La oscuridad de su mirada - Libro I

Capítulo 9

Después de un largo mutis, la pesada respiración de Iván me confirmó que se había quedado dormido. En ese momento abandoné su dormitorio y regresé al mío. Había descubierto demasiadas cosas ese día, demasiadas personas implicadas en un juego cuyo único objetivo era engañar a los demás y crearles falsas esperanzas. Y quien decía falsas esperanzas, hablaba de expectativas inciertas, relaciones impostadas y apoyos fingidos. Jaime y Lucía solo significaban una pieza de este juego de superación llamado terapia grupal; e Iván también formaba parte de ello. Todos parecían actuar al unísono a fin de manejar las conductas de los verdaderos componentes del campamento. Para ser honesta, debía felicitar a quien hubiese tenido la brillante idea de integrarlos de tal forma que su apoyo pasase inadvertido.
Si yo misma no hubiese escuchado el dolor con el que el chico hablaba de su hermana y la desazón por haberla perdido, habría pensado que solo se trataba de un engaño que pretendía hacerme empatizar con su situación y, lo más importante, aceptar sus plegarias. Le había prometido quedarme, y esa era la promesa que más veces había jurado en mi vida, especialmente después de intentar irme para siempre. Mi familia y yo pactamos que nunca más volvería a atentar contra mi propia vida, aquel intento de suicidio me devolvió la fortaleza que había creído perder para seguir la travesía del destino. Acaricié la delgada línea engrosada de mi muñeca que me hacía recordar dicho compromiso. Estaba con vida y las mariposas tatuadas en mi antebrazo que cubrían esa marca lo confirmaban.

Diez meses antes...

Lo tenía decidido. Quería demostrarle a mi familia, sobre todo a mi madre, que la Clara que estaba ante ella aprendería a convivir con sus miedos. Superarlos sería pedir demasiado, pero tampoco cortarían mis alas para volar. Estuve cerca de la muerte, casi la acaricié con el dedo, pero cuando apenas nos separaban escasos centímetros, la distancia se interpuso entre nosotras. Así fue como volví a la vida. Sólo quedaban restos de sangre seca en mi antebrazo, la hemorragia que emanaba de mi muñeca estaba controlada. Mi corazón se paralizó al contemplar el dolor y el miedo reflejados en la mirada de mi madre, tal fue el shock que sentí un gran nudo en el pecho. Buscar una vía de escape rápida y eficaz para mí solo suponía una vorágine de culpabilidad, decepción y melancolía para el resto.
Unas semanas después, únicamente quedaba el relieve que dibujaba una fina línea en la cara interna de mi muñeca; quedaba la señal de lo que pudo ser y nunca fue. Algo que prometí no volver a repetir. De modo que me planté en un estudio de tatuajes con la esperanza de encontrar algún símbolo que me sirviese de recordatorio. Ojeé los diferentes diseños que el propio tatuador me facilitó y al fin me decanté por uno de ellos. Unas bonitas mariposas delineadas que alzaban el vuelo. Lo que me hizo elegir dicho diseño fue la inspiradora historia que albergaba detrás. Culturalmente, las mariposas se relacionaban como un símbolo de cambio, evolución o metamorfosis. Y de ahí el motivo por el que escogí el trazado de mi tatuaje, la tinta debía recordarme que era capaz de superar las adversidades. Mi capacidad de resiliencia.

Pero como si el significado de dichas figuras se hubiese tornado como la vida misma, parecía más bien que simbolizaban algo muy distinto. De manera espiritual, las mariposas eran consideradas un símbolo de la vida después de la muerte, debido a su metamorfosis de oruga a una colorida criatura que volaba por el aire. Pero mi vida se había convertido en una cárcel que me tenía reprimida, sin libertad. Poco quedaba de aquella Clara que resurgía entre las cenizas, las esperanzas se habían esfumado como los rayos del sol que entraban por la ventana. Encendí la lamparilla de noche y dejé mi mente volar a recónditos lugares de los que nunca lograría huir.

∞∞∞∞∞∞

—Clara, despierta, solo es una pesadilla —escuché la voz de Iván, que acariciaba mi antebrazo con sumo cuidado buscando hacer que recobrase el conocimiento y dejase mis delirios.
—No quería despertarte —mascullé aún adormecida. Recordaba cómo me había reprochado la noche anterior por ello—. Si he gritado, ha sido sin querer.
—No, no has gritado... Ya estaba despierto... Ayer estaba tan saturado que me dormí, y ahora he perdido el sueño —comentó, haciéndome sentir un alivio que más tarde se transformó en asombro.
—¿Y cómo sabías que tenía una pesadilla? —inquirí—... Un momento, ¿me estabas espiando?
—No, yo solo quería agradecerte... —comenzó a excusarse al tiempo que yo tiraba de mi brazo que aún seguía bajo su agarre. Lo deslicé quedándose mi muñeca trabada entre sus dedos y el contacto de los mismos sobre aquella línea engrosada de mi piel provocó un extraño cosquilleo. El chico se detuvo divisando el tatuaje.
—¿Por qué lo hiciste? —me preguntó con seriedad.
—Por lo que simbolizan las mariposas... Pueden volar, ser libres —agregué, intentándolo llevar a mi terreno.
—No me refiero al tattoo, Clara, sino a esto —y pasó su dedo por la marca—, ¿cómo se siente alguien que intenta quitarse la vida? —yo tragué saliva en respuesta, por lo que él prosiguió—... ¡Joder!, ¿qué hacemos mal los demás para que no sea suficiente? —concluyó, comprendiendo que ese había sido el motivo del fallecimiento de su hermana. Se me heló la sangre con solo pensarlo, ni con vivir la misma situación podría dar respuesta a sus preguntas.
—No lo sé. Tal vez no dependa de nadie, tal vez no fui consciente de mi decisión. Cuando estás tan deprimida, te encuentras en un profundo pozo del que no puedes salir, esa fue la única vía de escape que se me pasó por la cabeza. En ese momento no piensas en la gravedad de tus actos, simplemente actúas buscando esa salida —expliqué rota de dolor, para dejar que las lágrimas escapasen de mis ojos a continuación—. Buscas un lugar donde no existan tus miedos, donde no exista aquello que te hace mal... Y la muerte es esa salida —finalicé zafándome de su agarre para limpiarme los ojos. En consecuencia, él se quedó embelesado con la mirada fija donde antes se encontraba mi brazo.
—Y te vas dejándole el corazón roto a los que te quieren —suspiró saliendo de su ensimismamiento con la voz apagada—, y haciendo que se culpen por ello...
—No creo que haya que buscar un culpable, y que mucho menos sea alguien que te quiere, alguien que te brinda su mano. Siempre hay un monstruo, ya sea una persona u otra cosa, que te empuja cada vez que intentas salir de ese pozo —intenté animarlo y hacerle ver que el triste desenlace de su hermana no dependía de su amor o de su intención por auxiliarla.
—¿Y tan difícil es ver a quien te tiende la mano y te brinda su ayuda? —continuó con tono afligido.
—Cuando estás en el fondo del pozo no consigues ver con claridad a quienes hay en la superficie, te sientes sola frente al mundo —afirmé pensativa—. Resiliencia, la capacidad para superar las adversidades. Ese es el significado de mi tatuaje.
—Déjame ayudarte —me repitió haciéndome recordar el motivo con el que inicié la conversación horas antes.
—Hablamos mañana, no me apetece discutir y que te comportes como un... —me cortó antes de soltar el improperio que bien conocía.
—Vale, pero no pienso ni discutir ni seguir comportándome como un capullo. Aunque no aceptes mi ayuda, te cuidaré como si fueses mi hermana... ¡Descansa! —se despidió con una sonrisa, de esas contagiosas. Acto seguido, salió de mi habitación dejándome aún con más dudas si cabía.
Todo lo que tenía en mente para reprocharle, todos los pensamientos malos que rondaban mi cabeza se disuadían cuando sus labios se curvaban devolviéndome esa sonrisa tan cautivadora que me hacía olvidar al Iván capullo. Ahora que sabía la causa de su triste pérdida, que prometiese cuidarme como si fuera su hermana me llenaba el alma. Quizá ya no lo odiaba tanto, debajo de esa coraza podía esconderse un buen chico, ¿me cuidaría como el hermano que nunca había tenido? ¿podría confiar en él?




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