La oscuridad que nos rodea [en edición]

Capitulo VIII : AGUJAS

Me encanta sumergirme en historias con finales felices, donde el protagonista tiene amigos leales, una hermosa novia y el reconocimiento que merece. ¿Por qué no puedo ser yo quien viva esa vida? He intentado de todas las formas posibles encajar en este mundo, pero estoy cansado. Jugué según sus reglas y perdí. Simplemente no soy como ellos. Y hoy, he recibido una noticia que me aterroriza: estoy enfermo. Tal vez no viva el tiempo suficiente para alcanzar ese final feliz que tanto anhelo. El miedo me invade. ¿Por qué no puedo tener mi propio final feliz?

Es injusto. Laura, Brian e incluso mis propios padres no me entienden. No soporto sus miradas. Laura ha decidido terminar nuestra relación, lo dijo con tanto asco; pero no fue la gran cosa. En cambio Brian, de Brian esperaba mucho más, él se ha encargado de divulgar por doquier que estoy enfermo, y lo peor de todo es la mirada llena de reproches y asco que veo en los ojos de mis padres, preferiria que me ignoraran o golpearan como lo hacian, pero.... parece que trataran con un extraño y no con su propio hijo.

Los escuche, escuche como se burlaban de mi, los escucho. 

Todo va mal, pero tengo un plan. Si el mundo se ha empeñado en sofocarme, golpearme y tratarme como un despojo humano desde que tengo memoria, entonces les devolveré el golpe. Si yo no soy feliz, nadie lo será. Si mi salud está en peligro, pondré en peligro la salud de los demás. No tengo la intención de ser olvidado.

Finalmente lo hice. Requirió de todo el coraje que tenía, pero lo hice. Temprano en la mañana, tomé mi bicicleta y me dirigí al centro de la ciudad. Me aseguré de que nadie me observara. Saqué pequeñas agujas y me pinché para obtener unas gotas de sangre. Luego, cuidadosamente, coloqué cada aguja en los teléfonos públicos, en esos rincones donde nadie las nota, donde todos recogen su cambio. Fui minucioso, sabiendo que esas pequeñas agujas picarán a muchas personas.

 

Ya no seré el único cargando con esta maldita enfermedad. Ahora compartirán mi dolor.

 

Moraleja: Cuidado por donde tocas.

 




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