La obscuridad de mi pasado

Capítulo 4

Mi segundo día por la mañana fue enfocada en la hora de comer. Ya que mi desayuno fue basado en un vaso de frutas, yogurt y helado de soja —todo vegano— a excepción de mi padre que preparó huevos revueltos y tocino, no me gustó la idea de saborearlo, para nada. Terminé de comer para luego empezar la búsqueda de mis auriculares, mientras caminaba por los pasillos de la casa, no los encontré y todo porqué anoche me quedé escuchando música. Levantó la almohada y justamente estaba ahí, cuando hace unos minutos lo busqué como loca y ahora adelantaré mi plan, y es que me mande a un internado para caprichosas chicas rebeldes. 

Guardé los auriculares en la mochila, cuando de repente entra el señor Jace para darme los buenos días como anteriormente que me dio las buenas noches. No sé pero presiento que se le está haciendo costumbre entrar a mi habitación y saludarme.

—Buenos días, hija, ¿cómo dormistes? —

—Buenos días, señor Jace, muy bien —replicó.

No quiero tener una comunicación con él, es mejor tenerlo alejado de mi vida, y de mi. No quiero que se vuelva parte de mi familia aparte me está hablando cuando ni siquiera me conoce y yo menos. Como es la regla en dónde vivía, ya me acordé «no hables con desconocidos» , decía mi madre.

—¿Te acompañó?

—No, yo puedo ir sola. Adiós, señor Jace.

—¡Que tengas buen día!

—Ajá, adiós.

Baje las escaleras casi corriendo para salir de la casa, cuando salgo abro la mochila para sacar mis auriculares, y perder me en el mundo de la música electrónica. Antes de colocar la canción escuchó un gritó que proviene de mi... casa. 

—¡Rachele!

—¿Qué pasó, señor Jace? —Le preguntó poniendo los ojos en blanco.

—Casi se te olvida tú almuerzo.

Abro la bolsa blanca, y me encuentro una hamburguesa de carne. ¿Es broma? 

Lo fulmine con la mirada, —Soy vegetariana y la lista está en el refrigerador, ahora si me voy y no creó que coma esto —le devuelvo la bolsa blanca. ¿Cómo es posible qué una persona lo olvide? Sí le avise ayer y me vio desayunar comida vegana, quizás sufra de una enfermedad.

*  *  *

Llegué tan temprano que veían a todos los alumnos dispersados por los pasillos hablando con sus amigos, y otros estaban solos, yo pase como si nada buscando el baño de damas, por un segundo perdí el equilibrio y me choque con una chica gótica. Me miró y abrió la boca para decir "lo siento, no te vi" y siguió discutiendo con su amiga anémica, ella corrió hacia el baño y se sentó en el suelo recogiendo sus piernas mientras se aferraba de ellas. Queria preguntarle que le había sucedido y no pude, ya que pase de largo como si nada incluso me susurró ¡oye, tú! Me gire sobre mis talones y le sonreí amistosamente.

—¡Oye, tú! —Volvió a repetir con su voz quebrada y ojos desviados en el suelo. 

—Disculpa, también tengo nombre —me cruce de brazos, desafiándola.

—Lo siento, chica rara —susurró en forma sarcástica—. ¿Tienes una servilleta? —Me preguntó de la nada.

—No, no tengo —dije lo más cortante que pude sonar con mi voz de niña.

Me despedí de la chica y salí del baño con el ceño fruncido mirando los mismos pasillos que por alguna razón están vacíos, parece que sonó el timbre de entrada hace un buen rato. Me asuste tanto que me dirigui de una vez a la primera clase que es religión pero no sé que aula es, le tuve que preguntar a el chico que subía las escaleras. Él me puede ayudar, probablemente lo haga.

—Hola, desconocido, ¿dónde queda él aula de religión? —Le preguntó.

Se paso una mano por su alborotado cabello ondulado, —En el aula 15C del segundo piso.

Me llevé una mano porqué estoy subiendo el tercer piso, ahora tengo que bajar de nuevo por las escaleras, me arrepiento de haber botado la guía del instituto de hecho no la bote, lo recicle en un tinaco que está en el comer. 

Miré por la ventanilla y ahí están aquellos chicos con los cuáles di clase ayer, abro la puerta saludando a la profesora que está explicando su asignatura, me fulminó con los brazos cruzados diciéndome:

—Es nueva, ¿no?

—Si, sí; soy nueva —le respondo.

—¿Cómo te llamas? —Me preguntó tomando asiento en su silla juntó a su escritorio.

«Como mi mamá me quiso poner» , pensé

—Rachele MacCarty —respondí caminando hacia los asientos de atrás.

—¡Bienvenida, señorita MacCarty! —Me sonrió amablemente.

Asentí, y inmediatamente tome asiento en una mesa alejada de unas cuantas personas.

Me coloque mis otros audífonos, no los auriculares porqué se verá sospechoso por su tamaño. Me distraje mirando a una chica que entró sin decir los buenos días, ahora mirándola mejor es la misma del baño, la reconocí por su ropa y su cabello pelinegro no teñido como las demás del aula. Se sentó a lado mío y tiró su mochila en el suelo, de malas ganas.



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En el texto hay: novela juvenil, secreto, aventuras

Editado: 15.02.2019

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