Hace medio mes me mudé a las afueras de la ciudad a un departamento espacioso que parecía perfecto. Grandes ventanas, buena calefacción, una sala de estar amplia y una cocina funcional. Todo parecía ir bien hasta que empecé a tener sueños extraños.
El segundo día después de mudarme, me desperté abruptamente a la 1:33 de la mañana, aún lo recuerdo bien. Soñé que estaba jugando en mi celular en la misma cama donde estaba durmiendo y alguien tocaba la puerta y giraba la perilla. ¿Qué era eso? ¿Era solo por la mudanza o había algo más?
El quinto día me sentía cansado y olvidaba cosas importantes.
El sexto día, tuve el mismo sueño de nuevo: estaba en el tejado, sudando profusamente y contemplando los alrededores. Luego llegó él, una especie de carnicero, y…y luche por Dios que luche, pero como siempre, termina clavándome esa hoz en la pierna. Sin embargo, esta vez fue diferente, se sintio diferente. Hoy no solo me clavó la hoz, sino que también me cortó la pierna, lloré, gimotee, le rogué que parara, grite hasta perder la voz.
Al despertar, no podía sentir mi pierna. ¿Me estaba volviendo loco?
Al noveno día, había estado sin dormir durante 24 horas, y no me sentía muy bien. Pero en el décimo, sucedió algo extraño. Cuando llegué del trabajo, me dormí por un instante. En mi sueño, estaba de nuevo en mi cama mientras alguien abría la puerta rápidamente. Fui a meterle seguro, pero el sonido venía de… ¿más abajo?. ¿Qué significaba eso?
El undécimo día, revisé la parte de abajo de la puerta y descubrí que debajo de la mayólica se encontraba un pequeño compartimento con muchas tarjetas y folletos, entre ellas destacaba una dirección. Googleé la dirección y descubrí que estaba a dos calles abajo, en el parque industrial. No quería dormir esa noche.
El duodécimo día, llegué a la dirección, pero no parecía haber nada interesante allí. Solo era un edificio de dos pisos que parecía a punto de derrumbarse acompañado con unos cuantos tanques de agua, máquinas olvidadas, montones de fierros y basura. Posiblemente hogar de vagabundos y gente de mal vivir. Por la tarde, volví a quedarme dormido, y el carnicero no solo me cortó las piernas esta vez, sino que también me encerró en una habitación llena de humedad. Me sentía yo y a la vez no.
El decimotercer día, decidí enfrentarme a mis sueños y descubrir la verdad detrás de todo esto.
Me encontraba en medio de la habitación, sudando frío, desmontando el piso de madera para no confirmar lo que me temía. Esa noche, soñé con un niño, con su voz y un claro repiqueteo de madera, pero no provenía de la puerta, sino del piso. Pude darme cuenta de eso. De repente, el niño empezó a llamarme alarmado, pidiéndome ayuda. No podía respirar, no podía ver. Fuí a ayudarle rápidamente, sacándome todas las uñas en el proceso, y cuando levanté la mayólica… lo ví, lo ví todo. Era yo, yo despues de cada sueño, yo después de cada pesadilla, yo desde que me mude.
Los vecinos aporrearon mi puerta desde hace un rato, pidiendome deje de hacer bulla. Pero he terminado de sacar todo el piso y en un extremo de la habitación, he encontrado una lata de metal y al abrirlo me encontre con un líquido amarillento que ha soltado lo que parecía ser un ojo. Lo he hechado todo, todo mi cuerpo esta temblando, creo… creo saber dónde está el resto.
El decimocuarto día he llamado a la policía, por si no estan en camino ya.
Moraleja: No son solo pesadillas.