Javier fue el nombre que mi madre escogió para mí, ella era la persona más importante en mi vida pero murió cuando tenía ocho años. Nunca fuimos una familia normal, mi madre trabajaba horas extra y tenía varios trabajos, mientras Enrique era un borracho que gustaba de golpearla y apostar en bares. En vida mi madre me dio todo el amor que pudiera necesitar y siempre me protegía de mi supuesto padre. Cuando ella murió me convertí en el saco de boxeo de Enrique y cada vez que algo no salía bien en su vida yo era el culpable, me obligaba a trabajar de lo que fuera y vivía de su sobras.
Tenía varios trabajos después de la escuela, pero el trabajo que me gustaba y disfrutaba era el de carpintero. Don Manuel era el dueño de una vieja carpintería, el me enseñaba, alimentaba y de vez en cuando me dejaba dormir en el taller cuando sabía que Enrique llegaría de un humor no muy bueno. El viejo intentó muchas veces ayudarme pero tenía miedo de que Enrique hiciera algo contra ellos así que mantenía mis distancias.
Había llegado temprano de trabajar y Enrique me golpeo con su botella por que se había acabado y necesitaba más. Me fui de la casa a recostarme debajo de un árbol, esperando a que se hiciera más tarde y Enrique se quedara dormido. La luna ya había salido y el viento estaba fresco, me estaba quedando dormido cuando sentí algo húmedo y cálido en mi mano. Una pequeña bola de pelos con collar rosa me había orinado encima. Grite molesto al animal y la dueña apareció detrás de él pidiendo disculpas.
No había visto a muchas chicas en mi vida y nunca me mostré interesado, pero la chica que estaba frente a mí me pareció atractiva, largo cabello oscuro y piel morena, tenía puesto un pantalón de mezclilla, una blusa azul con holanes y unos tenis blancos. Intentó acercarse pero me aleje de ella, no quería que me viera con la cara hinchada, tenía todavía puesta mi ropa de trabajo y de seguro estaba sudoroso y apestoso, además de que su perro me había orinado. Me sentía avergonzado y me levante para irme, pero la cabeza me dolía y comencé a marearme; ella me sostuvo y me ofreció de nuevo su ayuda, esta vez me lo pensé, ella no parecía asustada o asqueada por mí, todavía era temprano para llegar a casa así que decidí aceptar su ayuda, además así podría acompañarla, ya era un poco tarde para que una chica tan guapa anduviera sola por las calles.
Su casa era linda, era de color azul fuerte de dos pisos con el marco de las ventanas amarillas, tenía un pequeño jardín y una cerca negra. Ella me invito a pasar pero viendo en la condición que estaba prefería quedarme esperando fuera, me senté en las escaleras mientras ella entraba. Jugueteaba con mis manos y estaba nervioso, ¿que tal si sus padres se molestaban con ella por llevar a un extraño? o ¿qué tal si sus padres salían y me corrían?.
Ella parecía muy buena, no quería que se metiera en problemas por mi culpa. Miraba alrededor nervioso y mire una llave de agua, la abrí y el chorro salió con mucha presión. En casa apenas y sale agua, me enjuague las manos y me moje la cabeza para por lo menos estar un poco presentable, quitarme el sudor y la orina.
Cuando ella salió cargaba con varias cosas, se sentó conmigo y me ofreció comida, no sabía que eran pero cuando los probé fue como nacer de nuevo, estaba delicioso y me lo devore enseguida. Ella pidió permiso y comenzó a tratarme, parecía acostumbrada, me tocaba con mucho cuidado y el frio de la bolsa azul me hacía sentir bien.
Le miraba de reojo, sus ojos cafés me parecían atraer poco a poco y su piel morena brillaba con la luz de la entrada. Tenía que saber más de ella, quería saber más y le pregunte su nombre. Se disculpó por no haberse presentado antes. Era tan educada, no podía dejar de pensar en la suerte que tenia de que su bola de pelos me orinara, cuando ella pregunto por el mío. Se lo dije a secas y después me ofreció una pastilla para el dolor y una botella de agua, me la tome sin pensarlo mucho, a pesar de que el dolor ya no era tan fuerte.
Quería quedarme más con ella pero no podía hacerlo, debía conseguirle a Enrique más bebida para mañana o si no me volvería a golpear. Me levante y le agradecí a Alejandra por su ayuda y me marche. Mientras caminaba a casa me sentía como en un sueño, conocí a una chica linda, comí delicioso y fui tratado con cariño y amabilidad, puede haber muerto ese día y hubiese estado bien. Estaba feliz.
El día siguiente ni todos los gritos de Enrique ni el duro trabajo me hicieron sentir deprimidos, hasta que llegue al taller con Don Manuel. Estaba en una de las sillas de madera y le platique todo con detalle y él se reía mientras me escuchaba.
- Parece una chica genial, ¿Cuándo la volverás a ver? – no había pensado en eso, le había dicho "hasta luego" pero volverla a ver nunca fue mi intención, la había encontrado en el parque y sabia donde vivía pero ¿no sería rudo de mi parte aparecer de repente en la puerta de su casa? Además ¿qué pasaría si quien abre la puerta fuera alguno de sus padres? No había hecho nada y ya lo había echado a perder.