La octava luna

Luna 8

Cuando Alejandra desapareció yo pasaba por su casa y el parque, al principio solo lo hacia los fines de semana pero cuando llegaron las vacaciones lo hacía a diario, pronto se convirtió en un habito. No podía dejar de pensar en ella y en lo injusta que era la vida. Recordaba todo de ella, su cabello, su piel, su forma de caminar, sonreír y hablar. Podría estar perdida en un mundo de gente y la encontraría fácilmente.

Estaba trabajando en el taller junto con el viejo cuando ella llego; la señora Miriam, y en su mano tenía la nota con la dirección que le había dejado a Alejandra. Nos sentamos los cuatro en la sala, la señora Miriam, Don Manuel, Doña Rosa y yo.

- Mi hija gano el concurso de arte – dijo ella, y yo no podía ocultar mi felicidad–. Pero no planeo dejarla ir – su cara estaba seria, no era nada comparada con la cara que me mostró cuando la conocí – Pero puede que cambie de opinión.- dijo la señora.

- ¿Cómo? - me parecía imposible, Alejandra me había dicho que sus padres estaban recios a que ella fuera artista.

- Ella ha estado tomando actitudes que yo y mi ex marido no podemos tolerar, pero también el que no le permitamos verte le ha afectado en su salud y rendimiento académico y estamos preocupados por ello.– eso me tomo por sorpresa he hizo que me preocupara.

- ¿Y qué es lo que sugiere? – el viejo, tenía una postura diferente a la normal, más serio y firme. La señora suspiro y cerró los ojos.

- Queremos que le rompas el corazón, si tú haces eso nosotros prometemos dejarla ir a la universidad de arte para que aproveche esa beca de un año.– estaba ido, no podía creer lo que me estaba pidiendo.

- ¿Que pasara si no lo hace? – Doña Rosa estaba calmada.

- No la dejaremos ir a la universidad de arte y aun así no podrá verte, simplemente ella tendrá que vivir con ello.– mi mente quedo en blanco.

- ¡Esto debe de ser una broma! ¡¿Está tratando de decirnos que pondrá el corazón y la salud de su hija en riesgo para evitar que salga con él?! ¡eso es estúpido! – el viejo exploto por mí.

- ¡¿Qué vida puede ofrecerle este niño?! Es un ya casi dos años menor que ella, estudia en una escuela que apenas se mantiene, tiene un padre que lo maltrata y es huérfano de madre, ¡no pueden estar juntos! Mi hija está destinada a grandes cosas y este niño solo está destinado a ser un simple carpintero.– algo se rompió dentro de mí.

- ¡Suficiente! – coloque mis manos sobre la mesa y me pare tumbando la silla. – puede decir lo que quiera de mí y mi disfuncional familia, pero definitivamente no dejare que le falte respeto Don Manuel y mucho menos en su casa, ser carpintero es un trabajo noble y aun que él no puede salvar vidas tiene más corazón que usted.– la mujer me miro asombrada.

- Chico… - el viejo me miro con ojos llenos de emoción, pero no había acabado.

- ¿Lo promete? – había tomado una decisión.

- ¿Qué cosa? – la señora se miraba confundida.

- ¿Promete que dejara a Alejandra estudiar en la universidad de arte? – el viejo parecía querer intervenir pero Doña Rosa lo detuvo.

- Lo prometo.– su mirada me confirmo que era verdad.

- Bien, terminare con ella.– la señora se miraba aliviada.

- Muchas gracias. -

- Pero tengo una condición – no podía dejar las cosas así.

- ¿Qué condición? - me miro casi ofendida.

- Déjeme estar con ella un fin de semana, si de repente terminamos ella podrá notar que algo está mal, es una chica muy lista. Son solo tres días, no pido más. – era lo que más podía desear, un poco más de tiempo con ella.

La señora acepto, dijo que ese mismo viernes tenía planeado traerla, quedamos en vernos en su casa una hora antes para poder recibirla. Podía sentir las miradas de tristeza de Don Manuel y Doña Rosa mientras estrechaba la mano de mi condena. 

Esa día no pude dormir, no sabía cómo lograría lo que prometí; pero me sentía de un modo satisfecho, podría volverla a ver y ayudaría a que lograra su sueño ¿eso era el amor? Sacrificar los sentimientos de uno para que la persona que amamos pueda ser feliz, me parecía lo correcto. La señora tenía razón, no tenía nada para darle y solo dios sabía si un día llegaría a morir en manos de mi propio padre, desde que comencé a llegar más tarde y darle menos de lo que me pedía sus agresiones eran mayores. Hasta hace poco me había repuesto de la golpiza que me dio, varios moretones y una costilla fracturada.

 

El día había llegado, espere frente a la puerta junto con la señora, intente hablar un poco con ella y se le soltó decirme que era el cumpleaños de Alejandra. Maldita mujer, ella quería que él y su esposo quedaran como los buenos en esa historia, le permiten verme y yo le rompo el corazón y para ganar de nuevo su afecto y consolarla le permitirían ir a la universidad de arte. Era un buen plan debí haberlo imaginado.




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