La Oscuridad Que Sueñas

Capítulo 1 - Un mal sueño

Me desperté de golpe, jadeando, con el cuerpo empapado en sudor frío. Instintivamente, me llevé las manos al pecho, al cuello, al rostro, como si necesitara asegurarme de que seguía allí, de que aquello no había sido más que una pesadilla. Pero había sido tan vívida, tan real. Podía recordar con precisión el frío helándome los huesos, esa extraña sensación de algo invadiéndome, adentrándose en mi interior.

Sacudí la cabeza, tratando de apartar esos pensamientos. Solo había sido un mal sueño, nada más. Dejé escapar un suspiro y comencé a vestirme.

Entonces, alguien llamó a la puerta. Antes de que pudiera responder, la voz inconfundible de Alicia rompió el silencio:

—¿Qué te queda, Lucas? —preguntó mientras abría la puerta sin más ceremonias.

Me giré hacia ella, todavía con un calcetín en la mano, y no lo dudé: se lo lancé directo a la cara.

—¡Te he dicho mil veces que no abras la puerta sin avisar! ¡Podría estar cambiándome! —le reclamé entre risas, mientras ella se quitaba el calcetín con fingida indignación.

Alicia negó con la cabeza, pero no pudo evitar sonreír

—Lucas, sabes perfectamente que lo hago para verte desnudo. Siempre presumes de estar tan fuerte... —dijo Alicia con una sonrisa burlona, apoyándose en el marco de la puerta.

—No juegues con fuego, te lo tengo dicho —respondí mientras me sentaba en la cama para ponerme los zapatos.

Ella soltó una risita antes de cruzar la habitación y acomodarse en la silla del escritorio. Aproveché el momento de silencio para compartir lo que aún me rondaba la cabeza.

—Oye, Alicia, he tenido un sueño extraño. Como si muriera... pero lo sentía todo, tal cual, como si realmente estuviera pasando.

Alicia arqueó una ceja, claramente divertida, pero también algo desconcertada.

—¿En serio? Estás fatal de la cabeza, Lucas. ¿Cómo puedes soñar cosas tan horribles? —me dijo mientras giraba en la silla, haciendo rechinar las patas contra el suelo.

—Ya lo sé, pero fue tan real... —murmuré, más para mí que para ella. Sacudí la cabeza, apartando el tema—. En fin, ¿hoy conocemos por fin a nuestro nuevo profesor, no?

—Sí, a ver qué tal. Una lástima que el anterior tuviera que irse a la Estación para investigar esos asesinatos que están ocurriendo allí.

—Sí, le envidio. Al menos ha conseguido salir de esta ratonera... —Me levanté y eché un vistazo a mi reloj—. Bueno, vamos al salón. No quiero llegar tarde.

Alicia asintió y se puso de pie, todavía con esa chispa de diversión en los ojos que siempre la acompañaba.

Salimos de mi habitación y comenzamos a caminar por los pasillos en dirección al comedor principal. La penumbra dominaba el ambiente; era demasiado temprano, y las luces no se encendían hasta las nueve de la mañana. Solo el débil resplandor que se filtraba por las ventanas rompía la oscuridad, proyectando sombras alargadas en las paredes.

—Oye, Lucas, ¿sabes qué he pensado hacer mañana? —dijo Alicia, rompiendo el silencio mientras me miraba de reojo con una sonrisa traviesa—. Voy a ir al observatorio. He conseguido un turno para una hora. ¿Te gustaría venir conmigo?

La miré con una mezcla de sorpresa.

—Vale... pero que conste que lo hago por ti, ¿eh? Ya sabes que la astronomía no es lo mío —respondí, esbozando una sonrisa mientras soltaba una ligera carcajada.

Ella rio suavemente y me dio un empujón juguetón en el brazo. Su entusiasmo era contagioso, y aunque yo no compartiera su pasión por las estrellas, sabía que no me

arrepentiría de acompañarla. Llegamos al comedor y nos pusimos en la cola para conseguir algo de desayuno.

Avancé y tomé un vaso de leche, un bocadillo de jamón y una manzana. Con mi bandeja en mano, me dirigí a una mesa y me dejé caer en una silla. Alicia apareció poco después, sonriendo con aire de superioridad y sosteniendo algo entre las manos.

—Lucas, mira lo que tengo para ti —dijo mientras sacaba un paquete de galletas y lo agitaba delante de mí.

La muy lista sabía perfectamente que estaba a dieta y que había jurado evitar el azúcar mientras estuviera a dieta, lo hacía a propósito, solo para fastidiarme.

—Alicia, ¿alguna vez te he dicho que eres la persona más guapa y buena del mundo?

—No, nunca —respondió ella con una sonrisa divertida, levantando una ceja.

—¡Pues ya sabes por qué, tonta! —le repliqué, riendo mientras le daba una palmada en el hombro.

Ella negó con la cabeza, pero no pudo contener la risa. Luego, con un tono más serio, añadió:

—Bueno, entonces nos vemos mañana en el observatorio sobre las diez de la noche, ¿no? —me preguntó.

—Sí, tranquila, allí estaré —contesté, esbozando una sonrisa.

Seguimos hablando de tonterías, riéndonos por cualquier cosa. La verdad, aunque solo conocía a Alicia desde hacía dos años, tenía la sensación de haberla tenido en mi vida desde siempre. Supongo que compartir las veinticuatro horas del día con las mismas personas crea vínculos que parecen atemporales.

A las diez en punto, la megafonía comenzó a sonar con la música de siempre, esa melodía que marcaba el inicio de las clases. Nos despedimos rápidamente y cada uno se dirigió a su aula.

Al llegar a la clase, noté que Renar, el profesor, aún no había llegado. Nos sentamos y esperamos en silencio, aunque las conversaciones en susurros pronto comenzaron a llenar el ambiente. Pasaron varios minutos antes de que finalmente apareciera.

Hoy parecía distinto, más animado que de costumbre. Nos sorprendió, porque sabíamos que no disfrutaba impartiendo esa asignatura. Su historia siempre flotaba como un rumor entre nosotros. Renar había sido un excomandante durante la Gran Guerra, pero una explosión le costó una pierna. Desde entonces, lo habían enviado aquí, a este lugar perdido, para entrenarnos y formarnos. Para él, aquello no era más que un destierro.

—Chicos y chicas, esta será vuestra última clase de historia —anunció Renar, con un tono que parecía mezclar alivio y seriedad—. Hemos decidido eliminarla y dedicar estas horas a enseñaros técnicas de defensa personal y supervivencia. Ya os iremos informando sobre los motivos de este cambio en los próximos días.



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En el texto hay: misterio, oscuridad, mental

Editado: 14.11.2025

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