La oscuridad que nos rodea [en edición]

Capitulo VI : EL EDIFICIO DE ALADO

Desde hace mucho tiempo, he estado obsesionado con el edificio vecino al mío en mi ciudad natal. A pesar de que no hay carteles ni publicidad, cada cierto tiempo aparecen diferentes carros de estilo conservador pero de marcas famosísimas. Intrigado por esto, comencé a investigar.

Después de algunas semanas, pude identificar a tres trabajadores que parecían estar siempre presentes en el edificio. El primero era un hombre con smoking, con cuencas hundidas y una mirada penetrante. Era llamativo, pero su actitud era altiva y opulenta, y siempre parecía estar enojado o descontento con todo lo que lo rodeaba. El segundo era el chef, un abuelo consentidor que siempre estaba cocinando. Era una persona amable y cariñosa, y parecía ser muy querido por todos los que lo conocían. El tercero era un hombre corpulento, que a veces hacía de guardaespaldas y otras veces hacía entregas y recados. Hablaba mucho, y siempre me pregunté cuáles eran sus intenciones.

Estas tres personas humildes no habrían despertado mi interés si no hubiera descubierto su secreto. Una noche, mientras caminaba por el edificio vecino, vi algo que me dejó sin aliento. En una de las habitaciones del edificio, vi una reunión de personas enmascaradas que parecían estar llevando a cabo un ritual oscuro. Me di cuenta de que estos trabajadores eran parte de una secta caníbal que operaba en secreto en el edificio.

Fui incapaz de sacar de mi mente lo que vi, y poco después, comencé a experimentar alucinaciones y delirios. Convencido de que la secta estaba detrás de todo, empecé a investigar aún más y empecé a creer que los tres trabajadores eran hombres lobo. Yo podía sentir como sus ojos hundidos me median, como cocinaba y cocinaba, y hablaban, hablaban de mi como si yo fuera el problema. Escribí sobre mis descubrimientos en mi foro, ellos me apoyaban, me entendían y pronto mi obsesión se convirtió en paranoia.

Finalmente, decidí tomar medidas enérgicas y asesiné a los tres ancianos que trabajaban en el edificio. Fui arrestado y acusado de asesinato, y durante mi juicio, intenté explicar que lo hice para detener a la secta caníbal. Por supuesto, nadie me creyó, y fui encerrado en un hospital psiquiátrico.

Ahora, después de mucho tiempo, me doy cuenta de que todo fue una invención de mi mente enferma. Los trabajadores eran personas ordinarias, y la secta caníbal solo existía en mi imaginación. Mi obsesión me llevó a hacer algo horrible, y ahora, arrepentido, solo puedo decir que no tomen juicios apresurados. A veces, las apariencias pueden engañar, y detrás de las personas más humildes y ordinarias pueden esconderse secretos oscuros en nuestras propias mentes. Pronto saldré y estoy seguro que los caníbales no existen.

 

Moraleja: No pienses demás las cosas.




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