Sage
Me dolía la espalda. Nunca me molestó dormir sobre superficies duras pero no estaba acostumbrada a esas temperaturas por tantas horas, hacía frío. Desconocía cómo la median, ni que escala usaban, pero seguramente deberían hacer menos de 10 grados bajo 0 en Celcius. Apenas amanecia pero se oían ruidos desde hacia horas, suponía que estaba cerca de la cocina. Mis intestinos producían una sinfónica dentro mío, aunque en la nave me habían alimentado con combustible calórico.
Me dolía la cabeza, había pasado esos últimos 15 días llorando. Necesitaba un analgésico. Dudaba en conseguir medicamentos humanos allí y caer en cuenta de eso me recuerdó cuán lejos estaba de mi planeta de origen.
Recuerdos vinieron a mí.
Una tarde, después de una fuerte discusión entre mis padres le dije a mamá que no llorara que la amaba y ella me respondió que amar y necesitar no es lo mismo. Pasé días enteros buscando en libros y analizando exhaustivamente la diferencia entre amar y necesitar, no encontré una respuesta que me fuera satisfactoria a mis, entoces, 9 años.
En ese momento me dí cuenta que podía sobrevivir sin ellos y que no los necesitaba para que las células de mi cuerpo siguieran activas. Sobre si los amaba o no, sentia mucho dolor como para definirlo. Me habían abandonado, mi padre me vendió para pagar sus deudas. Quería que sintieran culpa, arrepentimiento y me extrañaran, pero me costaba creer que fuera posible, razonaba: "Después de todo papá me repetía que por culpa mía él había perdido su libertad y tenía tantos problemas matrimoniales. Seguramente ahora van a poder lograr esa felicidad que mi existencia les impedía."
Tía Selz, la vecina que me cuidaba de pequeña mientras mamá trabajaba, me decía que es importante perdonar para sentir paz. Pero no me sentia con la capacidad de perdonarlos… más bien tenía una absoluta negación al respecto. Algo dentro de mí me gritaba que yo no merecía eso. Traté de ser positiva, buscando cosas para agradecerles… "¿Darme la vida? ¿Para tratarme como basura después? Solo soy un chivo expiatorio."
Mi mente era una batalla campal, convencerme que el problema eran ellos, no yo. Pero no tenía pruebas que me declararan inocente de la acusación. Quizás si habia y hay algo para agradecer, se leer y siempre tuve a disposición libros. Inclusive mi mamá me anotó en una escuela y cuando el profesor la citó para solicitar permiso para darme clases extras junto con los varones que iban más avanzados, ella lo permitió. Aunque para ese momento me había vuelto esclava, y si antes la opinión de una niña libre no importaba, de una niña esclava cien veces menos.
¿Por qué? ¿Por qué a mí?...
- Hola ¿estás despierta?- una cabeza se apareció por detrás de la puerta mal cerrada.
- Ay, que susto.- me sobresaltó, no me había dado cuenta que alguien se acercaba.
- Disculpa, no fue mi intención.- terminó de ingresar a la habitación. Era una chica más alta que yo, cabello rubio y su piel, por Dios, diría que en exceso blanca, sus labios resaltaban mucho, eran bonitos, pero lo que más llamaba la atención eran sus ojos grises. Por lo general las mujeres bellas son melindrosas y a consecuencia no me caen bien, pero esta chica por muy agraciada que fuera no tenía mirada altanera. No terminaba de analizarla cuando dijo – me mandaron a buscarte para llevarte a comer algo y presentarte a la Señora Claris, tengo entendido que llegaste anoche.
- Sí llegué anoche.
- Perfecto. Vamos.- esbozó una gran sonrisa que mi cara imitó por reflejo. Empecé a seguirla por un pasillo en la dirección opuesta por la que ingresé. - ¿Cómo te llamas?
- Sage ¿y tú?
- Takom
- Un gusto conocerte Takom.
- Igualmente Sage. Tengo 16 años y ya hace uno que sirvo para el Amo de la Academia. Antes servía en Antara, pero la familia perdió su título en la revolución y me vendieron junto con la mayoría de los esclavos de la región ¿y tú?- Me llamo la atención como hablaba libremente, y senti la necesidad de retribuir su confianza de la misma forma.
- Tengo 13 años, somos muy pobres y me vendieron para poder pagar deudas. Y anoche llegué.- trate de mantener mi voz neutra al responder. Takom se detuvo de golpe, me miró con tristeza, sonrió y me abrazó.
- Vamos a ser buenas amigas, cuenta conmigo.- No me gustaban los abrazos, pero lo necesitaba y se sintió como los de tía Selz. Una lágrima traicionera se me escapó.
- Gracias- dije cuando aflojó la presión de sus brazos. Retomamos la caminata hacia el origen de ese aroma a pan recién horneado.
- ¿Te gusta el pan de centeno?
- Sí
- Menos mal, aquí no llega mucho trigo y el que llega es caro, solo lo usan para los alimentos de los nobles y sus familias. Así que los nuestros son de centeno. Al principio no me gustaba pero Kayak los hace exquisitos.- estábamos cruzando el umbral de lo que era una cocina enorme, donde 7 personas estaban trabajando entre los hornos, piletas de lavado, heladeras y canastas de verduras.
- Tanto que cada vez que me doy vuelta desaparecen dos o tres.- Una mujer regordeta con el ceño fruncido interrumpió nuestro avance.
- Kayak, sabes que son irresistibles. No tengo la culpa, esa la tienes tú por ser tan perfecta cocinera.
- No me convences.- cruzó los brazos y reparó en mi presencia.- ¿Tu eres la chiquilla que llegó anoche?
- Sí, señora.
- Debes tener hambre, mientras desayunas llamaré a la Señora Claris.
- Muchas gracias.- su mirada por alguna razón me hizo sentir cómoda, debia de estar en los 40 años pero trasmitía ese algo maternal en su mirada por más que su tono de voz sonaba al de un sargento de caballería. Me hizo sonreír y ella suavizó su postura.
- A ti si te daré panes de centeno - sonrió - y calentitos.
- ¿Y a mí?
- No, tú ya comiste los tuyos.- Takom frunció la nariz y estaba a punto de responder cuando se presentó una mujer de piel roja y cabello blanco con anteojos y porte rígido.