La Obsesión del Monstruo 2

Capítulo#8 T2 ¡No pude haberlo perdido!

Capítulo 8: ¡No pude haberlo perdido!


Desperté sobresaltada y me llevé las manos al pecho sobrecogida, el corazón me latía fuertemente. Miré a mi alrededor exaltada, en busca de mi hijo. La cuna que había preparado para él, estaba vacía. Empecé a recordar todo lo que pasó la noche anterior y me sorprendió que siguiera con vida. Después de la sorpresa pasé al miedo, una repentina preocupación por Nefilim me asaltó, me angustié y mis ojos se llenaron de lágrimas. No tenía forma de saber de él, era de día. Por los suaves y cálidos rayos del sol intuí que era temprano en la mañana, me quedaba una larga espera por delante.

Me incorporé, quizás lo hice con demasiada rapidez porque me mareé. Me tambaleé y trastabillé un poco, por instinto logré sostenerme de un mueble para no caer. Mi habitación estaba muy desordenada y no tenía puertas ni paredes en el balcón, no recordaba que alguien las hubiera roto, quizás Nefilim y Lucifer pelearon. Esa idea me cortó la respiración y me dolió el corazón muy fuerte, todo me indicaba que mi amado no estaba bien o quizás fuera algo peor..., sollocé sintiéndome inútil. No podía hacer nada más que esperar hasta la noche, pero mi hijo debería estar en alguna parte de esta mansión y seguramente necesitaría a su madre, me decidí por buscarlo. Fuí a la habitación de William en primer lugar, él se estaba quedando aquí desde hacía dos meses y era el responsable de la seguridad de mi hijo, se lo había encargado cuando creí que moriría; aunque después de eso llegó Nefilim, también podría estar con él, era una posibilidad, recapacité. Luego de perder el conocimiento cualquier cosa pudo haber pasado.

Me molestaba haber despertado sola en mi habitación, «¿es que no le importaba a nadie?» Mi madre se había desmayado, recordé angustiada, tenía que ir a saber cómo estaba; luego de hablar con el médico iría a su dormitorio. Caminé por los largos y anchos corredores hasta llegar a la puerta indicada, toqué y llamé varias veces, pero no obtuve respuesta. No había nadie: comprobé después de tomarme el atrevimiento de buscar una copia de la llave para entrar y revisar hasta el último rincón. No era correcto invadir el espacio privado de otros, sin embargo qué no haría una madre por encontrar al hijo que creía perdido. Regresé a mi habitación frustrada y nerviosa, busqué mi celular con impaciencia y apenas lo encontré, llamé. Cuando William contestó lo interrogué enseguida.

—¿Dónde estás?

—En el hospital...

No lo dejé explicar nada y fuí directo al asunto que me importaba.

—¿Y mi hijo?, ¡dónde está?

—No te preocupes por él —sus palabras me parecieron absurdas.

«¡Qué no me preocupara!, ¡¡¡soy su madre y no sabía en donde estaba!!!»

—Quiero verlo ahora —exigí furiosa.

—Me temo que eso no será posible.

Me estaba alterando cada vez más, aunque también estaba temblorosa y angustiada; tenía el presentimiento de que algo me estaba ocultando.

—¡No me vengas con eso, quiero a mi hijo en este instante!

—No lo puedes ver...

Su respuesta aceleró los latidos de mi cabeza. ¡Cómo que no podía verlo!

—Si no lo haces te voy a demandar por secuestro —lo interrumpí y lo amenacé abiertamente. Hablaba muy en serio, estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para recuperar a mi hijo.

—¿Y estarías dispuesta a exponer la identidad de tu hijo al mundo?

Me estaba chantajeando. No lo podía creer. Tenía un nudo en la garganta y unos deseos enormes de gritar, no obstante me hice la fuerte, creí que era la única manera de poder ejercer presión sin que sintiera mi derrota. Permanecería firme y segura, aunque solo fuera un caparazón, para que no creyera que había ganado la batalla.

—Traeme a mi hijo en este momento, o te juro que voy a hacer todo lo que pueda por arruinar tu vida —amenacé mordaz.

—No tienes más opción que esperar, Allen; te prometo que en la noche lo llevaré a tu habitación.

—Lo buscaré, no puedo esperar —. Ni siquiera lo había visto, no sería capaz de reconocer su rostro, pero sí de imaginarlo, en mi mente era una versión pequeña de su padre.

—Puedes hacerlo, sin embargo te aseguro que no lo encontrarás —afirmó con seguridad absoluta.

Sus palabras me paralizaron de terror.

¿Dónde tenía a mi bebé?

¿Qué demonios le pasaba a William?

Confié en ese hombre, creí que era una buena persona, pero al parecer me había equivocado. Mi hijo podría estar en peligro, quizás era un demente que le gustaba experimentar... Sentía que iba a enloquecer, mi mente divagaba sin cesar. Lo busqué como loca en cada rincón de la mansión, en los dos pisos a los que estaba acostumbrada y tenía acceso, le pregunté a la servidumbre; pero nadie sabía nada respecto a un niño. Para colmo había mantenido en secreto mi embarazo, nadie había sido testigo de su existencia y menos de que había parido, ni siquiera yo lo presencié porque perdí el conocimiento antes de que ocurriera. Recordar mis últimos minutos lúcida me estremeció de pies a cabeza (la imagen fría y terrorífica de Lucifer acercándose y el dolor lacerante en mi interior..., era demasiado hasta para recordar), y no podía decirle a nadie que estaba buscando a mi propio hijo o me tomarían por loca. Mi vida era una tragedia y estaba cansada. Mi madre, su marido, la enfermera y el hermano de mi padrastro, eran los únicos que conocían la existencia de mi bebé.

No tenía dudas de que lo parí porque no tenía marca de cesárea y no estaba en mi vientre. Un pensamiento funesto me asaltó. «¿Y si no resistió...?» Me doblé del dolor que sentí en medio de mi pecho, ¡No pude haberlo perdido!, no quería creer en esa posibilidad, era demasiado doloroso. «Cálmate Layla, William no dijo nada de eso, aseguró que lo vería esta noche, la esperanza es lo último que se pierde.» «¿Y si se refería al funeral...?» Un grito desgarrador salió de mi garganta.

—Señorita, ¿le sucede algo? ¿Dígame? Llamaré al doctor.




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