La semana anterior no asistí con continuidad seguida, debido a la promesa que estoy cumpliendo para ganarme un viaje a el internado de chicas caprichosas y desobedientes. Con tal de no verle la cara a el señor Jace me basta lo suficiente de mantener una cuidadosa reputación en el instituto como nadie sabe el por qué no voy, incluso mi vecina de a lado que me vio y me prometió que de su boca no saldría aquello.
Y yo no voy por la vida creyéndole a nadie, estoy dispuesta a que estos dos días o más ya me delatará, no confió en lo que dicen. Según la teoría de la abuela Adriana se cree en acciones, no entre líneas que se las lleva el viento con mentiras incluidas.
« ¿En dónde estará la oficina de Jace?», pienso arrascandome la nuca.
Mi fijeza fue muy procedente y rápida al captar los papeles del escritorio, los tome como prestado para leerlos sentada en el césped del patio, esquivo con mucho cuidado la puerta de cristal sin que nadie sepa de lo que creó que trata estos documentos.
Tomó asiento en el suelo que está posado una sombra debajo del árbol y ahí es cuando mi rostro facial se relaja por lo cómoda que me siento a recostada del tronco.
Abro los ojos, soltando un leve suspiró por imaginarme a mi leyendo tantas cartas abiertas y cerradas con el famoso sello rojo que usaban en ese tiempo.
Querido Jace:
Te escribo como tu esposa con la cuál te casaste, y tuviste una hija maravillosa "se llama Rachele" nació hace dos días quería decirte que te queremos y te extrañamos, vuelve pronto a casa, mi amor.
Att: tu esposa.
¿Mi madre? Como es posible que está carta aún la tenga guardada con las demás que están presentes en mi regazo, quizás sean todas de mi madre paterna. La siguiente carta tiene un sello celeste pastel, la giré de derecha hacia izquierda y luego de haberla inspeccionado por unos minutos que aparentaban horas, tuve el valor de alzar la voz.
Querido Jace:
Han pasados nueve años sin saber de ti, desde que nació Rachele nunca volviste a buscarme puedo suponer que fue porqué no estabas preparado para tener una hija y en vez de decírmelo, escapaste del asunto que no querías asimilar por algo no querías casarte conmigo, sin embargo siempre fuiste y serás un cobarde para toda la vida, hasta nunca.
Att: Tú ex esposa.
Terminé de leer el último párrafo que me dejó sorprendida y gresca a la vez, mis inquietudes fueron despertadas por las aquellas cartas que estaban detrás de mi, las miré y no lo pensé dos veces.
Descubrí verdades que tarde o temprano iban a salir a la luz y fue por la antepenúltima carta que me dejó sin aliento y sin palabras que amplíe mi bocanada de aire y pasciensa para asimilar lo que sostiene mis manos. Que preferiblemente no hubiese sido descubierta si no la hubiera buscado en el portafolio, la volví a acercar a mis párpados sin no tener previo aviso. La gire y nuevamente la volví a voltear, después de tanto misterio y confusión, la abrí por más que no quería hacerlo.
Respire hondamente. Inhala, exhala.
Una, dos y tres.
—Estoy de acuerdo con usted, que tenga buen día directora —lo escuché despedirse de la querida directora.
« ¡Dios mío, que no me vea!», grité corriendo.
Me oculte detrás del árbol, sosteniendo el portafolio que pesa bastante, seguramente lleva piedras en este trabajo, según él es su tesoro de oro blanco pero lo dudo mucho, quizás. Quién sabrá puede que viva con él, pero realmente no me interesa saber a que se dedica, ¿debería importarme? Raramente me hice está pregunta que ni siquiera la pensé, llegó como si nada y yo decidí mentalmente preguntarme. Algo que más no sepa de mi, me asombra, y a la vez me impresiona de alguna manera les agradó a la persona que a mi no me agradan, ni para convertirse en mis conocidos, los grabó como desconocidos que ves en la calle y los saluda con el típico: hola y adiós no podemos mentir con nuestras distintas reacciones que es más acertada por los mentirosos.
Me limpió la mano y salgo de mi pequeño escondite, dejando el portafolio en su lugar perteneciente, es el escritorio y por allí mismo salí caminando como si apenas hubiera llegado.
Me choque con algo fuerte, tuvo que ser el librero, le torcí los ojos y seguí caminando por mi ruta como si nada, soy muy buena fingiendo situaciones que nunca sucedieron.
Me dirigí nuevamente a el patio y me acosté en el césped mientras disfrutaba del clima y de la paz, por un momento a otro sentí las hierbas moverse a través del fuerte viento.
Me levanté con una sonrisa disimulada, —Y y-yo que pensaba que era el árbol —solté.
Se rió negando ante mis palabras titubeantes.
—No, no es el árbol —se rió—, soy yo pero a alguien se olvidó de mi tan rápido.
Eleve mi ceja rubia ante su confesión, —¿Yo? —Me señaló— nunca te he olvidado, no seas mentiroso —recogí mis largas piernas para aferrarme a ellas.
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Editado: 15.02.2019