La Obsesión del Monstruo 2

Capítulo#14 T2 Te traicioné.

Capítulo 14  Te traicioné.

 

Llegué a la mansión y estacioné mi auto frente al porche sin prestar mucha atención. Tenía mi cabeza en lo que ocurrió en la casa de los sustos, no se me quitaba de la mente lo sucedido en ese lugar; fue realmente terrorífico ver a mi propia imagen actuando como si fuera mi peor enemiga. Uno de los trabajadores se acercó y me pidió las llaves para estacionar el deportivo correctamente, se las di y le agradecí. Entré a mi hogar, pensativa.

—Señorita, su madre la estaba buscando —anunció una de las doncellas. Una joven vivaz, pocos años mayor que yo.

—¿Donde está? —le pregunté.

—Creo que debe estar en el patio trasero, la vi irse en esa dirección —. Señaló con la punta del dedo índice, extendiendo el brazo derecho.

—Bien, gracias —le sonreí amable.

La chica habló algunas cosas más referentes a las labores que tenía pendiente, aunque no le presté mucha atención; lo admito. A veces dicen que el patrón es seco y descortés, pero si tratas muy bien al personal, se toman libertades que resultan molestas en determinados momentos. No estaba de ánimos para escuchar la historia de lo que tenía que hacer... y tampoco me importaba. Estaba de mal humor y alterada, lo reconozco. Después de que se marchó respiré con alivio, resoplé y meneé la cabeza de un lado a otro. Me dirigí a buscar a mi madre. Era un gran alivio que estuviera levantada, antes de salir a reunirme con mis amigos pasé por su recámara y estaba durmiendo. Me preocupaba su reacción cuando le contara sobre su nieto peculiar, por así decirlo. Tenía que buscar un momento oportuno para contarle. La vi desde la distancia, la señora Natalie estaba recostada en una tumbona tomando sol, con unas gafas oscuras, todo un derroche de finura. Caminé hasta donde estaba.

—Hola, mamá —saludé con afecto.

Se sobresaltó y se incorporó con rapidez.

—Hola, cariño; ¿estás bien? —dijo mientras se quitaba las gafas de sol y las dejaba a un lado.

Me miró con inmensa preocupación reflejada en su rostro, ligeras arrugas se habían acentuado alrededor de sus ojos. Buscó en todo mi cuerpo como si esperara encontrar un hueco que me traspasara de un lado a otro. Al comprobar que estaba completamente sana, respiró con alivio.

—Lo siento, mi niña; es una verdadera pena que tu bebé no haya sobrevivido —expresó de pronto, con dolor y tristeza marcada.

«¡Qué!»

Me quedé impactada y sin palabras.

«¿De qué demonios hablaba?, ¿a mi bebé le había pasado algo malo?», me alarmé.

—¿De qué hablas, madre? —interrogué trastornada.

—Se que debe ser difícil aceptarlo, William me lo contó todo, nació deforme y no sobrevivió —contó abatida, mirándome con pesar infinito.

Empesaba a imaginar lo que estaba sucediendo en verdad. Ese médico metiche se había atrevido a inventar una historia falsa, para que mi madre no supiera que tenía un nieto demonio. Había surgido un rencor palpable, de mi parte hacia William, por los malentendidos después del parto y aunque sabía que todo había sido por el bien de mi hijo y el mío, no podía arrancarlo de mi interior; es real cuando dicen, que tienes que echarle a alguien la culpa de todo lo malo que pase, para poder vivir mejor.

—No te preocupes, entiendo la situación —le aseguré a Natalie para disminuir su pesar. Tampoco estaba dispuesta a hacer un drama, mi hijo estaba vivo y no lo iba a llorar como si no lo estuviera.

—Me alegro mucho de que hayas aceptado la voluntad de Dios y que no estés devastada, también era mi nieto y aunque no tuve la oportunidad de conocerlo, igual me dolió; pero lo más importante para mí siempre serás tú, mi niña. Tuve tanto miedo de que no sobrevivieras al parto...

Dos lágrimas gotearon de sus ojos marrones claros como los míos. Pude comprender que era importante para mi madre, aunque pareciera distante y superficial la mayoría del tiempo.

—¿Recuerdas por qué te desmayaste?

Quise saber lo que recordaba. Me parecía raro que no lo hubiera mencionado.

—Creí ver un monstruo aterrador entrar a tu habitación por el balcón, entró volando y sus alas eran enormes...; pero William me hizo entrar en razón. Todo fue producto de mi imaginación, estaba demasiado alterada por lo que estabas atravesando en el parto..., algo tan aterrador no puede existir en la vida real.

Mi madre estaba convencida de que todo fue una alucinación. Yo que quería contarle toda la verdad, al menos no tener que guardar más mi secreto con ella. Quizás esperaría un tiempo a que se recuperara emocionalmente, pero se lo diría. Vivir en el mismo lugar y ocultar a su nieto y a mi pareja no era justo para ninguna de las dos, tener que esconderme hasta en mi propia habitación sería estenuante.

Estuvimos hablando por un rato, miré la piscina con nostalgia, pero no tuve deseos de meterme en ella. Cada vez que mi vista se posaba en un punto específico de manera inconsciente, mi mente rememoraba un acto muy íntimo, que se desarrolló en ese preciso lugar con Owen. Recordarlo a él era algo que no me podía dar el lujo de hacer, ¡era una madre!, tenía que ser más responsable; además, seguramente a éstas alturas él estaba felizmente casado. Mi corazón palpitó fuerte y brusco de solo imaginarlo en los brazos de otra, dolía mucho aunque no quería. Pero a pesar de no poder, mi mente caprichosa se empeñaba en recordar.

Era de noche, el día me había parecido demasiado largo; aunque había pasado el día con mis amigos, a los cuales extrañé muchísimo después de un largo tiempo sin verlos, no lograron quitarme la tristeza por mi situación. Quería gritarle al mundo que era la madre de un bebé hermoso y único; pero estaba obligada a callar, nadie estaría de acuerdo con su existencia; lamentablemente los humanos no aceptamos cosas extrañas. Era la hora en que William me trajo a mi hijo la noche anterior, estaba impaciente, ya quería sostenerlo entre mis brazos. Tocaron a la puerta y corrí a abrir emocionada, tenía la certeza de que traían a mi hijo y no me equivoqué.




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