Unos golpes en la puerta me despiertan en mitad de la noche - ¿Quién es? – pregunto adormilada.
-Emma – canturreó una voz aterradora del otro lado de la puerta.
- ¿Quién es? – exijo mientras me voy poniendo de pie lentamente.
- ¿Ya te olvidaste de mí? – ríe espeluznantemente y luego no se oye más nada. Me voy acercando sigilosamente a la puerta, sin hacer ruido, cuando vuelve a hablar – Pensé que había sido claro – su voz se iba agravando más con cada palabra. Y los golpes en la puerta empezaban a ser cada vez más fuertes, hasta que la puerta se abre del todo.
- ¡Emma! – alguien me toca el brazo y me doy cuenta que estaba gritando – Emma, calma hija, fue una pesadilla – me acuna mi madre entre sus brazos mientras comienzo a sollozar.
Mi madre se recuesta conmigo, aún meciéndome, acariciando mi espalda hasta que logro calmarme completamente. Una vez que me observa, se va del cuarto y vuelve con algo en sus manos.
- Toma – dice alcanzándome un pequeño frasco con un líquido amarilloso.
- ¿Qué es esto? – la miré desconfiada.
- Robert me lo dio, en caso de que tuvieras pesadillas. Dijo que podrías llegar a tener situaciones de estrés debido al trauma, y me dio unos de éstos – señaló al frasquito que tenía ahora en mis manos- para que puedas dormir sin pesadillas.
Miro este unos segundos antes de darle un trago. Sabe bastante amargo, pero es tolerable.
-¿Quieres que me quede contigo hasta que te duermas?
Asiento con la cabeza y le hago lugar a Beth para que se acueste a mi lado.
La alarma del celular suena y la pospongo. Abro mis ojos acostumbrándome a la luz que entraba por la ventana. Ya era de día y era mi primer día en el Instituto. Ya no había rastros de Beth en mi cama.
Me dirijo hacia el baño, pero esta vez llevo la ropa para cambiarme allí. No quiero que pueda llegar a haber un incidente como ayer.
Una vez lista, me dirijo a la cocina con la mochila en una mano y la otra ocupaba el celular. Luna me había mandado temprano un mensaje, diciendo que pasaría a buscarme para irnos juntas.
Tomo la cafetera y me sirvo en una taza un poco de café, que todavía estaba caliente. Por encima de la mesada, una nota de Beth que me avisaba que saldría temprano y que no la espere por la noche. Se ve que estos días tenía trabajo acumulado debido a mi “hipnosis”.
El timbre de la puerta suena al tiempo que termino de tomar el último sorbo de café que quedaba en la taza, depositando ésta en el lavado antes de salir.
Luna sale disparada hacia mis brazos, apretándome cariñosamente entre los suyos - ¡Emma! ¿Preparada para tu primer día? – se separa unos centímetros para verme a los ojos.
-Eso creo – digo algo nerviosa.
A lo lejos veo una melena colorada en el asiento de copiloto. Al verme, saluda con su mano y vuelve la vista a su celular. Creo que no le agrado mucho a Asli.
La entrada del Instituto estaba repleta de estudiantes, ni hablar de los pasillos, donde había miles de ellos amontonados en grupos, conversando y compartiendo cosas con sus celulares, todos absortos en sus mundos.
- Y bien – le pregunto en un susurro a Luna - ¿Son todos especiales acá o….?
Luna rápidamente me aparta a un lado de la multitud antes que pudiera terminar la pregunta – Hasta el momento los únicos especiales somos todos los que conoces. Los demás no tienen ni idea de que existimos… bueno ya sabes… de lo que hacemos.
-Lástima, pensé que estaríamos como en Howard – nos miramos y ambas empezamos a reír.
- Bien Hermione, vamos o llegaremos tarde – me toma de la mano y casi corriendo, entramos por los pasillos.
- ¿Qué casillero te toca? – pregunta la Pelirroja, ya que Luna se quedó hablando con un par de chicas, compañeras de clase, seguro.
-El 13 - digo mirando el papel de inscripción que le había pasado la Secretaria a mi madre.
- Es ese – y señala hacia adelante.
Asiento agradecida y me dispongo a cambiar la contraseña del candado antes de dejar mis libros.
- Te pegas como un chicle – suena una voz burlona detrás mio. Jared, pienso mientras pongo los ojos en blanco.
- Como mosca en la sopa – le dibujo una falsa sonrisa y cierro el casillero para irme con Luna que me espera al final del pasillo.
- ¿Por qué tanta prisa? – lo siento seguirme a mi lado.
- ¿Ahora me acosas? – le acuso.
- No te creas tan importante – dice petulante.
Llegamos al lado de Luna, quien nos miraba curiosa por saber de que iba nuestra conversación. Por desgracia compartíamos las clases, en mi defecto, la mayoría.
Luna se sienta con Asli, mientras que yo me siento atrás, junto a una morocha de lentes, que tenía un montón de papeles desparramados por su banco y el mío.
- ¿Te molesta si me siento aquí? – pregunto señalando a su lado
- ¡Oh! No, disculpa – y toma los papeles rápidamente, despejando mi lugar. – Soy Rebecca, pero puedes decirme Becca – me extiende la mano amistosamente.
-Emma – le devuelvo el saludo y tomo asiento.