La octava luna

Luna 3

Las flores hicieron el viaje de tres horas conmigo y las coloque en un jarrón en el tocador de mi cuarto. Mi día con Javier había sido bueno, era un buen chico, detallista y lindo. Aunque un poco extraño. Le platique de el a mis amigas y al explicarles la situación no pudieron evitar decirme que de seguro él se había enamorado de mí.

¿Amor? ¿Qué es el amor? No lo sabía, nunca me había enamorado. Algunas de mis amigas tenían novios y si me habían gustado algunos chicos e incluso había tenido citas, pero estaba tan ocupada estudiando y realizando demás actividades que nunca les di importancia. Ahora que lo pensaba creo que Javier era el primer chico que me regalaba flores. Sin embargo asegure a mis amigas que para mí solo era un amigo. Durante la semana no podía dejar de pensar en él, en como aquel chico delgado me estaría esperando en la sima de esa colina. No evitaba preocuparme.

 

 

El día llego, esta vez Eros no me acompañaba ya que tenía cita en el veterinario. Mientras mis padres se saludaban, yo quería ir de inmediato al parque pero ellos no me dejaron, esa tarde nos quedamos todos a comer en casa de mi madre, preparamos pasta y jugamos juegos de mesa juntos, era como en los viejos tiempos. Mi padre se marchó por la tarde, el también tenia una cita con su secretaria. Mi madre y yo nos quedamos viendo una película, se quedó dormida a la mitad.

Ya era de noche y mi preocupación aumento, tome mi bolsa y salí de casa a hurtadillas. Las luces de las calles ya estaban encendidas, llegue a la colina cansada y me senté en el pasto frió. Mire mi teléfono viendo la hora, ¿y si ya estuvo aquí y se fue? No podía quedarme por siempre. Media hora ya había pasado, tome mi bolsa y emprendí camino. Cuando llegue a la esquina de mi casa mire una figura conocida, esta vez vestía un short café, tenis y una camisa gris.

- ¿Javier? – el chico frente a la entrada volteo rápido y después se acercó corriendo.

- ¡Llegaste!, pensé que no te vería – parecía muy contento.

- ¿Cuánto tiempo exactamente has estado en la entrada de la casa? – se quedó callado y parecía realmente avergonzado.

- Siempre espero en el parque hasta que se pone el sol, después de eso paso por aquí, ¿es extraño? ¿debes de pensar que soy un acosador, cierto? – en mi cabeza no podía pensar en otra cosa más en lo graciosa que era la situación, el definitivamente era raro pero aun así me agradaba.

- Si, lo eres – se quedó callado y dio unos pasos hacia atrás – pero aun así eres mi amigo.

Su cara cambio por completo y lo invite a sentarse en las escaleras, comenzamos a platicar sobre las cosas que nos gustaban y lo que no, teníamos algunas en común, los dulces por ejemplo, él era fan del chocolate y yo de los helados, nos gustaba escuchar música y mirar el sol caer. También teníamos diferencias, él prefería el calor y yo el frió, a mí me gustaban los animales y a el no tanto. Poco a poco fuimos hablando y haciendo bromas.

- Me gusta jugar fútbol con mis compañeros, pero tengo una puntería fatal. Una vez en el patio intente levantar la pelota con mi pie, no sé cómo fue posible pero la pelota recorrió mi pierna hasta mi cara y me golpeo, creo que inconscientemente mi cuerpo me odia demasiado – no pude evitar reírme, Javier tenía muchas anécdotas de cosas que le habían sucedido y todas terminaban con el lastimado, ahora se me hacía menos sorprendente el hecho que cuando lo conocí tuviera tal golpe, su moretón ya había desaparecido por completo.

- A mí me gusta mucho pintar y dibujar, voy a clases de arte una vez a la semana, aunque me gustaría ir mas – tuve que insistir mucho a mis padres para asistir.

- ¿De verdad? Un día me gustaría ver alguna de tus pinturas, deben ser muy buenas.

- No lo son tanto, pero tengo un libro de bocetos en casa de mi padre, puedo traerlo la próxima vez.

- Eso sería genial - "¡Alejandra!" se escuchó detrás, mi madre se había despertado.

- Sera mejor que entre o se molestara.

- De acuerdo, entonces... ¿no veremos mañana?

- Claro, ¿te parece bien a las 4 en la colina?

- Suena perfecto – nos dimos las buenas noches y entre a la casa.

Mi madre me pregunto dónde estaba y yo solo le conteste que había salido a ver la luna, ya que estaba creciente y me gustaba cuando estaba así, aunque mi favorita como la de Javier era la luna llena.




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