Cuando la demonio clavó sus garras en los hombros de Layla, Carla se quedó pasmada, por un segundo creyó que se trataba de una actuación sorpresa; un show preparado de antemano, que estaba destinado para interactuar con el público directamente, para darle más emoción a la noche de Halloween. Observó a Alan que se aferraba desesperado a Layla, pero ella se quedó parada sin hacer nada, su mente no había entendido aún que lo que estaba pasando era real y no un espectáculo. A pesar de ver el estado alterado del chico, se quedó viendo la escena, cómo el resto de los espectadores. Alan continuó aferrándose a Layla, negándose a ceder en el forcejeo. Imaginó que el chico era 100% devoto a su amiga, incluso sintió pena por él, ella también estuvo alguna vez en su lugar, aunque había quedado en el pasado; pero cuando escuchó el desgarrador grito de dolor de Layla, inmediatamente comprendió que le estaban haciendo daño.
Layla demoró unos segundos en reaccionar ante el dolor y expresarlo, estaba tan impactada que sus sentidos se bloquearon por un breve tiempo y sus pensamientos se detuvieron por completo. En verdad no creyó posible que Meka regresara a ella de nuevo. Inocentemente creyó que estando consciente Owen, ningún mal podría alcanzarla.
—¡Demonio!, suelta a mi amiga, no dejaré que te la lleves exigió Alan, imponiéndose al miedo que sentía. No estaba dispuesto a ceder, pero eso no significaba que no estuviera aterrado.
Meka río con una risa espeluznante y con demasiada facilidad arrancó a Layla de las manos del chico y voló a toda velocidad. Alan corrió en la dirección que despegó el ser alado, el cuál desapareció en la oscuridad de la noche con la velocidad de un relámpago. Carla lo siguió por instinto. Estaba impactada, no sabía qué pensar, le parecía irreal lo que acababa de suceder frente a sus ojos. Corrió como loca detrás del chico, sin saber a ciencias ciertas lo que realmente estaba pasando. De lo que sí estaba segura, era de que algo terrible estaba sucediendo y qué la cosa que se llevó a su querida amiga, no podía ser humana: Su aterradora risa malévola, la fuerza en que arrebató a Layla de las manos de Alan, sus grandes alas que la mantenían en el aire y por último, la velocidad con la que despegó, no podía ser explicado con lógica, no tenía ninguna explicación razonable. No había ningún cable o cuerda sosteniendo a esa cosa espeluznante y había volado tan rápido, que nada en el mundo, podría alcanzar esa verdad así de simple.
—Alan —llamó para detenerlo, porque se estaba alejando mucho y no quería perderlo de vista, ella nunca fue buena para correr a pesar de ser alta y tener largas piernas. Pero el chico no disminuyó su velocidad.
—Alan, espérame por favor —las palabras le salieron entrecortadas por el gran esfuerzo físico que estaba realizando. Alan no se detuvo, tampoco disminuyó su marcha, al contrario, incrementó la velocidad. A Carla no le quedó más alternativa que esforzarse más para no perder el contacto visual.
De pronto el cielo se oscureció más de lo normal y a continuación, relámpagos desordenados rompieron la profunda oscuridad.
—Una tormenta de la nada —murmuró. «Vi el pronóstico temprano, habían anunciado que el cielo estaría despejado.» —Qué raro.
Carla se percató que la tormenta estaba ubicada en el lugar específico y era precisamente a dónde se dirigían, el fuerte viernto disminuía su velocidad. Alan se alejaba cada vez más y solo podía verlo cuando la luz de los relámpagos se lo permitiría, se podría decir que aparecía y desaparecía en pequeños intervalos de tiempo. Alan se detuvo de pronto y Carla lo alcanzó poco después, respiraba con dificultad, de forma entrecortada, se sentía ahogada y los pulmones le quemaban, se dobló y colocó las manos sobre las rodillas, tratando de recuperarse, estaba exhausta.
—¡No puede ser! —exclamó Alan, con tono de tragedia.
Carla alzó la cabeza para verlo, observó el perfil derecho de Alan con atención y luego siguió la dirección de lo que estaba observando. La oscuridad no la dejaba distinguir bien lo que sucedía enfrente, sin embargo era obvio que había ocurrido un accidente de tránsito. Los vehículos estaban detenidos en una inmensa cola y había uno que estaba fuera del carril, atravesado, cortando el pasto de los que estaban en la senda contraria.
Había ocurrido un desastre en ese lugar y lo más extraño era que todas las luces artificiales estaban apagadas, no había un solo foco prendido, «los extraterrestres llegaron», fue lo único que pudo pensar, no tenía lógica alguna que tanto los carros, cómo los postes de luces de las calles estubieran apagados. Un corte eléctrico podría explicar lo de la electricidad, ¿pero los automóviles a oscuras?, cómo era posible que todos hubieran decidido apagar sus luces. Lo poco que se podía distinguir, era por la luz que emitían los relámpagos, el viento cada vez se ponía más intenso, se tuvo que sostener a un tubo que estaba a su lado. Era un farol y los cristales estaban rotos en el suelo, los podía sentir traquear bajo sus pies.
¡¿Qué demonios estaba pasando aquí!?
—¿Qué sucede, Alan? —le preguntó por si acaso él tenía alguna noción de lo que estaba sucediendo.
—Algo muy malo —vaticinó el chico, ella se estremeció con su iconica respuesta, a pesar de que también había podido darse cuenta de esa situación, desde antes que él lo digera; sin embargo escucharlo con palabras, lo hizo más palpable.
—¡¿Qué es eso?!, ¡¿un gigante alado?! —pronunció las palabras con incredulidad a pesar que sus ojos lo estaban viendo, señalado la dirección en la que estaba, pero Alan ni siquiera se tomó la molestia de mirarla apuntar, lo había visto primero más guardó silencio. Sabía perfectamente quién era, no era la primera vez que lo veía en su aspecto más intimidante y aterrador.
Estaban viendo a Owen cuando se acercaba al lugar donde había perecido Layla.
—Es Owen —respondió Alan, preso del trance.
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Editado: 02.07.2022