La Orden de las Dianas

Capítulo 1

- No es cuestión de si es legal o no Tafú. ¡Hay que devolver a la niña!- ahogó un grito, Orellana con un rostro duro pero en voz baja para no despertar a la humana. 

- Pagué muy caro por ella, no pienso regresarla.- comenzó a enojarse el negociante cara de sapo y voz ronca. 

- No me consultaste en esta decisión y acordamos no más tráfico humano. Sacarlos de la vía Láctea es peligroso para todos. 

- Nunca dije que la sacaremos de la galaxia.

- Entonces ¿quién compraría una niña humana por tan alto costo, a menos que fuera un pre-encargo?... - se hizo un silencio mientras a Orellana se le desfiguraba el rostro - por favor, no digas que se la piensas vender a Herdum...

- Shhhhhh calla...

- ¡Es una niña!- repetía cada vez con más furia esa figura lánguida azul verdoso de dos metros.

- Por esa misma razón, todavía se la puede adiestrar.

- A ver, Tafú. En los humanos hay solo dos sexos genéticos y este ser es femenino. Será mujer.

- Su padre dijo que a pesar de ser niña, la madre de la criatura le ha enseñado a leer y que es hábil. La estuve observando, es inteligente, haremos un buen negocio al venderla. 

- ¿Cuánto puedes confiar en un humano que se deshace de su progenie...?

 

En ese momento, el bulto, que estaba envuelto en telas sobre un gran baúl de madera, comenzó a moverse. Orellana se arrimó sigilosa y notó que todavía estaba dormida, suspiró mirando a Tafú, sus ojos expresaban un desprecio mayor del habitual. Para evitar nuevamente otra  discusión subió las escaleras en dirección a la cabina de mando.

A diferencia de la bóveda y su depósito de mercancías, el resto de “La Gacela” estaba bien iluminado y señalizado, propio de traficantes que se hacen pasar por comerciantes de alta gama. Aunque a fines prácticos no existe en el sector F mucha diferencia en sus actividades y ganancias.

Después de recorrer un pasillo en línea recta de casi 12 metros, llegó a una cabina ovalada. Sentó con orgullo su lánguido cuerpo en el sillón, que estaba estratégicamente en el centro de la misma.

 - Informe.

Con ésta sola palabra, un hombre vestido de un traje azul, se arrimó y sin gritar pero en el tono justo dijo:

- Ya hemos salido de órbita terrestre, vamos rumbo al sector E908.  

- Antes, debemos hacer una parada más en el sector F31

- Disculpe Capitana Orellana, no estaba informado sobreuna parada programada hasta el siguiente sector.- se sorprendió

- Será breve, solo dejaremos un paquete y continuaremos la trayectoria trazada, no nos desviaremos demasiado. Vamos a tiempo con las entregas, ¿verdad?

- Sí, Capitana. ¿Dónde desea que hagamos la entrega?

- En Ajandría. Arregla nuestro aterrizaje.

- Sí. Ya mismo.

- Por favor Antoine, antes que te vayas. Que nuestro arribo en la capital sea discreto. 

- Entendido. Capitana. 

 

Alrededor de dos horas y media después, Antoine se dirigió al depósito. La niña estaba despierta con los ojos embotados, producto de profusas lágrimas, sentada sobre el baúl y todavía cubierta con la frazada. Miró al hombre de azul con desconfianza. Para calmarla, le sonrió y apoyó su mano derecha en el hombro de ella y dijo en tono suave: 

- La Capitana me envió a buscarte, desciendes aquí.

Los dos subieron las escaleras, caminaron por el pasillo en dirección opuesta a la cabina de comando.

Al salir de la nave notaron la diferencia de temperatura, Orellana llevaba un abrigo de piel de foca. Mirando a la niña temblar, muy seria le extendió un abrigo de paño para que se abrigara, no deseaba entregar un "producto" en mal estado, eso arruinaría su reputación. 

Reinaba el silencio mientras caminaban las dos, lado a lado. Los zapatos de cuero se hundían en la nieve, aunque eran pocos centímetros de espesura blanca se dificultaba la caminata. No por ello la Capitana bajaba el ritmo. Su cliente la esperaba y estaba ansiosa por volver a la nave. Este tipo de negocios pactados por Tafú no eran de su mayor agrado.

Llegaron a una edificación extraña, al abrirse unas grandes puertas de caoba, ingresaron. Las paredes eran de mármol y los techos sumamente altos. A pesar de ser de noche, los candelabros alumbraban bastante. Un anciano estaba frente a ellas, miró sobre sus cristales redondos a la niña, tocó su barba y sin quitarle la mirada a ésta le dijo a la Capitana.

- Es niña.- suspiró

- Tafú insistió en que te interesaría.  

- Te daré la mitad de lo pactado.

- ¡Anciano decrepito!... ¿Con quién crees que estás haciendo negocios?- elevó la voz

- Cállate o ¿quieres que todos aquí se enteren de tus sucios tráficos? 

- Eres tú el que compra los esclavos Herdum.- se acomodó la cintura del abrigo, esforzándose por no perder los estribos.

Mientras la niña estaba inmutable a su lado, mirando un punto fijo en el vacío, vaya Dios a saber pensando en qué. El anciano volvió su mirada a Orellana y dejando entre ver detrás de su barba una media sonrisa le ofreció una bolsita de terciopelo. Ella la tomó y contó la cantidad de piezas de plata que le ofrecía, ocultando su sorpresa al ver más de lo que pensaba obtener esa noche. Cerró la bolsita y la guardó en el bolsillo interno.- Creo que por esta vez hemos terminado.

- Sí, sí... vete. Saludos a tu socio.

La puerta se volvió a cerrar, la Capitana se había ido y allí quedó la niña y el anciano. Después de dar una vuelta alrededor de ella se paró en frente y le preguntó.

- Dime humana, ¿dónde naciste y criaste?

- Soy de la Tierra, Señor.- respondió con temple y seriedad, juntando sus manos por detrás.

- ¿Cuántos años tienes?

- Trece.-

- ¿Quiénes son tus padres?

- Rawakore y Leto Grecó, señor.

- ¿Están vivos tus padres?

- Sí, Señor.

- Usas tobillera, ¿eras esclava antes de venir aquí?

- Somos muy pobres señor, pero fue la capitana quien me colocó la tobillera.




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