La obsesión del millonario

Capitulo 3

Capítulo 3: Encuentro en el Café

El sonido de la campanita en la puerta de la cafetería me hizo alzar la vista, agotada pero acostumbrada a recibir clientes a cualquier hora del día. Sin embargo, la figura que cruzó el umbral me hizo detenerme por un instante. Alto, con un aire de arrogancia inconfundible y un traje oscuro que gritaba exclusividad, el hombre caminó con paso seguro hacia la barra. No tenía idea de quién era, pero podía adivinar que no era el tipo de persona que frecuentaba lugares como este.

Intenté apartar mis ojos de él y concentrarme en el pedido de una mesa, pero había algo en su expresión que me resultaba vagamente familiar. Tal vez lo había visto antes en las noticias, en alguna revista financiera o... No, imposible. Lo olvidé rápidamente mientras le servía una taza de café a otro cliente, pero, a pesar de mis intentos, sentía sus ojos sobre mí, como si evaluara cada uno de mis movimientos.

Finalmente, me acerqué a tomar su pedido, dándome cuenta de que me miraba con la misma intensidad que había sentido anoche en el club. Sin embargo, mi rostro era el de una empleada cualquiera, sin maquillaje ni luces cegadoras que me envolvieran. Él no sabía quién era yo, y eso me dio una sensación extraña de poder.

—Un espresso doble, y que sea rápido —ordenó con una voz autoritaria que me hizo arquear una ceja.

Me mordí la lengua para no soltar alguna réplica sarcástica. Era evidente que estaba acostumbrado a que todos a su alrededor lo obedecieran sin rechistar, pero yo no tenía ni el tiempo ni la energía para lidiar con egos inflados a primera hora de la mañana. Tomé su pedido y me dirigí a la máquina, respirando hondo para calmar el mal humor que comenzaba a aflorar.

Preparé el café con la rapidez que pedía y volví a la mesa. Mientras colocaba la taza en su lugar, sentí cómo su mirada me escudriñaba, como si intentara descifrarme. Y entonces ocurrió lo que nunca debía pasar. Un movimiento en falso, un resbalón tonto que no pude prever, y la taza tambaleante se inclinó demasiado rápido hacia él, derramando parte del café sobre la impecable manga de su costoso traje.

En un instante, su expresión cambió. El semblante frío e imperturbable dio paso a una mezcla de ira y sorpresa.

—¿Qué demonios estás haciendo? —soltó en un tono bajo, peligroso, como si se estuviera conteniendo por respeto al lugar.

—Fue un accidente —dije, levantando las manos en señal de calma, aunque en mi interior sentía hervir mi orgullo herido. No era mi culpa que él hubiera insistido en una actitud tan mandona desde el principio.

—¿Un accidente? Este traje cuesta más de lo que podrías ganar en un año trabajando aquí —espetó, sacudiendo la manga con una mueca de desprecio.

Me mordí el labio, sintiendo cómo la ira se acumulaba en mi pecho. Quizá no era la reacción más sensata, pero no iba a dejar que me humillara de esa manera, como si mi trabajo fuera algo despreciable o como si yo no tuviera derecho a defenderme.

—Mire, lamento mucho que su “costosísimo” traje haya sufrido un accidente, pero si fuera un poco menos arrogante, tal vez yo no tendría las manos temblando cada vez que me acerco a su mesa —solté, mirándolo a los ojos con un desafío que noté lo sorprendió.

Sus ojos se entrecerraron, evaluándome de nuevo, pero esta vez con algo distinto en su expresión. Era como si se hubiera dado cuenta de que yo no era una simple empleada asustada; no, yo era alguien que no tenía miedo de enfrentar sus palabras. Por unos segundos, hubo un silencio incómodo, tenso, en el que ninguno de los dos parecía dispuesto a ceder.

—Eres demasiado imprudente para alguien que debería mostrar respeto —replicó, sin apartar la mirada.

—Y usted demasiado engreído para entender lo que significa la palabra “respeto” —respondí, cruzando los brazos.

Podía ver el brillo de irritación en sus ojos, mezclado con una chispa que no entendí en ese momento. Era una mirada de sorpresa, como si no estuviera acostumbrado a que alguien se enfrentara a él de esa manera, y menos una simple camarera en una cafetería.

El ambiente estaba cargado de tensión, y justo cuando pensé que él explotaría, se limitó a soltar una risa irónica.

—Eres... interesante —dijo, en un tono que parecía una mezcla de burla y admiración.

—No estoy aquí para entretenerlo —le respondí, dándole la espalda mientras trataba de calmar mi respiración agitada.

No le di tiempo a decir nada más, simplemente me alejé, tratando de concentrarme en otro cliente. Pero, mientras caminaba hacia la barra, sentía el peso de su mirada, como si quisiera grabar cada uno de mis pasos en su memoria.

Por alguna razón, algo me decía que este no sería el último encuentro tenso entre nosotros. Pero si algo tenía claro era que no iba a dejar que ese hombre, con su arrogancia y su aire de superioridad, me intimidara.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.