La Orden De Ónofre - El Despertar

CAPITULO 10

El despertador marcaba las siete. Lo apagué y me acomodo boca arriba en la cama. No entiendo que pasó. Me tomé prácticamente todas las pastillas y aún así seguía viva.

Otro día de tortura esperaba por mi. Paso un brazo sobre mis ojos para tapar las lágrimas que quieren salir ante aquel pensamiento.

Un pitido de mi celular me deja totalmente atónita. Ese sonido… seguramente una mente retorcida había conseguido saber que ese pitido en particular, era para Leila.

Con las manos temblorosas, tomo el teléfono y veo, de entre los incontables mensajes con insultos y ofensas, y lo que veo me deja sin habla: “Buenos días querida, ¿dormiste bien? Yo no, la prueba de mate me tuvo despierta toda la noche, muero por un café doble”. Era exactamente el número de Leila, y por sobre todo, era exactamente el mismo mensaje que aquel día.

No podía comprender a la gente y la maldad que habita en ellas, queriendo hacer justicia por mano propia y terminar cometiendo semejantes barbaridades.

De pronto, el celular comienza a sonar, esta vez una llamada y provenía del número de Leila. Sabía que el teléfono de ella había quedado obsoleto luego de la caída, y su número había sido deshabilitado por los padres, justamente para que no haya personas malvadas que lo utilicen para regodearse del dolor por su pérdida.

El celular deja de sonar, pero luego su número aparece en la pantalla, insistiendo. Debatiéndome si debía o no de contestar, aprieto el botón verde y escucho la voz

-No te acordaste, ¿verdad? – era su voz. ¿Acaso habían logrado grabar la conversación?

- ¿Leila? – digo aterrada

Se oyen risas del otro lado – Esta bien, está bien. Solo porque eres mi amiga, voy a dejar que te sientes al lado.

- ¿Leila… eres tú? – pregunto espantada. ¿Acaso era una llamada del más allá? ¿También estaba buscando vengarse volviéndome loca?

- ¡Dha! ¿Quién más? ¡Obvio que soy yo! La única, la increíble, la Diosa de las diosas – escucho como ríe divertida del otro lado.

- Pensé que estabas… no, no… de hecho, vi que tu estabas… - no podía creerlo. ¡Estaba viva! ¿Pero cómo? ¡Es imposible!

- Querida, deja de quedarte hasta tan tarde leyendo esas novelas dramáticas que te esta secando el cerebro – me reprocha – en quince minutos paso a por ti. Estate lista.

- Pero ¿cómo? – le pregunto - ¿vas a ir al instituto hoy? – no estaba entendiendo nada.

- ¿Cómo que si voy? Tenemos examen de mates ¡obviamente voy a ir! Tenemos que ir si no queremos reprobar. ¡y alístate rápido que en quince minutos paso por ti! – y cuelga el celular.

Esto no podía estar pasando. Todo era surrealista. ¿Será que todo ha sido una pesadilla?

No había rastro de las pastillas, ni en mi cama, ni en el botiquín, y cuando le pregunto a mi madre, pensaba que eran para los dolores por el período.

La bocina del coche de Leila anunciaba que ya había llegado. Salgo corriendo a mi habitación para cambiarme de ropa, me cepillo los dientes y me arreglo en una cola el enmarañado pelo. Tomo la mochila y salgo de mi casa. Parada en el portal, dude en dar un paso más ¿Y si todo era una trampa? Pero al ver el rostro sonriente de Leila que se asomaba por la ventanilla del copiloto, sonreí como hacía tiempo no sonreía. El destino me estaba dando una segunda oportunidad para hacer las cosas diferente.

Entre casi corriendo al auto de la morena, y la abracé fuertemente, mientras reía y lloraba de felicidad. Tenía a mi amiga entre mis brazos. Estaba viva, y era todo lo que importaba.

- ¿Mala noche? – bromeó al verme llorar. Negué con la cabeza mientras las lágrimas de felicidad seguían correteando por mis mejillas. Me miro como un bicho raro y luego arrancó el coche.

Al llegar a la escuela, no me desprendí de su lado ni por un segundo. Ya no me importaba si reprobaba matemáticas, o incluso si veía la nota. Esta vez, intentaría explicárselo en otro lugar, bien cerca del suelo.

Apenas abro el casillero, la nota acusatoria cae en mis manos y la hago a un lado sin abrirla.

- ¿Y eso? – pregunta curiosa

- Seguro un admirador – intento bromear – al rato la veo – digo restándole importancia mientras cerraba el casillero.

Estábamos llegando al salón cuando Salvador le da un casto beso en los labios a Leila -Tenemos que hablar – otra vez lo mismo, pienso. Pasó de mi como ya lo había hecho y dejo a mi amiga con las palabras en la boca porque ni siquiera se quedo a escuchar la respuesta, como la otra vez.

Esta vez tenía pensado hacer las cosas diferentes, aunque todavía no sabía cómo, hasta que una lamparita se me prendió ¡El comedor! Hoy iban a hacer la guerra de comida.

Aprovechando la ventaja que tenía de saber aquello, le propuse a la morocha comer fuera, en las tribunas de la cancha de futbol. Allí le contaría e intentaría no ser tan brusca.

- Leila – dije una vez nos sentamos. Quise sentarme apenas en el primer escalón, pero ella insistió en que la vista desde aquí arriba era mejor



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En el texto hay: fantasia, misterio, romance

Editado: 30.01.2020

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