La Obsesión del Monstruo 2

Capítulo#30 T2

 

Owen salió temprano, tenía que buscar a su pequeño y alimentarlo. Le parecia demasiado triste la vida que le esperaba a su retoño, pero estaría a su lado para evitar que sufriera tanto como le tocó a él. El pecho le dolía mucho, no obstante debía volar hasta su Isla. El descanso de la noche había sido de provecho, su cuerpo se había recuperado un poco. La lesión de su corazón estaba sanando, sin embargo con el esfuerzo que estaba haciendo, se estaban reabriendo las heridas internas. Su cuerpo estaba débil, lo bueno era que Meka, al ser una demonio pura, no podía salir a la luz del sol con la frecuencia de un humano, le resultaba intolerante y la exposición prolongada revelaba su forma original. Consideraba que ella estaba lejos de la mansión a estas horas, estaría escondida en su madriguera hasta el anochecer, cómo la rata que era.

Debía hacer algo con ella, no podía seguir suelta en la tierra, era una amenaza para su mujer y para los seres cercanos a ella, no  permitiría que alguien saliera lastimado; sin embargo no podía enfrentarse a Meka hasta no estar recuperado. Sería un error que ella conociera su debilidad física. Su padre sería de gran ayuda, consideró; pero no tenía forma de comunicarse con él. Además había estado recientemente en la tierra, seguro tardaría en regresar. Divisó su Isla en la distancia, miró su castillo desde la altura de las nubes y descendió. Era de día, por eso volaba a esa distancia, las nubes lo ayudaban a camuflarse. Entró por una de las torres y descendió hasta la habitación celda, dónde dejó a su bebé.

—Sistema, abre las puertas de la celda 2 —ordenó.

Entró. Su hijo lloraba desconsolado.

—Tienes hambre pequeño, te traje tu desayuno, calma hijo, papá está aquí.

Recordó a Ariadna, ella sola lo crió hasta los 10 años de edad, podía tener una idea de por cuánto había tenido que pasar esa gran mujer. Criar a un Nefilim no era para humanos. Estaba agradecido con William y Jessica, por la enorme ayuda que le daban con su hijo. No era tarea fácil, pero ellos no se habían quejado ni una sola vez.

Tomó a su bebé gigante en sus brazos y lo alimentó. Ser padre era una gran responsabilidad, pero la responsabilidad más maravillosa del mundo, pensó sintiendo un calor agradable en su interior, antes solo Layla lo hacía sentir así. El bebé comió con verdaderas ansias, había estado hambriento toda la noche.

—Mi pequeño, si logro dominar la maldición que nos afecta, podré cuidarte personalmente en esas noches fatales, no quiero volver a dejarte solo de nuevo.

Besó a su hijo en la frente, con amor de padre.

—Cuando atrape a Meka, le propondré matrimonio a tu mamá.

Aunque sabía que su bebé no era capaz de comprender sus palabras, le gustaba tener una conversación con su hijo.

—Serás mejor que yo, no dejaré que crezcas tan solo.

Después de alimentar a su hijo regresó a la mansión y dejó al niño en su habitación, al cuidado de la enfermera. Se había quedado dormido en el camino y lo acomodó en su cuna, con mucho cuidado para no despertarlo. Tomó su forma humana y bajó al segundo piso. Podía escuchar la conversación de todas las personas en la recámara de su mujer. Entró a pesar de saber que sus amigos no conocían de la relación de ellos. Decidió que era hora de que supieran, al menos eso. Owen no sospechaba que Alan lo había descubierto todo.  Emma lo observó con extrañesa, sin embergo Alan lo miró con verdadero pánico, como si observara a un monstruo, a pesar de que Owen estaba en su forma humana. Había escuchado bien claro que Owen era más como el ser aterrador que quería matar a Layla.

«¡Tenía que alejar a Layla de esos monstruos!»

«¡¿Cómo había tenido un hijo con alguien así?!, un ser malvado. La mirada de Owen siempre le causó un gran temor y ahora comprendía la razón, no estaba frente a un humano.

A Owen no le pasó desapercibido la reacción de Alan, era más que evidente el temor en su rostro. Sospechó que se había enterado de algo, «¿pero de qué exactamente?» Tenía que buscar una oportunidad para hablar con él a solas. Había escuchado cuando Layla le propuso que se quedaran y ambos aceptaron. Había mucho tiempo por delante para crear esa oportunidad.

La mirada de relámpago de Layla lo desconcertó, nunca antes lo había mirado de esa forma. Le pareció como si quisiera matarlo.

«Qué demonios le habrá dicho Meka sobre él.»

—¿Pasa algo, amor?

¿Amor? ¿Su hermanastro le había dicho amor a su amiga?, Emma no lo podía creer.

—No pasa nada —contestó Layla.

—Tu mirada me dice otra cosa —aseveró Owen.

—Lo siento, es que estoy pensando en alguien que odio mucho —respondió evasiva.

Owen captó el mensaje: Meka.

—Pero no soy yo.

Layla continuaba con la misma mirada de asesina y lo estaba intimidando.

—No obstante hubo algo... —rechinó los dientes por la rabia contenida, sosteniendo la mirada de su pareja.

Owen entró en pánico, ¿Layla tenía reacción tardía?

—Te lo conté..., pensé que me habías perdonado.

Jamás se había sentido tan nervioso.

—Lo hice, pero no es fácil imaginar la escena en mi mente.

—Yo ni siquiera lo recuerdo.

—Pero pasó... —rebatió. Relampaguearon de rabia los ojos de la chica.

—Lo siento.

—¡No quiero que te vuelvas a disculpar!—gritó fuera de sí.

Owen se paralizó.

Layla estaba muy enojada, Owen descubrió por qué motivo los hombres le temen a su mujer y no tenía nada que ver con la fortaleza física.

—¿De qué hablan? —intervino Emma curiosa y ambos reaccionaron, habían olvidado que no estaban solos. Tres pares de ojos los miraban indiscretamente, desde diferentes ángulos.

—No es nada, un asunto de pareja —habló Owen tajante.

—¡De pareja! ¿Son pareja?

Emma no tenía pelos en la lengua, no podía quedarse callada. Era muy indiscreta y estaba demasiado sorprendida.

—Somos novios —le aclaró Layla.

—¡Novios? ¿Desde cuándo? Ustedes no se soportaban...




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