Toqué la puerta un par de veces, no obtuve respuesta; repetí el proceso de nuevo, esta vez con más fuerza, como si me fuese la vida en ello, pero el resultado fue el mismo. No abandonaría aquella cabaña hasta que Iván o quien fuera que estuviese allí me abriese la puerta. De forma que continúe golpeando la madera ahora con la palma de la mano, seguí insistiendo sin detenerme hasta que escuché el sonido de unas pisadas que se acercaban desde el interior. Allí estaba él, al otro lado de la puerta, con un aspecto dejado y desaliñado. Me fijé con rapidez en sus ojos, unas amplias ojeras se dibujaban bajo ellos. Por otro lado, miré sus pupilas, poco quedaban de aquellos ojos grisáceos que me trasladaban a un mundo de confort, ahora se encontraban dilatadas bajo los efectos de alguna sustancia. Así me lo confirmó el humo que envolvía la estancia y el pesado olor que llenaba mis fosas nasales.
De repente, no sé cómo pasó
Fue de un día pa'l otro
Que me dejaste roto
No me quedan pastillas pa' dormir
Sufro de insomnio crónico por ti
¿Tú, qué tal vas sin mí?
Porque yo
Cada vez que te pienso, me siento perdida
Me da fuerte en el pecho, sufro neumonía
La cama de noventa, la siento vacía
Van quinientas noche' y diecinueve día'
Tiene' que saber
Que es una mierda cada vez que te vas
Te echo de meno' a la segunda cala'
Porque sin ti la ansiedad vuelve
Tienes que saber
Que es una mierda cada vez que te vas
Te echo de meno' a la segunda cala'
Porque sin ti la ansiedad vuelve
Las palabras se atragantaron en mi garganta, no era capaz de articular vocablo alguno. Verlo tan abatido despertó en mí una sensación de angustia y malestar, en definitiva la ansiedad predominaba en mi organismo. Si seguía manteniendo mi mutis, capaz sería de cerrar la puerta y dejarme allí tirada. Tenía que enfrentar la situación, no había vuelta atrás. Resiliencia. Enfrentarme a las adversidades. Superar mis temores. El miedo a amar, ¿o a ser amada? Mi cabeza estaba llena de interrogantes, pero la preocupación por su estado opacaba mi mente.
—¿Qué estás haciendo? —hablé al fin—. Te vas, sin despedirte, vuelves y ni siquiera tienes la decencia de decírmelo... ¿Tan poco te importo? —pronuncié esto último con el corazón encogido.
Me di cuenta de que
Ya no es lo mismo, te necesito para sentirme bien
Siento que me voy a enloquecer
Tú te me has ido, y no es conmigo, no doy el cien por cien
Si no es contigo, no sé con quién
—No me he ido a ningún sitio —murmuró con cierto letargo, bajo los efectos de las sustancias—. Fuiste tú la que me pediste que te dejara sola, ¿no querrías que me fuese de mi propia casa? —expuso con una risa sarcástica que me confirmó lo fuera de control que estaba. Me dolía verlo así, no entendía nada.
La casa es un escape room
Y la llave te la llevaste tú
No como y me come la inquietud
Tengo roja la barra de salud, ah
—¡¿Qué?! —exclamé sin comprender sus palabras. ¿Tenía yo acaso la culpa de tan deplorable aspecto y de sus conductas ilícitas?
—Déjalo... Ahora no me apetece hablar y si lo hago rompería mi promesa de no discutir y no comportarme como un capullo —logró articular de forma pausada. Su rostro desencajado no se correspondía con sus palabras poco juiciosas.
Llamo y no contesta
Ya no sé dónde está
Dime tú qué tal vas
Porque yo
Cada vez que recuerdo que ya no eres mía
Me da fuerte en el pecho, sufro neumonía
La cama de noventa la siento vacía
Van quinientas noche' y diecinueve día'
—¿Sólo incumplirías esa promesa? —le reproché—. No estás bien, tampoco sé en qué estabas pensando, pero el humo sólo empaña los problemas, no los borra —agregué con firmeza. El chico necesitaba mi ayuda, o esto podría acabar en una terrible catástrofe... Si le llegase a pasar algo, no me lo perdonaría en la vida.
Tienes que saber
Que es una mierda cada vez que te vas
Te echo de meno' a la segunda cala'
Porque sin ti la ansiedad vuelve
—¡Joder! Esa es mi forma de calmar la ansiedad, ¿vale?... ¿No ves que soy un puto monstruo y que sólo puedo hacerle daño a las personas que quiero? —murmuró, conteniendo las lágrimas que acechaban con escapar de sus ojos. Estaba realmente mal, como si se encontrase sumido en aquel pozo en el que yo misma caí años atrás.
—No eres ningún monstruo, Iván, y te repito que no pienso dejarte —reforcé mi afirmación alzando mis brazos y resguardándolo en ellos. No dejaría que se sintiese solo, le debía mi apoyo incondicional. Y tenía que saberlo...
Tienes que saber
Que es una mierda cada vez que te vas
Te hecho de meno' a la segunda cala'
Porque...
—Sin ti la ansiedad vuelve —me susurró entre sollozos. Yo lo abracé con más fuerza en señal de que seguía allí. Sabía que bajo los efectos de cualquier droga no sanaría sus heridas y con sus palabras comprendí que tan importante parecía ser yo para él, como lo era él para mí.
Después de aquel reencuentro, emotivo y decepcionante a partes iguales, lo invité a seguir mis pasos hasta el jardín trasero. Un ambiente tan pesado no ayudaría a disuadir sus problemas, la cefalea comenzaba a instaurarse en mi cabeza después de varios minutos respirando ese olor. El chico acató mi iniciativa y con cierto letargo fue avanzando hasta nuestro destino. Que una vivienda significase el lugar en el que habitaba una persona, distaba mucho de la realidad. Un torbellino, y no sólo en sentido emocional, parecía haber pasado por aquella casa, un habitáculo que yacía revuelto y con todo patas arriba.
Accedí hasta el único lugar que permanecía invariable, donde la paz que la naturaleza transmitía se mantenía inquebrantable. Me senté sobre el pasto humedecido, el aire fresco invadía mis pulmones, inspiraba por la nariz y exhalaba por la boca, y con ello la sensación de malestar se fue disuadiendo. Iván continuaba inmóvil como si esperase que saliese otra reprimenda de mi boca, pero la tranquilidad del momento me hizo cambiar la forma de pensar. El chico necesitaba todo mi apoyo, necesitaba tenderle mi mano para que saliera de ese pozo de tristeza, necesitaba que viera en mí a alguien en quien confiar. Porque yo lo hacía, yo confiaba en él. De forma que lo cogí de la mano y los dos nos tumbamos boca arriba. Las estrellas nos contemplaban como nosotros a ellas, la luz de la verdad prevalecería sobre la oscuridad de la duda.
—Yo también le hago daño a las personas que quiero, ¿sabes? —repetí su enunciado, siendo consciente de la profundidad de mis palabras... "Las personas que quiero", ¡joder! ¿estaba confesándoselo en clave?—. Por mucho que confíe en ellas, siempre acabo defraudándolas —agregué, enfocándolo con la luz de la linterna que me había acompañado durante todo el trayecto—. ¿No suena ilógico: dañar a quien quieres? Tú me pediste que confiara en ti y yo ahora te pido que confíes en mí.
—Si hay alguien en quien confíe, esa eres tú —musitó él, al que también parecía surtir efecto respirar aire puro. Los signos de intoxicación ya no se reflejaban en sus pupilas dilatadas, su semblante estaba recuperando la normalidad—. Me importas, y mucho. Pero no conoces nada sobre mí, sólo el humo en mis pulmones saciaba mi ansiedad hasta que llegaste tú... Desde que perdí a Sandra, esa fue mi única salida —concluyó con lágrimas en los ojos. Su pasado de adicciones me removía por dentro, ¡cuánto habría pasado para caer en eso!
—Pero yo sigo aquí, no me has perdido, y no pienso separarme de ti a menos que me eches de tu vida y con eso romperías tu promesa de cuidarme —me sinceré abriéndole mi corazón, mi coraza se estaba resquebrajando—. Tú también me importas...
—Yo... Yo no paro de hacerte daño, y te juro que no es mi intención, pero a veces olvido mi promesa... No la de no cuidarte, sino la de hacerlo como si fueses mi hermana —confesó apenado. La luz proveniente de la linterna me dejaba entrever las lágrimas que acechaban con escapar de sus párpados—. Te toqué, joder, te toqué haciéndote sentir mal y eso no me lo perdono.
—Pero yo sí te perdono, quiero que sigas cuidando de mí como lo hacías. Y créeme, que me tratases como a una hermana nunca ha sido mi intención —lo animé a dejar atrás cualquier malentendido—. Es solo que mi cuerpo me recuerda constantemente lo que viví... y no sé si algún día podré superar ese miedo.
—Ya estás cerca de superar tu fobia a la oscuridad —comentó presionando el botón de la linterna y con él hizo desaparecer toda fuente de luz. Solo quedábamos él y yo, bajo el cielo estrellado. Mis manos se aferraban con fuerza al aparato, y pronto noté las suyas que me brindaban un calor armonioso a la par de reconfortante.
—¿Por qué siempre acabas apoyándome tú a mí, en lugar de yo a ti? —repuse, haciéndome la enfadada y acariciando sus manos al mismo tiempo.
—Porque con tu sola felicidad, yo ya soy feliz —dijo con voz cursi.
Sus palabras, claras y concisas, dejaban a la vista sus sentimientos. Unos sentimientos que, pese a mi negatividad en días anteriores, eran correspondidos. No mentiría si dijese que eché de menos un "te quiero", pero yo aún no estaba preparada para asumir tanto física como emocionalmente lo que implicaba dicha confesión. Y en el fondo, Iván lo sabía. Me encontraba en la casilla de aceptación, esa que precedía al largo camino que me llevaría al éxito. El chico estaba en lo cierto, si tan cerca estaba de superar mi nictofobia y en un futuro mi claustrofobia, ¿por qué no podría liberar mi corazón y mi cuerpo que parecían caer rendidos al amor que él me profesaba?