La oscuridad de Raphael y Bela Lugosi

1. TIEMPO

 

La vida es corta, finita, temporal. Es solo un momento en la infinita línea de tiempo, dentro de la cual se rigen las dimensiones que conforman el universo.

La esperanza de vida promedio de un perro es de doce años; de los gatos: quince. Esto es verdaderamente corto a comparación con el tiempo que los humanos pasan en la tierra: unos setenta años, aproximadamente.

La vida es injusta. Lo digo en términos generales.

¿Por qué criaturas tan lindas e inofensivas viven tan poco, y los humanos, la peor especie que ocupa este planeta, deben existir más tiempo?

La vida terminará en algún momento; la muerte es algo seguro, es parte del ciclo que mantiene al universo en movimiento. Mi padre solía decir que lo único que teníamos asegurado al nacer era la muerte. Aunque el día es prácticamente desconocido; es la gran incógnita que tantos temen descubrir.

Yo creo que es bueno no saber el día de expiración. Por una razón nadie puede pronosticarla.

Las cosas son como deben de ser.

Realmente, no me imagino cómo sería nacer sabiendo cuando morirás, es como si, de repente, abrieras los ojos y alguien estuviese ahí, esperando pacientemente a que asimiles la llegada al mundo de los vivos para informarte sobre las cosas importantes.

—Querido joven recién nacido, se le informa que tiene exactamente cincuenta y ocho años, tres meses, diez días, cinco horas, veinticuatro minutos y tres segundos para cumplir con los siguientes puntos…

Y, después, cuando se te ocurra comparar tus tiempos con algún otro compañero, la envidia y la disconformidad serán las anfitrionas de la fiesta.

¿Por qué tú, que eres más pecador que yo, tienes más días de vida que yo?

O viceversa: ¿Por qué tú, alma inmaculada de Dios, que no necesitas más tiempos para enmendar tus errores y pecados, tienes más horas que yo?

También, puede existir el caso en que, simplemente, no se desee vivir por tanto tiempo.

Tiempo, tiempo, tiempo…

Es la cosa más aterradora del mundo.

Hace años vi una película en que el mundo había dejado el dinero atrás y, ahora, la riqueza se medía en años, meses, días, horas, minutos… Los más pobres eran aquellos que vivían al día; los más ricos eran los que tenían cientos de años para disfrutar.

Esa fue una verdadera película de terror.

Ahora me encuentro en una situación referente al tema. No es como que me guste hablar de las cosas solo porque sí. Siempre debe haber una buena razón. La de hoy es mi creciente deseo de terminar con mi vida, pues no encuentro otra forma de escapar de este destino al que soy sometido.

Hay alrededor de cincuenta personas en el salón. Las he contado. Cuarenta y tres de ellas están de pie, siete estamos sentados. Y, es extraño, todos tienen algo en la mano. Cuarenta y nueve personas se comportan del mismo modo, como si fuesen robots previamente programados para actuar de cierta forma, ni siquiera se dan cuenta de lo que están haciendo, simplemente actúan por inercia.

Es espeluznante.

Cada movimiento está perfectamente ensayado, tiene un oscuro motivo como trasfondo, un objetivo específico. Y, aunque todos actúan de la misma manera, piensan en algo diferente; cada uno está enfocado en su propia necesidad.

Mentes llenas de metas egoístas, disfrazadas de amabilidad, sensualidad, solidaridad y falsa humildad.

Realmente quiero correr y saltar por esa ventana, la que está cerca del piano de cola. Correría, me estrellaría en ella para romper el cristal y me dejaría caer suavemente, como una pluma. Puede que parezcan horas de vuelo, hasta que, simplemente, se apague mi cerebro: es la magia de la imaginación; los segundos se convierten en minutos, y estos, en días… todo sucede dentro de tu mente si te esfuerzas lo suficiente.

Sin embargo, no puedo hacerlo.

Estoy obligado a quedarme aquí, tal como estoy, sentado en el sofá, observando a mi alrededor y a actuar como si estuviese cómodo, aunque… ciertamente, estoy fallando. Lo sé porque Evanna está frunciendo el ceño, mientras me asesina con los ojos, o eso intenta. También se ha tomado el líquido repulsivo que llenaba su copa de un solo trago.

No es mi culpa, ¿o sí?

Nunca quise ser como soy, mucho menos quise darme cuenta de lo que pasa a mi alrededor, y, mucho menos, ser el único que lo nota.

No entiendo por qué los humanos deben de socializar.

—No debes entenderlo, lo haces y ya —Curtis me contesta. Está sentado frente a mí, sobre la mesa de centro, con su impecable traje negro, como de funeral, y el cabello peinado hacia atrás, con una gran cantidad de gel. Es tan silencioso, que ni siquiera noté que estaba ahí. Habría preferido que no apareciera esta noche, pero lo ha hecho. Ahí esta él y yo no puedo correrlo—. Recuerda sus enseñanzas, debes hacer lo que los demás hacen o empezarán a notarte… Y ¿sabes qué pasa cuando te notan?



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En el texto hay: romace, psicopatas, asesinos en serie

Editado: 01.09.2018

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