla. —Me siento en la cama, apartándome el cabello de la cara—. Supongo que tú eres el amigo de Logan que necesita una niñera.

La brisa interrumpe un momento la comunicación y me pregunto si él está llamando desde el campo, montado en un caballo. Si es tan sexy como Logan, y si le sumamos esa voz, el hombre debe tener a todas las mujeres del pueblo, casadas y solteras, haciendo una fila por un poco de su atención.

Sí, soy Lucas. Logan me dio tu número anoche para que te contactara. —Lucas me tiene aturdida por su acento, su voz profunda y la posibilidad de que sea un vaquero sexy—. ¿Crees que podamos reunirnos hoy? Tengo tiempo luego de las seis. O si prefieres el fin de semana a otra hora.

Vaya, sí que está urgido. O las cosas son así por estos lares, ¿no? Estoy acostumbrada a la ajetreada vida de la ciudad y que te den citas para todo.

—A las seis está bien. —Me aclaro la garganta—. ¿Necesitas algún otro documento aparte de mi currículum?

No, tu currículum y tu presencia bastará.

Mi tía tenía razón, la vida es más fácil en el bonito y colorido Payton Town.

—Perfecto, nos vemos esta tarde, Lucas.

Hasta más tarde, Addison. —Hace un pausa—. Y perdón por despertarte.

Cuelga, dejándome con las mejillas calientes y sonrosadas a causa de la vergüenza.

🌗

Treinta minutos antes de las seis, con la aplicación del mapa en mi teléfono mientras este me mira desde el soporte, me pongo en marcha hacia el rancho Grady. Según el mapa, es el más grande del pueblo, con 250 mil hectáreas de puro terreno fértil. Si nos guiamos por las fotos subidas en sus redes sociales, es un lugar hermoso.

Tiene tres casas en sus terrenos, la principal está ocupada por Grady padre, la segunda por Grady hijo (Lucas) y su hija, y la tercera es un espacio para los trabajadores. Hay sembradíos de sandías, calabazas, naranjas, coles, melones y espinacas. También producen algunas hortalizas como el puerro y los rábanos. Tienen un montón de ganado, desde reses hasta pequeñas cabras. Es un lugar muy próspero y supongo que es muy difícil de manejar. Es comprensible que Lucas necesite alguien que se encargue de su hija mientras él está trabajando.

Según el mapa, en la encrucijada en la que casi choco con el tipo de aquella noche, debo cruza a la derecha. Diez minutos de camino después, encontraré la entrada del rancho. De ahí, tengo que preguntarle a alguien dónde está la casa de Lucas Grady.

Ya veremos si el mapa está en lo correcto o si sé seguir un mapa en absoluto. Aunque me esté indicando con su voz mecánica por dónde ir, siempre puedo meter la pata.

Para mi suerte, veinte minutos después llego a la entrada del rancho Grady y un hombre con la piel tostada por el sol y sin camisa me indica por dónde ir para llegar a la casa de Lucas.

Llego con un margen de cinco minutos y me permito felicitarme por tal hazaña. Estaba segura de que iba a perderme y a llegar tarde, incluso con la dirección siendo tan fácil.

Gracias al cielo, mi tía vivía cerca del rancho o estoy segura de que me habría perdido de haber vivido en un lugar más alejado.




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