Pasaron tres días desde que el equipo de búsqueda partió en busca del profesor Heradio, tres días desde que Alicia se fue. Esos días fueron especialmente difíciles, el vacío que dejó se sentía como un peso constante. Había pasado más de dos años compartiendo cada momento con ella, y ahora, de repente, la ausencia era insoportable. Me concentré en mis clases y entrenamientos, ya que el cansancio me ayudaba a evadir esos pensamientos dolorosos. Al final del día, estaba tan agotado que caía rendido en la cama, sin tiempo para pensar en nada más, y me dormía casi al instante.
Esa noche, sin embargo, cambiaría mi rutina. Era mi turno para hacer la guardia nocturna, y me tocaba con Paul, un compañero de último curso. Melania había decidido que no dejáramos que dos estudiantes de tercer curso hiciéramos las guardias juntos, aún éramos novatos en esas tareas.
El día pasó como cualquier otro: clases por la mañana, y después de la comida, en lugar de seguir practicando, me retiré a mi habitación con la intención de descansar un poco. Pero no pude dormir. La inquietud por Alicia me mantenía despierto. Empecé a pensar en lo que podría estar ocurriendo en la búsqueda, me invadió el miedo de que le hubiera pasado algo. Ante esa ansiedad, me levanté y salí a entrenar, buscando distraerme y liberar mi mente.
Finalmente, llegó la noche. Después de cenar, me encontré con Paul en la entrada del patio, donde también estaba Melania. Ella nos dio las instrucciones sobre qué hacer, qué zonas vigilar, y cómo organizarnos para la guardia. El peso de la responsabilidad me caía encima, pero lo acepté, sin dejar de pensar en todo lo que podría estar sucediendo a kilómetros de distancia.
—Chicos, hoy tenéis una guardia tranquila. Revisaréis los pasillos, la zona del muro y haréis vigilancia desde el torreón —dijo Melania mientras nos observaba con seriedad.
El torreón estaba en el tejado de la escuela. Nunca había subido allí, pero siempre creí que era el despacho de Anmon, desde donde nos vigilaba constantemente. Sin embargo, nos explicaron que no era así, que en realidad era un puesto de observación que permitía una vista completa de la escuela y su exterior.
—Lucas, tú empezarás en el torreón, y Paul hará las patrullas. Estaréis en contacto todo el tiempo mediante estos walkie-talkies. Si ocurre algo fuera de lo común, hay otro walkie que conecta directamente conmigo. Solo úsalo en casos de extrema emergencia —añadió, entregándonos los dispositivos.
Paul y yo asentimos en silencio. Melania nos dio los aparatos y, tras su última mirada, me dirigí hacia el torreón. Para llegar, debía subir por la escalera de los profesores, junto al comedor. Una puerta daba paso a una estrecha escalera de mano que conducía directamente al puesto de observación.
Cuando llegué, la vista me dejó sin aliento. Desde allí se podía ver toda la escuela: el observatorio, el bosque, el muro que rodeaba el recinto y el patio. Incluso había una salida al exterior del torreón. Cogí una silla y la coloqué afuera, bajo el cielo estrellado. Me senté, contemplando cómo la tenue luz de las estrellas iluminaba el patio y el observatorio.
El silencio y la serenidad me transportaron al día en que, en el observatorio, me armé de valor para confesarle a Alicia lo que sentía. El cielo esa noche tenía el mismo tono profundo, como si quisiera recordarme aquel momento. Me pregunté si, desde donde estuviera ahora, Alicia también estaría mirando este mismo cielo. Estaba perdido en mis pensamientos cuando el walkie-talkie rompió el silencio. Era Paul.
—Lucas, impresionan las vistas, ¿verdad? —preguntó Paul por el walkie, interrumpiendo mis pensamientos.
—Totalmente, es un lujo poder estar aquí. Tiene mejores vistas que el observatorio —respondí mientras seguía admirando el cielo.
—Sí… Oye, Lucas, me contaron lo de tu amiga, que se fue en la búsqueda del profesor desaparecido. ¿Cómo estás?
—Mejor. Estos días han sido duros, pero poco a poco me voy haciendo a la idea. Estoy centrando todo en el entrenamiento —respondí, tratando de sonar más fuerte de lo que realmente me sentía.
—Me alegra escuchar eso. Cualquier cosa que necesites, no dudes en decírmelo, ¿vale?
—Gracias, Paul, lo tendré en cuenta. Bueno, dentro de cuatro horas hacemos el cambio. Si ves algo extraño, avísame. Desde aquí todo parece muy tranquilo.
Dejé el walkie en el suelo y miré mi reloj. Marcaba las doce y media de la noche. Tenía tres horas y media por delante hasta que Paul viniera a relevarme. Me estiré en la silla, dejando que la brisa nocturna me despejara, cuando un sonido inesperado me sobresaltó: el leve chirrido metálico de alguien subiendo por la escalera de mano.
Me puse alerta al instante. Nadie más debería estar subiendo. Mi corazón comenzó a latir con fuerza mientras desenfundaba mi pistola, girándome hacia la trampilla con cuidado. Manteniendo la mirada fija en el acceso, ajusté mi postura, preparado para cualquier cosa que pudiera surgir. ¿Quién estaría allí a estas horas?
—Lucas, soy Sara, no te asustes —dijo mientras abría la trampilla y subía al torreón.
—¿Qué haces aquí, Sara? ¿No tenías prohibido estar en la superficie? —pregunté, guardando mi pistola.
—Mi padre me comentó que hoy era tu primer día de guardia y me pidió que viniera para hacerte compañía… y para que no te quedaras dormido.
—El director de la escuela dudando de mi compromiso, qué bien todo —respondí con sarcasmo, cruzándome de brazos.
—Sinceramente, he venido porque me contó lo de Alicia, y le pedí permiso para acompañarte. Así que aquí estoy —dijo con una sonrisa.
—No hacía falta, Sara. Estoy bien, de verdad.
—Bueno, como no has vuelto a bajar desde la última vez que hablamos, pues me tocó subir yo. Necesitaba hablar con alguien de mi edad. Abajo son todos muy mayores, siempre con las mismas conversaciones: misiones, batallas, muertes… A veces me encantaría estar aquí, en la escuela, y olvidarme de todo por un tiempo.
Editado: 29.11.2025