La obscuridad de mi pasado

Capítulo 10

La noche anterior estuve estudiando el cuestionario del libro Matar a un Ruiseñor.  Mi cuerpo se sentía demasiado agotado que lo empeoré durmiéndome a las dos de la madrugada, mis ojos se cerraban y para mantenerlos abiertos parpadeaba por segundos. Los estudiantes de la segunda columna de atrás se divertían mirando memes de Miltoner durante la hora de práctica, a ellos no le interesaban la prueba, ya que habían leído el libro. En mi caso no lo leí, me ayudaron a concebir el trama que poco fue gustándome mientras escuchaba a Paúl recitarlo.

Examino la hoja que el profesor nos dio a cada uno, su contenido consiste en siete preguntas que no me ayudan a refrescar la memoria.

¿Cómo vemos evolucionar lo que piensa Scout de Boo?

¿Qué lecciones le da Boo a Scout?

¿Cómo es la relación de Atticus con sus hijos?

¿Crees qué el hombre negro es culpable? ¿Por qué?

¿Qué ocurrió con la madre de los chicos?

¿A qué se dedica el padre?

¿Cuántos años tienen los niños?

Cierro los ojos y presiono mi puño contra la mesa, en cuanto me relajo, volví a ponerle la mayor atención a la prueba que creo que estoy recordando. Lo escribí lo más ágil posible para no olvidar las respuestas que se dispararon por sí solas, siendo una estrella fugaz en los espacios de mi mente.

—Entreguen la prueba formativa. —espetó el profesor. Entrecejo el ceño. —Señorita MacCarty, entregue ya —me arrebató la hoja con un fuerte jalón de mano.

Me mordí el labio inferior, sacándome sangre a propósito.

Y me rompí el labio interior.

Me dejó caer en la silla con un largo jadeo de cansancio y frustración que Paúl persistió cuando se acercó con una sonrisa extrovertida.

—¿Cómo te fue? —Paúl pregunta con los brazos cruzados sobre su pecho.

—Muy bien, ¿y tú? —sonrió disimulando mi lamentable derrota.

Su mirada se desvío por mirar la ventanilla de la puerta, ni siquiera se despidió de mí con un simple Nos vemos, prefirió irse como si nada hubiera pasado. Ya dije que muy pronto se olvidaría o dejaría de hablarme. No creí que fuera tan rápido. 

No me pude contener que me levanté del asiento, molesta por su nueva manera de tratarme. Estaba caminando por los pasillos vacíos sin estudiantes, cuando de repente ví algo extraño en la esquina derecha y era justamente lo que había visto, mi amiga Hope besándose con un chico de clase avanzada.

Me tapé la boca con asombró dando pasos hacia atrás como los cangrejos. Choqué con algo pesado y alto, gire mi cabeza lentamente, era el casillero de un estudiante de segundo curso. Solté un suspiro de alivio y calma, creía que era una descripción de persona. 

Me senté en el suelo de baldosas blancas que cubría la superficie del piso, y a unos metros de mi están los casilleros decorados de póster de cantantes o bandas juveniles, por ejemplo: la banda Why Don't We, que mágicamente los distingos por la demente de Juliet, la hacker. Recuerdo que el famoso apodo empezó en el aula de biología, solo por eso es conocida por haberle hackeado la cuenta de facebook a la profesora Annie, sin el permiso otorgado de ella.

—Rachele, ¿dónde estabas? —pregunta Hope sentándose a mi lado.

La miré y ella entendió que no quería hablar.

Permanecimos sentadas hasta que pasó el tiempo, incluso sonó la campana de salida y nos fuimos sin que nos detuvieran en las puertas del instituto que vigilan las veinticuatro horas del día. Alcancé mi mochila del otro lado, me la coloqué en la espada y dejé atrás a Hope, que todavía se hallaba sumergida en su mente.

Mis pensamientos se desvanecieron en el tiempo que miré a los padres vestidos con sus trajes elegantes y sofisticados que los hacía verse educados y de alta sociedad, lo contrario a mi padre. No me siento bien estando aquí, soy la única chica que no tiene a alguien a su lado que la apoye.

Me di media vuelta sobre mis talones, sabiendo que no vendría. Sujeté las dos tiras de la mochila circulando por el sendero que se enlaza con la calle Peavy Rd. En sí, estoy afligida pero sé escuchar y no estoy loca, me están siguiendo se escucharon pisadas apresuradas para raptarme y vender mis órganos en el mercado negro. 

—No me esperaste, Chica Dark.— dijo Paul detrás de mí.

Comienzo a refunfuñar en voz alta, mirando la suela de mi zapato.

—No te encontré, Chico Raro.— le dije metiendo mis manos en el bolsillo de la sudadera.

Hubo un suspiro de frustración que provino del encantador Paul Bostick.

—Puedes dejar de caminar, por un momento.— dijo poniéndome sus manos grandes y frías sobre mis hombros.

Asentí con inseguridad, cruzando un brazo por delante para sujetar el otro. 

—¿Qué hice para que me dieras la espalda?—inquirió. 

—¡Te fuiste! —grité. —Y no volviste pero no me importa, ya estoy acostumbrada. No miento, porque cuando era niña estaba sola con mi propia sombra, nadie se me acercó por ser la extraña de la escuela, el vecindario y del mundo —dije mientras suspiraba pesadamente.



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En el texto hay: novela juvenil, secreto, aventuras

Editado: 15.02.2019

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