Desperté entre sus sábanas, nuestros cuerpos, aún desnudos, conservaban el brillo por las pequeñas gotitas de sudor. Lo de la noche anterior fue el culmen de nuestro idílico amor. Con ello, le había brindado a Iván mi corazón completo. Me vino a la memoria una canción popular que mi madre solía cantarme: "por eso te quiero tanto y te doy mi corazón, tómalo, tómalo, tuyo es mío no". Después de recomponer tan preciado órgano vital, se lo había regalado. No era un simple impulso, sino una decisión firme y previamente procesada la que había tomado. Mi chico ya lo tenía todo de mí, nos habíamos entregado en cuerpo y alma... Pero cuanto más te entregabas al amor, el riesgo de sufrir era mayor.
Nunca imaginé que semejante muestra de amor me hiciese tocar el cielo. Esas sensaciones eran nuevas para mí. Si mi queridísima Lucía se plantase ante mí y me sometiese a uno de sus exhaustivos interrogatorios, solo sería capaz de describirlo con una única palabra: maravilloso. Los malos recuerdos que mi cuerpo aún guardaba se habían desvanecido para grabar aquella mágica noche... Una noche que por siempre recordaría como si fuese mi primera vez. Mi primer beso, mi primera caricia, mi primer amor; él siempre debió ser el primero, pues lo nuestro siempre fue algo verdadero. Ojalá solo pudiera interpretarlo como algo positivo, ojalá tan bonitas palabras no tuviesen efectos negativos.
Me quedé unos segundos contemplándolo, rememorando la vez que se quedó a dormir en mi dormitorio. En aquellos tiempos sus rosados labios me llamaban la atención más de lo normal, me invitaban a probarlos. Hoy era un sueño cumplido. Si bien su sola presencia bastaba para sanar mis penas, siempre sería de quien besaba mis cicatrices sin abrir heridas nuevas, pero, sobre todo, de quien había curado mi alma. Volví a sentir mi corazón latiendo con fuerza en su pecho, desde ese día los dos seguirían el mismo compás aunque eso significase abandonar el mío propio.
Entrelacé mis dedos con los suyos y acaricié su nariz con la mía como signo del precioso beso que le sucedería a continuación. Mi "bello durmiente" despertó con una gran sonrisa, y yo fui incapaz de no corresponderle de la misma forma. Aún se respiraba el amor que aquella noche nos había unido, éramos dos seres conectados que se oponían a separarse. Más tarde comprendería que aquel hecho era algo innegable, una hipótesis refutada que volvería a prender las cenizas que un día me quemaron por dentro.
—¿Te he dicho ya lo jodidamente preciosa que te ves? —masculló con tono sensual, haciéndome rodar los ojos en respuesta.
—Ahh, ¿sí? Me parece que con esta es la decimocuarta vez que me lo dices desde anoche —le reproché, jugueteando con nuestros dedos aún entrelazados—. Sin embargo —titubeé, dándole más importancia a mi próxima intervención—... no puedo decir lo mismo de ti.
—Ya veo, ya... No he podido pegar ojo en toda la noche, no quería perderme esta maravilla... "De las ocho maravillas, tú eres la más bonita" —entonó con gracia y de buen humor pese a mi desafortunado comentario—. ¿Te sientes bien? —cambió de tema, adquiriendo cierta profundidad su tono voz.
—Sí, creo que ha sido la mejor noche de mi vida —admití avergonzada—... Bueno, si tal vez no hubieses hecho que chocara con la pared y con la puerta cuando me llevabas en brazos, lo sería.
—Eso tiene fácil solución: la próxima vez prometo dejar las luces de toda la casa encendidas y así no habrá problema —bromeó, abrazándome y acercándome más a su cuerpo. No quería separarme de él, y por supuesto que pensaba en repetirlo no solo una vez más, sino cientos.
—Me he enamorado de ti, de tus locuras, de tu humor, de tus caricias, de tus besos, de cómo me haces sentir... Eres lo mejor que me ha pasado en mi vida —le confesé sin despegar mis ojos de los suyos. La oscuridad de su mirada presentaba destellos de luz, como si mis ojos se reflejasen en los suyos.
—Y yo de ti... En momentos como este, odio ponerme nervioso y no saber cómo expresar todo lo que siento por ti... Por suerte, guardo una chuleta con algunas de las infinitas razones que me han enamorado de ti —dijo separándose, muy a su pesar, de mí para sacar a continuación un papel del cajón de la mesita de noche... Era justo la nota que se negó a enseñarme aquel día en el que terminamos dibujando nuestro amor en el cuerpo del otro—. Razones para amar a Clara —comenzó diciendo—: es la chica más valiente que conozco, tiene un don para romper mis cosas y no enfadarme —reí al recordar el marco que yo misma hice pedazos—, tiene un lunar junto al labio que me obliga a probar los límites de mi autocontrol para no besarlo todo el rato, me apoya en mis momentos de bajón, canta como una diosa, me quiere aun siendo como soy —hizo una pausa para no desmoronarse— y me rescató de mi propio pozo... Sin ti, nada tendría sentido. Te amo, Clara —se sinceró, fundiéndonos en un emotivo beso que nos dejó a ambos sin aliento. Iván puso fin a tal acto, en primera instancia para tomar aire, y en segunda para concluir su profunda confesión—. Déjame seguir añadiendo razones a esa lista... Si algún día me faltaras, no sé si podría seguir adelante...
—No nos separaremos jamás —le susurré, acariciando sus mejillas—. Siempre estaré ahí para apoyarte, y sé que tú también me cuidarás en mis días grises.
Hoy me siento especial
Porque estás a mi ladito
Y no sé qué pasará, eso ya se verá
Se lo dejo al destino
Me recorre por dentro un sentimiento
Que me dice: "disfruta del momento
Porque quizás mañana no estarás"
Eres todo lo que quiero, aunque la gente me diga
Que lo nuestro no va a funcionar en la vida
Dime si tú también lo sientes, porque yo
Yo sé que te quiero
Aunque todo cambie
Porque mañana puede
Que estés en otra parte
Yo sé que te quiero
Y no escucho a nadie
Hoy tengo la suerte
De poder besarte