Durante las vacaciones de invierno me la pase castigada y haciendo rabietas, no era propio de mí, pero me parecía injusto el ya no ir a visitar a mi madre solo porque podría encontrarme con Javier. Durante todo ese tiempo me la pase encerrada en el cuarto, podía ir a la escuela por la mañana y algunas clases extras pero me negaba a bajar a comer con mi padre o salir con él y mi madre cuando venía de visita.
Lo único que podía aliviar mi dolor era trabajar en mi pintura sobre el caballete que Javier había construido para mí, era hermoso, la madera era de buena calidad y muy bonita, además de eso el caballete podía hacerse de diversas tamaños, venia incluida con varios espacios y podía guardarse a forma de maletín o bolsa, era increíble, no sé cuánto tiempo le habría tomado hacerlo. Recuerdo que al ver el caballete frente a la puerta me emocione mucho y mas a leer la nota de Javier "Ganaras ese concurso, te quiero".
Trabaje día y noche en la pintura, y después de que las vacaciones de invierno por fin logre terminarla, era tan real, me había esforzado mucho por ello, quería sentir como si de verdad estuviera viendo a Javier, cada línea, cada trazo lo realice con mucho cuidado, bese en más de una ocasión la pintura, pero no era nada igual, quería al Javier real conmigo. Fue difícil dar la pintura a mi maestro de arte el último día del concurso, pero en cuanto la miro quedo fascinado, las sombras, la luz y la textura estaban perfectamente hechas y ahora lo único que quedaba era esperar.
Pasó un tiempo y no tenía respuesta, estaba por darme por vencida cuando mi maestro de arte fue a mi casa. Mi maestro, mi padre y yo estábamos sentados en la sala. Mi padre se quedó impresionado al escuchar que había ganado el primer premio a nivel nacional, ya había comentado a mi maestro sobre la actitud de mis padres hacia el arte y este le rogó que no desperdiciara esa oportunidad; mi padre dijo que lo pensaría y esa misma noche llamo a mi madre por teléfono. No sé muy bien que fue lo que discutieron pero parecían no poder ponerse de acuerdo.
Estaba por cumplir años y mi padre entro a mi cuarto para preguntarme que es lo que quería de cumpleaños “me gustaría ver a Javier” solté sin más, mi padre hizo una mueca y comenzó a discutir conmigo ahí mismo, el no podía creer que yo estuviera comportándome así por un chico y yo no podía creer que ellos se comportaran así con alguien que era simplemente maravilloso. No había utilizado un tono respetuoso para decirlo y realmente no lo había pensado mucho, simplemente era lo que mi corazón quería.
No podían hacer nada, estaba enamorada de él y aunque mis calificaciones bajaron un poco no dejaba de ir a clases, me mal pasaba constantemente y mi relación con mis padres empeoro, baje alrededor de cuatro kilos por mi falta de apetito. Nunca imagine que el amor podia afectarme de ese modo. Era viernes y por fin mi cumpleaños había llegado, yo me encontraba jugando con Eros cuando mi padre me llamo para salir, a base de empujones me subí al auto, pero a medio camino mi enfado cambio a alegría, conocía esa ruta, era el viaje hacia la ciudad de mi madre.
Cuando llegue baje del auto emocionada, mi madre estaba en la puerta y junto a ella estaba Javier, estaba usando un suéter café, pantalones de mezclilla y unas botas viejas. Salte sobre de el para abrazarlo, la cara de mis padres no tenían comparación, era algo así como sorpresa y disgusto. Ellos me permitieron pasar ese día con él, fuimos al cine, tomamos chocolate caliente y después al parque. Mientras caminábamos le platique sobre el concurso, el haber ganado el primer lugar y que esperaba mis padres me dejaran asistir a la universidad de arte; podría cumplir mi sueño. Nos sentamos juntos bajo nuestro árbol, no pude evitarlo y volví a besarlo pero esta vez me sobre excedí, el me empujo delicadamente con su mano y comenzó a reírse.
- Veo que está muy animada hoy.– adoraba su sonrisa.
- ¡claro!, tenía muchas ganas de verte ¿no tenías ganas de verme? – rogaba que dijera que sí.
- Tenía muchas ganas de verte, de verdad pensé que no volvería a hacerlo.– su rostro se entristeció.
- Yo también lo pensé, lamento que mis padres se comportaran así.– tome su mano fuertemente y me recargue sobre su hombro, tenía un olor agradable, como el roble.
- Ojala pudiéramos quedarnos así por siempre.- dijo él.
- Eso me gustaría mucho, ¿no has tenido problemas con tu padre? –la última vez Javier todavía tenía algunas marcas.
- No deberías preocuparte tanto por mí.– eso era imposible.
- Lo siento pero no puedo hacer eso -
- ¿Por qué no? – pregunto.