La Obsesión del Monstruo 2

Capítulo#35 T2

 


—Lo siento —expresó Lucifer—. Te confundí con alguien más. Es mejor que olvides todo lo que ha pasado aquí.

¿Olvidar? ¡era una maldita broma? Como olvidar esta tragedia y todo lo que había escuchado. Lucifer se giró hacía Owen y le pidió, nuevamente que le entregara el cuerpo de Layla.

Owen lo alzó sus grandes brazos con infinito dolor, no estaba preparado para dejarla ir, a decir verdad, jamás lo estaría. Sin embargo no podía oponerse a la voluntad de su padre, él también había tenido que dejar ir a su amor y de la forma más cruel. Al menos Lucifer no permitió que Layla muriera en el parto y le salvó la vida a costa de su propia salud, gracias a su noble acto, pudo disfrutar un tiempo más junto a ella. Era hora de dejarla ir, de decirle adiós para siempre, si su padre había logrado sobrevivir al dolor, él también podría, lo haría por su hijo.

—Lucifer tomó a Layla y simplemente, desapareció.

Había revelado demasiado de sí, jamás se hubiera atractivo de estar en su sano juicio. Esa chica llamada Carla, lo había trastornado, ¿cómo pudo creer que de verdad se trataba de Ariete?, era imposible.  Se había dejado llevar por las emociones, él, el mismísimo diablo emocional, hasta lloró mientras le hablaba a la chica, muy vergonzoso. Jamás se podía permitir perder el control de nuevo, tenía que mantener su eterna máscara de despiadado, el infierno era para los rudos y él tenía que ser por siempre, el más rudo de todos. Allí no había lugar para la debilidad. Bajo su mando estaba lo peor de las especies, angeles caídos, Leviathanes, Nefilims (que no eran tan buenos como su hijo), y muchos demonios más de diferentes niveles y subniveles. No todos eran malvados, la verdad era que habían más buenos qué malos, pero en general muchos odiaban a los humanos por naturaleza, porque Dios los había desterrado del cielo o de la tierra, por el bien de la humanidad.

—Layla

El grito que retumbó fue desgarrador, tras la partida de Lucifer con la chica muerta. También desapareció el cuerpo dividido de Meka.

—Owen, estoy aquí, soy tu amiga Carla. También me duele demasiado la muerte de ella, pero debemos seguir adelante... Conozco bien a nuestra Layla, ella no querría que nos demoronaramos por su causa.

Carla estaba impactada por lo ocurrido y por todo lo que había descubierto, sin embargo sentía un sentimiento muy poderoso por Owen a pesar de haber descubierto que no era humano. Sentía la necesidad de consolarlo.

—Te agradezco tu intención Carla, pero tú no sabes nada... —habló mordaz. El dolor era tan grande que se había transformado en odio hacía todo.

—Sé que soy ignorante, he ido a la iglesia y creo en Dios...

—¡No lo nombres! —vocifero indignado, odiaba a su abuelo paterno más que a nadie en ese momento, porque lo consideraba responsable por todo.

A pesar de que cualquier humano hubiera salido corriendo de allí tras sus palabras por miedo, ella no lo hizo, en su interior sabía que Owen no la lastimaría, al menos no de manera intencional. Podía comprender como se estaba sintiendo, ella fue testigo del amor que se tenían, Layla había sido la única en romper el caparazón de frialdad e indiferencia que siempre lo rodeaba.

—Dios siempre tiene un plan, hay una razón para todo —continuó hablando de Dios, a pesar de la advertencias.

—Y su plan es jodernos la vida —habló con ironía dolorosa.

—No es así, todo sucede por alguna razón...

—Layla murió —la interumpió. Expresarlo en voz alta fue insoportablemente doloroso, pero le salió de manera espontánea, tuvo la necesidad imperiosa de decirlo porque lo estaba asfixiando y también lo hizo para callar a Carla.  

Ella lo sabía muy bien.

—Lo sé, y es lamentable, pero...

—¡Pero qué!, no me vengas con consuelos baratos y trillados —espetó mordaz, cortando la oración de la chica abruptamente.

—No es mi intención, solo quiero ayudarte —habló aturdida. Pero nada podía ayudar a Owen en ese momento. Lo único sería que Layla estuviera viva y eso era algo imposible.

El viento aumentó la intensidad, parecía que esa zona era azotada por un huracán, la chica no se pudo sostener en tierra y salió volando. Con todo lo que estaba ocurriendo, olvidó aferrarse a algo.

—Owen —gritó mientras se elevaba al cielo.

Owen reaccionó, se levantó y tomó a la chica, no le hizo falta volar para hacerlo, no fue necesario, con su tamaño fue suficiente.

«Debo calmarme, Carla pudo resultar herida, Layla nunca me perdonaría si lastimo a las personas.» Se concentró en controlar sus poderes y poco a poco la tormenta eléctrica fue disminuyendo, hasta ser sofocada por completo.

—Owen, ¿dónde está Layla?

Alan llegó agitado hasta donde estaban ellos, estaba tan alterado que no sintió temor al hablarle al Nefilim.

—Mi padre se la llevó —respondió con voz rota.

—Tú prometiste que la mantendrías a salvo —le recriminó.

—No pude... —admitió abatido.

—¡Yo tenía razón!, debí llevarla muy lejos de tí —Alan hablaba así por el gran dolor que estaba sintiendo, no obstante en el fondo sabía, que nada hubiera cambiado. La demonio que la mató tenía mente propia, Owen no era Dios, no podía controlarlo todo.

—Merezco tu desprecio —aceptó derrotado.

—¿Y su cuerpo?, ¿dónde está?, ella merece un entierro —Alan trató de buscarlo con la mirada, sin éxito alguno. Había pensado erróneamente, que cuando Owen dijo que se le llevó, se refería solamente a su alma.

—Mi padre se lo llevó —repitió.

—¡Lucifer!, ¿por qué?, no estaba conforme con llevarse su espíritu, también nos arrebató su cuerpo —su enojo fue muy grande, saber que el diablo se había llevado el cuerpo de su amiga también, lo sacó de quicio.

—No fue su culpa, el temía que yo intentara traerla a la vida —Owen hablaba sin fuerzas, pero aún así su voz era imponente.

—Como si algo así fuera posible.

—Lo es, una vez la traje de vuelta a la vida, cuando ella murió en la piscina por accidente —reveló Owen para el asombro de los chicos.




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