Prólogo

El nombre Obsidiana proviene del latín "obsidianus", que hace referencia a Obsius, un romano que la descubrió en Etiopía. Simboliza el "espejo" que refleja la totalidad del ser, con sus luces y sombras.

La obsidiana, más afilada que el vidrio, nos recuerda que, como ella, somos el resultado de la fusión de fuego y tierra. En su superficie brillante podemos ver reflejada nuestra propia oscuridad, pero también la posibilidad de transformación y crecimiento. Asociada a la noche, la oscuridad y los poderes mágicos. Se creía que protegía contra el mal y podía usarse para ver el futuro. La obsidiana pulida era utilizada como espejo para la adivinación y la introspección: reflejaba el alma y podía revelar la verdad. En algunas civilizaciones, la piedra era un símbolo de la muerte, como en Egipto, donde se utilizaba para hacer incisiones en los cadáveres durante los rituales de embalsamamiento, ceremoniales y otros objetos de arte. También se usó para crear puntas de flecha, cuchillos, raspadores y otras herramientas., para fabricar espejos, collares, pulseras, cuentas y adornos e incluso armas y armaduras.

La isla Yakushima es el mayor yacimiento de obsidiana de Japón. Y allí comienza nuestra historia.

“No sé por qué mi madre me puso este nombre. Tampoco sé por qué desde niña hago las cosas de forma tan reiterada. Mi nombre no me gusta porque tiene connotaciones negativas y además no suena femenino. Yo me llamo Kurai y la palabra "obsidiana" en japonés se traduce como 黒曜石 (kuroyoueki).