La cabeza me daba vueltas, y cada intento de incorporarme parecía hacer que el mareo aumentara. Sentía que el mundo giraba alrededor de mí. Finalmente, logré levantarme apoyándome en la barandilla, y me giré hacia la ciudad. La primera imagen que vi me congeló el corazón: misiles llovían del cielo, impactando en la ciudad. La tierra temblaba con cada explosión, y los ecos de los gritos llegaban hasta mis oídos, a pesar de la distancia. Observé con desesperación la nube de polvo que se levantaba, oscureciendo aún más la escena, mientras intentaba ubicar de dónde provenían los misiles. Pero la visibilidad era casi nula.
De repente, una sirena comenzó a sonar, y los soldados comenzaron a correr de un lado a otro, llenos de prisa y desesperación.
—¿Nos van a atacar? —pregunté, sin poder apartar la vista de la ciudad en caos.
—¡Alicia! —me gritó Hugo, rompiendo la conmoción en la que estaba sumida.
—¿Qué ha pasado? —pregunté, aún confundida por la rapidez de los sucesos.
—¡Vamos, no podemos seguir aquí fuera! —me dijo mientras me ayudaba a levantarme del suelo.
Me rodeó el hombro con el brazo y comenzó a caminar rápidamente, llevándome hacia el interior de las instalaciones. Las explosiones seguían resonando, cada vez más cerca, y mi cuerpo estaba tenso, aún intentando asimilar lo que estaba ocurriendo. Hugo me sentó en un banco, y se acercó para comprobar mi estado, preocupado.
—Estoy bien, Hugo, no me ha pasado nada, solo estoy un poco mareada —respondí, mientras me revisaba el cuerpo por si había algún daño.
—Vale, no tienes ningún daño externo. ¿Me escuchas bien? —me preguntó, buscando en mis ojos alguna señal de que algo no estuviera bien.
—Sí, al principio sentía un zumbido en el oído derecho, pero se me ha ido pasando —le respondí, aliviada por notar que no había nada grave.
—Vale, te voy a llevar a la habitación con Nora y Kevin. Yo iré a hablar con el comandante para saber qué está pasando —me dijo, pero mi instinto me hizo reaccionar.
—¡No! —exclamé—, iré contigo, quiero saberlo también.
—Vale, pues vamos al centro de control —dijo, dándome una mirada comprensiva, como si entendiera mi necesidad de estar allí.
Caminamos rápidamente por los pasillos, yo aún con algo de mareo, mientras los soldados corrían a mi alrededor, llevando munición, armas y suministros médicos hacia los puestos de vigilancia. Los vi transportando enormes cajas de munición para las torretas, incluso algunos morteros. Parecía que se estaban preparando para un ataque de gran magnitud. ¿Estaríamos realmente listos para algo así?
Finalmente, llegamos al centro de control. El caos reinaba allí, pero el comandante permanecía tranquilo, parado frente a las pantallas, observando la situación con una calma desconcertante. Nos acercamos y Hugo tocó su hombro, rompiendo el silencio.
—Hola, chicos, ¿os está gustando el espectáculo? —dijo el comandante, con una sonrisa irónica en su rostro, como si la situación fuera parte de un juego.
—¿Qué está pasando? —preguntó Hugo, buscando respuestas.
—Los rebeldes nos están mandando un aviso de la potencia militar que poseen. Es la primera vez que nos lanzan misiles, no sabíamos que tenían ese potencial armamentístico. Pero no os preocupéis, no sufriremos ningún ataque hoy —dijo el comandante, con una confianza inquebrantable.
—¿Cómo es que estás tan seguro? —pregunté, sin poder evitar la duda.
—Porque sé quién es el artífice de este ataque. Un antiguo compañero de guerra. El comandante Salazar. Ambos nos conocimos en la Gran Guerra; tenía una capacidad de estrategia digna de un alto cargo, a pesar de que éramos soldados. Hacía mucho tiempo que no lo veía. Lo último que supe de él es que había desertado después de que se formaran los refugios —nos explicó el comandante, señalando una de las cámaras.
En la pantalla, pude ver a un hombre de unos cuarenta años, inmóvil, mirando directamente a la cámara con una expresión fría.
—¿Por qué no se mueve? —preguntó Hugo, acercándose más a la pantalla, como si quisiera leer su mensaje en su rostro.
—Nos está avisando de que él está aquí, en esta ciudad. Y con esta lluvia de misiles, su mensaje es que viene con todo —respondió el comandante, con una seriedad que hizo que el aire se volviera aún más tenso.
Mi corazón latía con fuerza, el peligro ya no estaba tan lejano. Todo se estaba acercando, y la amenaza era más real de lo que nunca imaginamos.
—¿Y dónde están cayendo los misiles? —pregunté, incapaz de apartar la mirada de las pantallas.
—En la única salida que tenemos para llegar a la estación, la entrada del metro sur. Los exteriores de la ciudad los tienen totalmente vigilados, pero aprovechamos los túneles del metro para hacer nuestra propia red de escape, para salir sin ser detectados. Es el lugar por el que ibais a salir, pero no os preocupéis, tendremos que buscar otra salida —respondió el comandante intentando darnos un poco de esperanza.
—¿Y hemos sufrido muchas pérdidas? —preguntó Hugo, recorriendo las cámaras en busca de información sobre el metro.
—Algunas, mayormente los soldados que estaban en el exterior. Por suerte, el puesto avanzado está bastante profundo, y la mayoría se han salvado. Mirad, estas son las cámaras del metro —dijo el comandante mientras señalaba cuatro pantallas.
Editado: 19.12.2025