La Orden De Ónofre - El Despertar

CAPITULO 5

La cena transcurrió serenamente. No hubo mención alguna de la escena que habíamos hecho con mi madre. Solo comimos hablando de cosas triviales, alguna que otra pregunta que hacía Dante para sacarme bocado, pero contestaba muy apáticamente y bajaba la mirada sin querer prestarle mucha atención.

Luego de llevarle los últimos platos que había arriba de la mesa a Beth en la cocina, que se encontraba lavándolos, me disculpo y encamino para mi habitación a cambiarme y prepararme. Quedaba solo media hora y todavía faltaba bañarme.

En menos de lo que canta el gallo, ya estaba bañada, vestida y pintada. Solo quedaba el pelo, el qué por suerte, había alcanzado terminar de secarlo y peinar para atrás mi flequillo en dos torzadas, cuando un golpe en la puerta me avisó que ya habían venido a por mí.

Me miré por última vez en el espejo y sonreí, no estaba nada mal. Mi jean azul marino ajustados, marcaba mis largas y esbeltas piernas, la blusa blanca de seda que dejaba al descubierto mis hombros, y el pelo suelto que los cubría. En los pies, unas botas bajas, pero con unos buenos centímetros de taco hacían juego con el saco de peluche del mismo color.

Más que satisfecha, tomé el celular, mi billetera y el labial – por si hacía falta retocarse –, las coloqué en una pequeña cartera negra y me dispuse a salir.

Un par de chiflidos al bajar la escalera de parte de mi madre me hicieron reír. Di una vuelta como si fuese modelo, sacudiendo un mechón de mi castaño pelo hacia atrás, siguiendo el juego.

Se acercó a mi para depositar un casto beso – Que te diviertas – me dijo antes de volverse hacia donde estaba Dante, el cual movía la mano en forma de saludo. No voy a mentir, le devolví la misma porque no era un mal tipo, solo que no terminaba de caerme.

Salgo a la calle, donde una SUV roja – ni que fuera coincidencia – me esperaba con la música saliendo de ella a todo volumen mientras que una silueta ya conocida se bajaba del asiento del copiloto dándome la bienvenida.

-Okey chicos, presten atención – demandó Luna del lado del copiloto una vez nos subimos – ella es Emma – y me señaló en el asiento de atrás, a lo cual asentí en forma de saludo– ellos son Rafael y Jared – ambos hicieron el mismo gesto - espero que la traten bien – los medio regañó y luego continuó – Comienza el lunes en el Instituto – finaliza y se da la vuelta regalándome una sonrisa.

Íbamos de camino a la casa de su amiga en silencio, pero no uno incómodo, sino más bien disfrutando del ambiente. Rafael era alto, o por lo menos me llevaba una cabeza de diferencia; Tenía los ojos color marrón y el pelo del mismo color. En cuanto a Jared solo podía ver sus ojos verdes a través del espejo retrovisor y su pelo castaño.

Al cabo de unos quince minutos habíamos llegado a una gran casa de dos pisos, de esas que aparecen en las películas, ya saben… gran patio delantero, otro más trasero, lleno de gente borracha, besándose, tomando, bailando y quien sabe que más, mientras la música sale por fuera de la casa.

Logramos apartar el auto una calle abajo. Al bajarnos, el frio viento acaricia mi piel y comienzo a aferrarme más a mi saco. Luna llega a mi lado y comenzamos a caminar. En el momento en que los chicos llegan a nuestro lado cuando me doy cuenta que ambos son más altos que nosotras. A mi lado tenía a Jared, con un semblante serio, la mirada fija al frente y con paso seguro, hasta que se detiene de golpe y los demás, incluyéndome, hacemos lo mismo. No me había dado cuenta que lo estaba mirando fijamente, hasta que desvío la mirada de él para posarla a la causa por la cual no seguíamos caminando.

En ese momento, el clima se volvió mas frio de lo que ya era, el aire se podía observar como un vapor saliendo de la boca, y el cuerpo me temblaba. Mis ojos estaban atrapados en aquellas 3 sombras que anteriormente había tenido la oportunidad de observar.

-Llévatela Luna – dice a mi lado Jared con la voz firme, dando una orden.

-Vamos – me dice la rubia mientras me cogía del brazo y empezábamos a volvernos por donde habíamos venido.

Habíamos logrado dar dos pasos atrás cuando de nuevo hablo

- ¡Rápido, corran! – grito antes que volviera en mi y siguiera a Luna sin hacer pregunta alguna.

Agitadas y sin aire, corrimos diez cuadras cuando nos detuvimos ante un pequeño bosque. Con las manos en nuestras rodillas, el cuerpo gacho, y cruzando miradas con Luna, nos detuvimos unos segundos a tomar aire y tratar de juntar energías para seguir corriendo.

-Vamos – me dijo dificultosa por su respirar – no te separes de mi – finalizó dándome la mano – si yo te digo corre, me sigues, pero NUNCA – enfatizó – me sueltes la mano.

Asentí con la cabeza y preparada para correr, choqué con su espalda al darme cuenta que estábamos solo caminando a paso rápido entre los árboles de aquel tupido bosque, esquivando las espinas que tenían algunas ramas y las raíces que sobresalían de la tierra.

A mitad de camino, nos detuvimos en las raíces gigantes de un árbol del mismo talle. Luna se recostó en este, cerrando los ojos y recuperando el aliento, yo en cambio, solo me senté a su lado y coloqué mi pie arriba de mi otra rodilla para masajearme el tobillo. Me lo había doblado mas de 3 veces, por la superficie del piso no muy compatible para unos zapatos de tacos.



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En el texto hay: fantasia, misterio, romance

Editado: 30.01.2020

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