La Obsesión del Monstruo 2

Capítulo#9 T2 Con mis amigos.

Capítulo 9: Con mis amigos.


El sonido de unas alas me hizo alzar la cabeza, era Nefilim que descendía al balcón, hoy había venido un personal que ni siquiera solicité, a arreglar mi habitación. Estaba todo en su debido lugar.

—Nefilim —exclamé emocionada, estaba tan feliz de que estuviera bien.

—Layla —su voz estaba apagada, pero no le presté atención. Nada podría opacar la felicidad de tener a mis dos amores en la misma habitación, saludables; después de tanta incertidumbre y angustia.

Caminó hasta donde nos encontrábamos, las puertas de cristal estaban abiertas de par en par para recibirlo, así las había dejado desde temprano.

—¡Mira que hermoso es nuestro hijo!

Nefilim lo miró con atención, pero no dijo nada.

—Debemos ponerle un nombre —sugerí alegre.

—Lo dejo a tu elección.

Lo miré con reproche.

—Es nuestro hijo, ambos debemos decidir.

—Está bien, ¿qué nombres tienes en mente?, escogeremos uno.

—Noah, Mason, Liam, Kayden —respondí.

—¿Cuál te gusta más?

Nefilim me observaba con mucha atención y demasiada seriedad. Seguramente eran ideas mías.

—Kayden —contesté y sonreí de alegría.

—Entonces se llamará así. Kayden, me gusta —expresó con su voz peculiar y profunda.

—Kayden, papá y yo escogimos un lindo nombre para ti. ¿Te gusta? —recordé algo y miré a Nefilim—. ¿Cómo lograste salvarme?

Me entró la curiosidad. Me había salvado y conservado su vida, mi dicha no podía ser más completa y quería saber los detalles.

—No fui yo, fue mi padre.

Lo miré incrédula.

—Aunque te parezca difícil de creer, Lucifer los salvó a ambos.

—Pero..., ¿por qué lo hizo? —Estaba desconcertada.

—Por mí y por su nieto, supongo; después de todos somos sus descendientes. No pude hablar mucho con él, quedó herido de gravedad y tuvo que irse.

—¿Está bien? —pregunté.

Le temía a Lucifer, pero era el abuelo de mi hijo; eso era algo que nada podía cambiar. Sentía preocupación, quizás era por agradecimiento.

—No lo sé, estoy esperando noticias suyas —respondió.

—Me dices cuándo sepas.

—De acuerdo.

Nefilim estaba muy distante. No era feliz, se notaba en su semblante.

—¿No te alegras de estar con nosotros?, ¿no querías este niño? —. Su actitud hosca me estaba preocupando por más que intentaba pasarlo por alto.

—Estoy feliz de estar con ustedes; a pesar de que no quería tener un hijo, no me disgusta su existencia.

Su expresión y su voz estaban muy lejos de reflejar alegría.

—No te obligo a quedarte con nosotros, puedes marcharte si quieres.

Decir esas palabras me costó bastante y mi corazón dolió.

—Estaré al lado de ustedes, aunque me pidas que me aleje.

«¿Lo hacía por deber? No parecía desear lo que decía.»

—¿Qué te pasa?, sé sincero conmigo.

—No es nada, estoy agotado y todavía  me resulta increíble el poder estar en la tierra.

«¿Podría ser eso lo que tenía?»

No debía juzgarlo a la ligera, era mejor darle tiempo, no sabía por las dificultades que tuvo que pasar.

Le conté lo que el médico había hecho: Que no me dejó ver a mi hijo hasta hacía poco tiempo, mi desesperación, los temores, las llamadas infructuosas..., le hablé sobre el estado de salud de mi madre; en fin, le narré toda la odisea que pasé y sin salir de la mansión. Él me escuchó atentamente y sin interrumpir.

—Lo siento mucho..., aunque es lo mejor. De día es peligroso para nuestro hijo, es necesario que esté en un lugar seguro. Hablé con William y estoy al tanto de su proceder... Lo verás cada noche sin falta, lo prometo.

Lo miré con reproche. Ambos se pusieron de acuerdo y me hicieron pasar un día infernal.

—¡Ay! —grité de dolor, los colmillos de mi “pequeño”, lastimaron mi piel. Nefilim lo tocó y el bebé se relajó como por arte de magia. Continuó succionando, aunque más lento y sin morder.

—Solo lo debes amamantar en mi presencia porque te puede lástimar — exigió ceñudo.

—Puedo soportar...

—No seas testaruda —me interrumpió enojado.

—¿Desde cuándo se conocen tú y los hermanos Moore?

Le di un giro brusco a la conversación, me tenía intrigada el tipo de relación que pudiera tener con ellos. Nefilim se quedó en silencio, reflexivo por un breve tiempo. No le quité la vista de encima.

—Los conocí de casualidad, así como nos conocimos nosotros, también los ayudé en determinado momento...

—¿Hace mucho tiempo que los conoces? —continué con el interrogatorio.

—Desde sus infancias.

Estaba siendo muy parco, me quedó claro que no revelaría mucho al respecto, él era así, un enigma difícil de descifrar.

—¿Te irás de nuevo?

—No lo haré.

Sentí un inmenso alivio, por lo menos no tenía pensado marcharse otra vez; aunque de su parte podía esperar cualquier cosa. Me había mentido y abandonado una vez, aunque pensándolo bien no me mintió, me ocultó información valiosa hasta el último momento.

—¿Vendrás sin falta todas las noches?

—Siempre que tú quieras —respondió seco.

Por mi parte querría que viniera sin falta por el resto de mi vida. Criar a nuestro hijo juntos y verlo crecer a su lado, era lo que más deseaba en la vida.

Al día siguiente, al despertar, busqué por instinto a mi hijo, pero no estaba. Recordé que a las 11pm. lo vino a buscar William. Me dijo que necesitaba descansar y se fue con mi bebé porque Nefilim lo tomó de mis brazos y no ofrecí resistencia. Se lo entregó al doctor y luego se marchó deseándome una feliz noche. Lo odiaba demasiado, en aquel momento me provocó clavar mis uñas en su cara de hipócrita, aunque me contuve de actuar. Poco después Nefilim se despidió y se fue, no me dio tiempo a reaccionar y lo dejé partir sin detenerlo. No besó mis labios en ningún momento y se mantuvo frío y distante. Su actitud huraña me tenía afectada, hacía todo lo posible por comprenderlo, pero se estaba yendo de mis manos. No podía entender su lejanía hiriente, solo te alejas de lo que no quieres tener a tu lado. Estaba comenzando a creer que era verdad que los hombres se alejaban de las mujeres luego de que ellas daban a luz. Los animales se aparean por instinto de reproducción y los hombres, que son unos animales más civilizados, se aparean por el mismo motivo, pero además por satisfacer su libido o deseo carnal; no obstante solo si la mujer les atrae lo hacen con frecuencia (y no solo me refería al acto sexual como tal, sino a las caricias y los besos por placer o cariño); quizás había dejado de interesarle como mujer después del tiempo que estuvimos separados.




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