- Despierta – una voz me habla mientras me sacude delicadamente. Abro los ojos y me encuentro con un Jared muy cerca de mi rostro. Doy un pequeño sobresalto hacia atrás. El sigue inmutado en el lugar, mientras desata el cinturón de mi cintura y se retira para dejarme el espacio suficiente para bajar, tendiéndome su mano para descender. Solo lo miro y bajo por mi cuenta.
Una vez fuera me acomodo el saco y miro alrededor. Una casa bastante vieja y me atrevería a decir inhabitable estaba delante nuestro, en medio de la nada.
-Los demás están esperando dentro – dijo detrás mío.
Lo miro y asiento. – ¿Dónde estamos?
-Lejos – habla mirando hacia la casa cruzando los brazos por detrás de su cabeza despreocupado.
Blanqueo los ojos y me encamino hacia la puerta principal.
-Roncas – lo escucho por detrás– bastante fuerte – continúa divertido.
-No, no es verdad – respondo antipática y sin hacer contacto visual. ¿A que venía eso de hacerse el gracioso cuando minutos antes fue totalmente desagradable conmigo?
Llegando al porche de madera, que estaba en muy mal estado, un tacón de mis botas se atasca, haciéndome tambalear hacia atrás y chocando mi espalda en el pecho del carilindo. Me sonríe coquetamente mientras me sostiene de los brazos para recupera el equilibrio. levanto una ceja e inmediatamente las uno en señal de enojo.
Volví a pararme sobre mis pies, deshaciéndome bruscamente de él y pisando más fuerte hasta llegar a la puerta de entrada, la que se abre abruptamente por la rubia que en menos de un segundo la tenía pegada a mi abrazándome con fuerza.
- Me alegro que estés aquí sana y salva – me dice entre sus brazos. Le doy un par de palmaditas en forma de aliento y se desprende de mi aún con una sonrisa dibujada en su cara – Pasen, adentro podremos hablar cómodamente.
Ya adentro, frente a la puerta y dándole la espalda a ésta, un sillón de dos cuerpos y dos individuales a los lados, rodeaban una vieja estufa de ladrillo, en la cual una fogata era la única luz que alumbraba la habitación, además de hacer el vano intento de calentarla.
Ven, dijo Luna palmeando al lado de ella en el sillón más grande. Del otro lado de ella estaba Rafael, el que posaba su brazo por detrás de luna, pero apoyado en el respaldar, con la pierna opuesta cruzada.
En los otros dos sillones, se encontraban los gemelos, en un apoya brazo de uno de éstos Asli, mientras que Jared se encontraba parado de espalda a todos, calentándose las manos cerca del fuego.
- ¿Y bien? – preguntó Asli algo ansiosa.
- No es la primera vez que las ve – comentó Luna
- ¿Cómo? – inquirió incrédula la primera
- Volvía de hacer las compras con mi madre y por la avenida se aparecieron – empecé a contar mientras las imágenes de aquel día venían a mi cabeza.
- ¿Qué hicieron? – pregunto Jared. Lo miré confundida, no sabía bien a que se refería – A las sombras me refiero – aclaró al ver mi cara.
- Ni idea. Nos dimos la vuelta y empezamos a correr.
- ¿Hacia adonde fueron? – interrogó nuevamente
-Hacia nuestra casa, pero tomando otras calles y dando vueltas antes de llegar. ¿Por qué? ¿Qué esta pasando? – pregunté tranquila, aunque por dentro ya me estaban empezando a comer los nervios, la ansiedad y el miedo. Quería respuestas, y las quería ahora.
Pasaron unos segundos en los que intercambiaban miradas entre ellos. Asli y los gemelos lucían desconcertados ante mis preguntas, mientras que Luna, Rafel y Jared, iban asimilando la situación.
-¿Entonces no sabe nada? – Pregunto uno de los hermanos.
- No Lenny – Suspiró algo frustrado Jared y volvió a girarse hacia la chimenea. Esta vez apoyando ambas manos en la parte superior que sobresalía de ésta.
Miré para todos lados y dije lo obvio – No entiendo nada – y me quedé esperando respuesta por parte de alguno de ellos, pero nada salía de sus bocas.
- Déjenme a mí – pidió Luna, pero Jared la frenó.
-Mejor déjenmelo a mí – e hizo una seña hacia los demás para que despejaran la habitación.
- Estaremos esperando afuera – dijo Rafael antes de cerrar la puerta, ya que fue el último en salir.
Yo seguía sentada en el sillón y él seguía en aquella posición frente a la estufa.
- ¿Y bien? – dije luego de unos minutos que seguía abundando el silencio y ni una palabra. La ansiedad me estaba impacientando.
- Carentiam luminis - contestó finalmente – o en español, los “carentes de luz”.
- ¿Y eso que sería? – pregunto algo confundida.
- Justamente – dijo mientras se sentaba a mi lado – los que carecen de luz. Siempre van en grupos de tres.
-¿Me estás queriendo decir que no son UNICAMENTE TRES? – pregunté empezando a alterarme.
- Son muchos, pero no suelen aparecer siempre. Sino que su presencia indica peligro.
- Continúa – le animo.
Respira hondo y continúa – Es complicado – se rasca la cabeza de fastidio, pero luego continúa – Son seres que buscan borrar ciertos recuerdos. Los recuerdos cuentas historias y hay ciertas personas que no desean que esas historias sean contadas…