La oscuridad de Raphael y Bela Lugosi

2. SANGRE

 

Todo se ve como siempre: gente amontonándose detrás de la cinta amarilla, uno que otro reportero intentando cubrir la nota, dos ambulancias, una docena de uniformados y el competente equipo de agentes de la Policía Metropolitana de Londres.

No negaré que me emocionan este tipo de cosas: sangre, un cadáver, una historia, un misterio, un perpetrador… Simplemente fascinante. Aparte, nunca sabes qué es lo que encontrarás ahí dentro, ni te imaginas qué tan sucio estará el trabajo; pero, a veces, mientras más sucio, mejor.

Todo genial hasta que, justo al momento de descender de mi auto, siento algo raro, un mal presentimiento. No soy psíquico, por cierto, pero hay momentos en que ves a tu alrededor y sabes que las cosas no están bien.

Esta es una de esas veces.

Si, hubo un asesinato: las cosas no están bien. Pero no me refiero a eso, esto es mucho más complejo.

1. Nos encontramos en Wimbledon.

2. Y ya, creo que no hay más por el momento, solo ese mal presentimiento.

Es una casa estilo victoriano, bastante común en el barrio, pero no puedo evitar notar el sello roto que sigue pegado a la puerta de entrada. El interior no tiene muchos muebles y lo que hay, está cubierto con mantas y plástico.

Sin dejar de observar a mi alrededor para detectar cualquier rastro de sangre, fluidos extraños o anormalidades en el lugar, me dirijo a la sala, dónde está lo bueno.

Lo primero que me llama la atención es la decoración: una hermosa obra de arte hecha con sangre salpicada como si hubiese habido una gran fiesta aquí adentro. Aparte de eso, este es el único espacio de la casa que parece habitado. La chimenea estuvo recientemente encendida, ningún mueble está cubierto y no hay una sola pizca de polvo. Esta todo bastante limpio… a excepción de la sangre que adorna las paredes y el piso.

Un desagradable sabor invade mi boca y, de repente, me siento un poco asfixiado. Podría escuchar el sonido alborotado de mi corazón y mis manos se humedecen. No, ese no era un buen momento para un ataque de pánico.

¿Por qué esto se me hace tan familiar?

¿Será que mi presentimiento es correcto?

—¡Raphael! —Jones me recibe como siempre: con un ánimo excepcional, como si estuviésemos en un picnic y no en una escena del crimen, junto a un cuerpo parcialmente desmembrado. Su timing fue bueno, si no me hubiese distraído, me habría dejado llevar por el ataque… y eso no es una buena idea—. No pudiste resistir, ¿verdad?

¿A qué se refiere?

—¿No deberías estar con tu hermana? —O’ Down pregunta con su habitual seriedad. El tipo siempre parece de piedra, aun cuando intenta sacar lo mejor de su sentido del humor.

—El deber llama —contesto sin más—. ¿Qué pasó aquí?

En el centro de la sala, sobre el sillón, está colocado el cuerpo de una mujer de unos 40 años, rubia y en ropa interior; sus piernas han sido separadas con un corte casi quirúrgico y acomodadas a su lado, con mucha delicadeza.

—Tú dime. —Suspira O’Down.

—Alguien se divirtió aquí ayer por la noche —respondo, acercándome a examinar el cuerpo—. Por la temperatura y la rigidez, diría que ha estado muerta de 24 a 26 horas. Causa de muerte: Burking. Las piernas fueron cortadas post-mortem…

—¿Y toda esa sangre?

—Dudo que sea de la víctima —afirmo—. Tomaré muestras…

Dejo que muevan el cadáver para transportarlo al laboratorio y me concentro en la sangre, hasta que mi paz interior momentánea es removida violentamente por una voz femenina.

—¿Cómo sabes que no es de la víctima? —pregunta, inquisitiva y ligeramente incrédula.

—No lo sé —contesto—. Simplemente hago uso de mi cerebro reptil.

—Y la comprobación científica, ¿dónde queda? —ríe.

—Estoy en ello. Por si no te has dado cuenta. —Saco el aire sonoramente y, al fin, me decido a verla. Es una chica de unos veitisiete años, cabello largo color rubio oscuro, controlado en una trenza que pasa por su hombro izquierdo hasta su pecho, ojos de miel y lleva puesta una sudadera del dragón de esa película animada de vikingos debajo de la chamarra del uniforme que dice «Forense» en la espalda—. ¿Y tú eres…?

Sonríe brillantemente. Al principio me parece una rarita. Después, casi la siento linda.

—Soy Olivia Lugosi. Llámame Bela.

—Pero… ¿Bela? ¿De dónde viene eso? ¿Segundo nombre?

Alza los hombros y me mira como si yo fuese un estúpido, y por un segundo, casi creo que lo soy.

—Llámame Bela porque así lo quiero, punto.

—¡Veo que Quántico ha conocido al Gran Doctor Valentine! —Jones irrumpió con emoción.



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En el texto hay: romace, psicopatas, asesinos en serie

Editado: 01.09.2018

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