La Orden De Ónofre - El Despertar

CAPITULO 9

El despertador marcaba las siete. Ya era hora de levantarme, pegarme una ducha y arreglarme para ir al instituto.

A la primera hora tenía matemáticas, ¡PUAJ!

Un pitido de mi celular me saca una sonrisa, ya que sin leer de quien era, sabía que se trataba de Leila. “Buenos días querida, ¿dormiste bien? Yo no, la prueba de mate me tuvo despierta toda la noche, muero por un café doble”

¡La prueba! Olvidé la prueba, esta vez si que iba a reprobar.

Nuevamente, el celular comienza a sonar, esta vez una llamada de Leila

-No te acordaste, ¿verdad? – preguntó algo divertida

-Ni por asomo – contesto, aterrada.

Se oyen risas del otro lado – Esta bien, está bien. Solo porque eres mi amiga, voy a dejar que te sientes al lado.

-Gracias, pero no creo que la profesora Nahomi nos deje sentar juntas. Estoy muerta – digo mientras agarraba mi cabeza.

-Relájate, tu solo estate lista que en quince minutos paso a por ti.

- ¡Pero en quince minutos ni termino de lavarme el pelo siquiera! – me quejé.

- ¡DIJE QUE EN QUINCE MINUTOS ESTES LISTA, ASI QUE EN QUINCE MINUTOS ESTATE LISTA! – y cuelga la muy desgraciada.

Voy corriendo al baño y en tiempo record, ya estaba bañada, cambiada e incluso hasta peinada cuando el grito de mi madre me avisa que Leila esta abajo. Tomo mi mochila, meto mi celular dentro y los auriculares y bajo corriendo. Saludo a mi madre desde lejos y me subo al auto que estaba esperando frente a mi casa.

-¿Viste que llegabas? – se burló y en respuesta le saque el dedo medio.

Una vez dentro del instituto, nos dirigimos hacia nuestros respectivos casilleros. El mío estaba un poco alejado del de ella por unos cinco, los cuales estaban ocupados por chicos del equipo de futbol intentando ligar con algunas compañeras. Ruedo los ojos de fastidio y me dispongo a abrir la casilla.

Apenas la abro, una nota cae al suelo. La junto y quedo helada. Mi cara se transformó en horror inmediatamente. “O le dices tú, o se lo digo yo”. Era una nota anónima, pero tenía mis sospechas respecto a quien fuere.

 - ¿Está todo bien? – escucho detrás de mí a Leila. Inmediatamente arrugo el papel entre mis manos y lo escondo rápidamente dentro del casillero para que no lo pueda ver.

De un golpe cierro la puerta y finjo una sonrisa – Si, todo en orden.

Estábamos llegando al salón de clases cuando pasa por nuestro lado Salvador, y le da un casto beso en los labios a mi amiga -Debemos hablar – le dijo y luego se fue, sin repararse en mi presencia y mucho menos esperar la respuesta de mí amiga. En fin, eso era lo que menos me importaba. Sus palabras me habían alarmado. Necesitaba tiempo para hablar a solas con Leila. Las cosas se estaban complicándose más de lo que hubiese querido, y todo por un estúpido error.

La mañana se estaba terminando, el examen de mates fue más difícil de lo que podría ser –y como sospeché, la profesora nos puso en asientos diferentes, muy alejadas una de la otra. La hora del almuerzo fue todo un caos, un grupo de chicos no tuvieron mejor idea que hacer una “Guerra de comida” en el comedor, así que terminamos todos tratando de esquivar las papas fritas, trozos de ensalada, albóndigas y fideos con salsa que volaban por el aire.

Estaba por tocar la campana del último período, pero antes de que sea demasiado tarde, tomé a mi amiga y subimos a la terraza del edificio, para poder hablar antes que sea demasiado tarde.

Estábamos cerca del barandal, Leila quería ver al equipo de Básquet, donde estaba Salvador, era obvio que lo quería ver a él, aunque después de la bomba que tenía para darle, no creo que vuelva a tener esas ganas, ni con él, ni conmigo tampoco. Pero sabía que por más que haya metido la pata hasta el fondo, tenía que dar la cara.

-Emma, ¿quieres para? – me estaba moviendo de un lado al otro de los nervios y ella ya estaba perdiendo su paciencia – Dijiste que era algo importante – me recuerda mientras cruza los brazos apoyándose de un lado.

-Es difícil. Yo… - cierro los ojos y suspiro. -Salvador y yo nos besamos – listo. Ya lo dije. Ahora solo tengo que prepararme para una bofeteada, mínimo. Cerré los ojos esperando su respuesta, pero nunca llegó.

Al abrir los ojos, todo paso en cámara lenta. Leila retrocedía, cada vez más cerca de la baranda, pero en un intento fallido por sostenerse de ésta, resbala, perdiendo el equilibrio, cayéndose lentamente hacia el precipicio. Reacciono antes de que su cuerpo se encuentre totalmente fuera, pero llego demasiado tarde. Su cuerpo yacía cinco pisos bajo. Empiezo a gritar de horror, mientras la gente se va acercando hacia ella, viendo hacia arriba, viendo a la que parecía ser culpable. Y en cierta manera, lo era.

Horas más tarde, me encontraba dando declaraciones en la estación de policía. Esperando sola en una pequeña habitación, a que la policía siguiera investigando, con mi madre y sus colegas fuera de la puerta discutiendo sobre los procedimientos a tomar, las imágenes del evento se repetían en mi cabeza una y otra, y otra vez, mientras las lágrimas corrían por mi cara.

Los días se hicieron semanas, las semanas en meses, y aquí me encontraba, a solo tres meses de la tragedia, saliendo del tribunal, donde se me encontró libre de culpa, gracias a los peritos forenses, quienes dictaminaron que la traumática muerte de mi amiga había sido un penoso accidente.



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En el texto hay: fantasia, misterio, romance

Editado: 30.01.2020

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