La mañana siguiente me desperté con el sonido de la alarma de mi celular.
Estaba agotada, no había podido dormir después de que Baltazar platicara conmigo, aun seguía con la torcida idea de que estudiara en su casa. Y luego después de convencerlo de que quería ir al instituto, no descanse a gusto, ni siquiera cuando deje de llorar. Extrañaba a mis padres, añoraba volver a oírlos, abrazarlos, verlos. Y sin embargo estaban lejos de mi alcance. Para siempre.
Me aliste para mi primer día en el instituto y me colgue mi antigua mochila desgastada que había llevado los últimos años.
Baje las escaleras con entusiasmo y me dirigí al comedor.
Baltazar estaba totalmente erguido en una de las sillas leyendo el periódico, casi parecía un modelo de comercial para amas de casa.
Por otra parte, la luz del foco se reflejo en el oscuro cabello de Peter, este jugaba con la papa frita revolviendolo en la salsa de tomate. Su boca se mantenía en una linea recta, pero sus ojos parecían estar aburridos.
—Hola, buen día —Salude en voz alta.
Baltazar alzo la mirada sobre el periódico y me dedico una leve sonrisa, en cambio el pelinegro no se movió.
No pude evitar mirarlo con el ceño fruncido, por alguna razón esperaba que me viera.
—Buen día, Emma —Dijo Baltazar mientras mi vista seguía en el joven que jugaba con la comida. —¿Lista para el gran día?—pregunto mi tutor captando mi atención.
—Si claro estoy emocionada —le sonreí amigable -Bueno debo irme ya, provecho —añadí y me acerque hacia la mesa tomando con mis manos una manzana del centro, esta vez los ojos verdes de Peter miraron directamente los mios, hasta que me aleje.
—Emma espera, por que no permites que los chicos te lleven —propuso Baltazar mirando a Peter, éste lo miro raro con sus ojos de jade.
—Y-yo no...—Vacilo el joven sin mirarme.
¡Dios que hermosa voz tenia!
—yo te llevo pequeña Emma —se oyó a Cameron, quien apenas entraba.
La atención de Peter se esfumo.
—Gracias —le dije a Cameron -hasta pronto —añadí despidiendome.
Camine hacia la entrada de la casa con Cameron a mis espaldas, sentía sus ojos clavados en mi casi como cuchillas.
Salimos hacia el patio delantero, donde disfrute de la brisa fresca. No había salido de la casa desde mi llegada. Y en la oscuridad de la noche no había podido distinguirla.
Era hermosa, imponente y me hizo preguntarme quienes eran en realidad los Lyforn...
Subí al asiento del copiloto en el auto de Cameron, sin lugar a dudas esta familia tenía ciertos privilegios.
—¿Es tuyo?—pregunte con timidez mientras pasábamos las rejas de la casa.
El hizo una mueca con la vista hacia el frente.
—es un regalo compartido —contesto el y lo mire ceñuda —Baltazar nos lo dio a Peter y a mi, pero es mas mio que de el. —agrego Cameron y las comisuras de sus labios se levantaron enseñándome todos los dientes.
Mis ojos se centraron en el, en sus ojos, su sonrisa y por alguna razón mi corazón latió con fuerza, reconocí de inmediato la sensación.
Tenia miedo.
Trate de calmar los movimientos en mi pecho, era estúpido temerle a alguien que te sonríe. Tal vez me estaba volviendo paranoica.
Suspire fuerte, no debía comportarme raro.
—Cameron, pero por que...
—Cam —me interrumpió el.
—¿Que? —le pregunte confundida.
—Dime Cam —explico el —Pequeña Emma —añadió y me miro divertido detrás de sus párpados.
¿Estaba jugando conmigo?
—Dime solo Emma, entonces —respondi tajante.
El se río en una carcajada.
—Esta bien, lo que digas pequeña Emma.
Lo mire con los ojos entrecerrados.
—No dejaras de decirme asi verdad— agregue sin humor.
El volvió a sonreír de manera deslumbrante.
—No.
El auto se detuvo en el estacionamiento de la escuela y baje lo antes posible no sin antes darle las gracias a Cameron.
Ese tipo si que era ... ¿Como decirlo? Impetuoso.
Me pare delante del instituto, la arquitectura del edificio hacia lucir su origen antiguo. Observe los caminos rodeados de arboles un poco secos, camine perdiendome entre la gente sin ver de nuevo a Cameron, llegue hasta el pasillo de la escuela y me las arregle en buscar la oficina principal.
La secretaria de admisiones no parecía querer batallar, después de todo Baltazar ya había hecho los tramites desde antes de mi llegada.
Firme un papel y me entrego el horario de clases junto con el numero de mi taquilla.
Salí del lugar mirando y memorizando la hoja entre mis manos, mientras caminaba por el largo pasillo, hasta que mi cuerpo choco con algo haciendo que se me cayera. Levante la vista y mis ojos se encontraron con un chico alto de cabello castaño rizado.
—Lo siento -dije enseguida y cuando mis ojos se fijaron en los suyos me sonrio.
Parecía amable.