La Orden De Los Ocultos

La Charla

—Peter — Susurré sin aliento.

Su mirada se apartó de mi, y su cara se volteo hacia un lado.
Sin decir una palabra, gira sobre sus pies, y se aleja por las oscuras calles, trato de moverme para detenerlo, pero mi cuerpo permanece rígido, totalmente inmóvil.
Lo veo perderse en las sombras de la noche dejandome totalmente alucinada.

—Muy bien, creo que se te acabó el tiempo cenicienta —Añadió una voz ronca detrás de mí.

Me di la vuelta aun contrariada, los ojos avellana de Cameron me miraron profundamente.
No se cuando me di cuenta que el me había llevado hasta el coche, solo sabía que ahora iba directo a casa con la mirada al frente, pegada a la carretera.
Inhale fuertemente mientras mi ceño se fruncía mirando todavía el pavimento.
Aun podía recordar las palabras de Jay “—Ellos vendrán pronto—” murmuró él, mirándome casi con dolor y pena con sus ojos cafés.
Me estremecí en el asiento del copiloto.
Y luego estaba... El.
Justo cuando Jay me estaba dando más miedo, Peter me lo había quitado de encima de una manera muy... inusual.
De hecho era bastante raro, nunca había creído que tendría tanta fuerza, aunque claro, a veces podía adivinar la forma de sus músculos cuando la ropa se le ceñía. Sin embargo toda esa aura suprema que emanaba de él, nunca la había visto y no sabía si él también había podido sentirlo.

Mi cara se detuvo en el vidrio de la ventanilla...y entonces recordé.

—No le avise a Lisa que ya me iba —le comente a Cameron, pero este no se inmuto. —Se va a preocupar —insistí.

Su rostro se giró hacia mí.

—No es mi problema —me dijo burlón.

Lo fulmine con la mirada.
Él se carcajeó con su risa invadiendo el auto.

—Tranquila pequeña—agrego con los ojos achicados debido a su ataque.—Le avise a tu amiga que vendrías conmigo.

Suspire con alivio.

—¿Porque eres así?—pregunté casi con resentimiento.

Provocador levantó una ceja hacia mí.
Ok, lo acepto me ruborice.

—¿Como? —pregunto —¿Sensual, guapo o encantador? —sonrio engreído.

Rodé los ojos.

—Imposible.

Cameron bufo por lo bajo. Sus ojos volvieron a la carretera.

—Lamento lo de tu cita —dije casi de inmediato.

El me observo por el rabillo del ojo.

—No se de que hablas —contestó con naturalidad.

Lo mire con obviedad pero el fingió no darse cuenta. Gire hacia el.

—Tu sabes, la rubia sexy de largas piernas.

Una sonrisa deslumbrante se esparció por su rostro.

—A ella, no era una cita —declaro —bueno no al menos para mi.

—Eres diabólico — lo mire con los ojos entrecerrados, al recordar cómo lo miraba la hermosa chica totalmente ilusionada.

—Gracias —Contestó sonriendo con arrogancia.

—No es un cumplido —refunfuñe.

—Para mi lo es.

...

La mañana del domingo me desperté con pereza.
Había dormido hasta tarde, y aun así no quería levantarme de la cama.
No sabía si Baltazar se había enterado de lo sucedido anoche, aunque la verdad no quisiera averiguarlo. Lo más probable era que si.
Para mi pesar todavía pensaba un poco en Jay, ¿Como tenía que reaccionar después de lo sucedido?, ¿debía perdonarlo o abofetearlo? añoraba que el no se acordara de nada y así seguir como si nunca hubiese pasado algo. Sin embargo, muy dentro de mi, sabía que jamás iba poder borrar todo su extraño comportamiento, eso había sido una faceta de él que de verdad no me había gustado para nada.

Salí de la cómoda cama con fuerza de voluntad. Me dirigí hacia el baño sujetándome fuerte de la puerta, me había mareado sin razón.
Tome una ducha y salí escogiendo lo primero que mis manos tomaron del closet.
Marche a través de la habitación y justo cuando abrí la puerta lo vi, está delante de mí, casi como si hubiera estado esperándome...
Los ojos verdes me miran impacientes.

—Yo, lamento lo de anoche —me dijo Peter bajando la mirada, avergonzado.

Lo observo casi sin parpadear.
¿Se esta disculpando?

—No digas eso —mi voz sonó más baja —Tu me ayudaste, y te lo agradezco

Sus ojos se alzaron a los míos y se humedeció los labios un poco con la lengua.
Reprimi un suspiro traicionero pero juro que no pude apartar mis ojos de él. Francamente Peter tenía su encanto.

—Pero ese chico es importante para ti ¿no?, Emma — agregó, y la forma en la que pronunció mi nombre, simplemente hizo que me recorrieran escalofríos por la espalda debilitando mis piernas.

Entonces me doy cuenta que suena muy bien mi nombre en su boca que no puedo dejar de mirar sus labios.
De pronto arquea una ceja hacia mí, ansioso, vuelvo a recordar su pregunta y las palabras salen de mi boca sin poder frenarlas.




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